La teoría de 3+1

10. AVRIL

10 de octubre

AVRIL

 

Está dicho, agendado y listo para ejecutar. A partir del lunes comenzaré a levantarme a la misma hora que Donna; necesito crear el hábito de ser puntual o esto puede traerme consecuencias a largo plazo.

Dijo la Avril vidente.

Solo espero colocar la alarma a la hora correcta y no apagarla en vez de encenderla. Donna ni siquiera lo necesita, cuenta la leyenda que esa chica tiene un reloj biológico muy preciso dentro de su cabeza; algunas veces solo hace falta que indague sobre la posición del sol para conocer la hora.  

El tráfico de California es una locura, al igual que el de Nueva York, pero el caldero de oro al final de arcoíris vale la pena.

Un caldero muy guapo, por cierto.

 Camino con largas zancadas rápidas cerca de un carro de helados. La figura del cono derretido sobre el techo se me antoja apetecible, por un segundo la tentación de llegar tarde a mi cita me parece cuestionable. Si tuviera que definir uno de mis lugares favoritos en el mundo, no importa dónde; en definitiva, son los parques de diversiones. Mas con el océano a tan solo un par de metros.

Detengo mi andar justo frente a un puesto de Donuts y de inmediato el aroma a fritura dulce llega hasta mis fosas nasales. Para nadie que me conozca es un secreto que adoro cocinar de todo tipo de cosas y de forma inconsciente siempre estoy buscando nuevos ingredientes para crear recetas. El susurro de un cotilleo a mi lado me hace observar a un par de chicas que esperan por su pedido, no alcanzo a evitar fijarme en lo que llevan puesto —resultados de pasar años con una chica obsesionada por la moda—, uñas acrílicas, sandalias y diminutos shorts acompañan a la parte superior de un traje de baño en ambas pieles extra bronceadas. Por inercia, bajo la mirada mis zapatillas deportivas Rosa Gold, pantalón y chaqueta de mezclilla, y una simple franela blanca con el dibujo de una fresa en caricatura.

Sí, de seguro no me veo nada como una chica Californiana, pero ¿Sabes qué universo?

¡No me importa!

Una risa fugaz de crea en mi interior. Estoy bien así, conmigo misma, creando una vida por mi cuenta y no basándome en las experiencias de los demás. Nadie debería estarse comparando con otros, porque cada uno de nosotros es perfecto a su manera. Aun con todas esas imperfecciones tan perfectas.

No obstante, de pronto me veo a mi misma como un reflejo, preguntándose si a Donnan le gustará.

Por favor Avril Caroline, no eres modelo de Victoria´s Secret confórmate con poder caminar decentemente sin caer al suelo a cada rato.

En manos de Victorya, hubiera usado un vestido blanco y botas cortas de tacón grueso; y por supuesto un lápiz labial rojo. Suelto una risa por lo bajo porque casi puedo verla de esa forma parada frente a mí.

Muevo la cabeza, negando. Voy a sacar el móvil para ver la hora, pero mi acción se ve interrumpida cuando unas manos alrededor de mis hombros me hacen estremecerme y casi pegar un brinco sobre mi lugar. Maniobro con el móvil entre mis dedos evitando que caiga al suelo.

—Bu —La voz de Donnan susurra cerca de mí y yo doy un paso al frente soltándome de su agarre para voltearme a verlo—: ¿Te asusté? —pregunta de manera inocente.

—¿Tu qué crees, genio? —Me cruzo de brazos con fingido enojo.

—Lo siento —demanda, pero está riendo con una ligera pizca de burla.

Dos ligeras arrugas alrededor de sus ojos lo hacen lucir como un niño a la vez que el sutil reflejo de la luz de atardecer que choca contra su cabello oscuro y parte del rostro resalta su belleza innata.

El tren de la montaña rusa pasa a una alta velocidad adyacente a nosotros con gritos eufóricos mezclados con terror atrae mi atención por un momento antes de regresar la mirada hacia él.

—Este lugar tiene muy buenas reseñas en internet, pero leí una que decía algo así como: Entretenido, pero nada increíble. ¿Qué puedes decirme sobre eso? —Alzo una ceja.

Sube un poco la barbilla hacia un lado, fingiendo pensar.

—He venido aquí desde que tengo uso de razón y siempre lo encuentro entretenido —Eleva ambos brazos en el aire—. ¡Esto es Los Ángeles cariño! —exclama.

—¿Siempre eres así de escandaloso? —Miro a mi alrededor un poco avergonzada; un pequeño niño nos observa como estuviéramos bañados en fuego sin dejar de caminar—: Espero que guardes esas energías para leer frente a todo el mundo los capítulos que te están esperando.

—Por supuesto —Luce muy seguro de su respuesta.  Sonrió.

No sabes lo que te espera, Donnan.

 

—¿Estudias en Berkeley? —pregunto al notar que se coloca una gorra azul con el logo de la universidad.

—Me graduaré el próximo año ¿Tu estudias ahí?

Asiento.

—Primer año —Me encojo de hombros al tiempo que hago una mueca. La fila para la montaña rusa avanza un poco; Donnan y yo damos tres pasos al mismo tiempo dentro de las barras que conforman el perímetro de esta. A pesar de que no me lo pregunta, expreso—: Estudio literatura, aunque antes tenía una enorme pila de opciones. Al final decidí elegir algo que me apasiona. No quiero arrepentirme a mitad de carrera y tener que hacer todo el proceso de nuevo para cambiarme, es muy fastidioso —Hago un mohín, más para mí misma que nada—. O pasar el resto de mi vida arrepintiéndome por haber elegido una cosa y luego odiarla hasta el final de mis tiempos y terminar trabajando un bar de mala muerte de noche.




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