La teoría de 3+1

13. AVRIL

12 de octubre

 

AVRIL

 

—¿Es en serio? —Luce sorprendido; no obstante, alcanzo a ver un toque juguetón en sus ojos—. No creí que serías capaz de esto.

—Me subestimas mucho, Donnan —Sonrió ladeando un poco la cabeza, pero la verdad es que quiero reír a carcajadas.

Donnan baja la mirada a la hoja que acabo de entregarle, sus ojos se mueven de un lado al otro, releyendo los párrafos. No son muchos, pero si lo suficientemente intensos como para que toda la calle le preste atención.

—¿Esto es legal? —pronuncia sin dejar de leer. Sus ojos se abren mucho cuando llega al párrafo más intenso—. Avril ¿Qué demonios…? —Sacude la cabeza negando, pero está riendo.

—No seas dramático, tampoco es del tipo vulgar —Me encojo de hombros—. Además, esa fue la apuesta. Yo ya cumplí mi parte, es tu turno —Me balanceo de un pie al otro al tiempo que alzo una ceja.

—Voy a cobrármelas algún día cercano —Aparta sus ojos de la hoja para enfocarlos en mi rostro. El sol le da de frente en los ojos, haciendo que se vean mucho más claros y por un segundo, me siento perdida en ellos.

Paso saliva y me giro un poco para tomar el micrófono inalámbrico que viene en conjunto con una pequeña maleta de bocina. Vic y yo solemos usarla para nuestras noches de Karaoke en las que solo estamos nosotras tres y Summer.

Le tiendo el micrófono, él lo agarra y sus dedos rozan los míos. Solo es un pequeño toque, pero aun así envía una descarga eléctrica por todo mi cuerpo. Aunque no quiero, retiro la mano y doy un paso atrás mientras Donnan se lleva el micrófono a los labios. Enciendo la bocina con un volumen moderado y él me dedica una mirada divertida antes de comenzar a leer, en voz baja.

¿Te gusta este vestido? —El tono de su voz se vuelve jubiloso, sensual y yo tengo que morderme la lengua para contener le risa. De inmediato, dos señoras se quedan mirando en nuestra dirección, por lo que doy un paso atrás, como si yo no estuviera involucrada en esto.

Me gustará mucho más cuando te lo quite —Donnan me lanza una mirada llena de diversión; tengo que mirar a otro lado para no estallar en una carcajada porque ganas no me faltan.

A las dos señoras se les han sumado un hombre de aspecto curioso y un par de chicas que observan a Donnan mientras este continúa hablando, casi, devorándolo con la mirada.

Pero no puedo objetar por eso, esa es la reacción que este chico provoca en la gente.

A continuación, los personajes comienzan a darse un beso apasionado que él narra con lujo y detalles, en voz baja, murmurando de una forma que haría temblar a cualquiera al escuchar a un chico contar esta clase de cosas.

Y esto es solo el comienzo.

Para cuando me doy cuenta se ha formado un pequeño grupo de al menos unas veinte personas alrededor de Donnan, quien no se ha inmutado ni un poco. De hecho, parece agraciado con que la gente le preste atención. Y temo que eso solo haga subirle el ego.

Aunque no me molesta en lo absoluto.

Al terminar con la escena del beso, Donnan narra un poco sobre lo que sucede a continuación y entonces la escena que todos esperamos, aparece.

Sus pulmones se llenan de aire con rapidez. Siento como su respiración va acelerándose y como el delicado encaje va llenándose de humedad provocado por mis caricias… —Paseo la vista por las personas que se encuentran más cerca de mí solo para notar que parecen fascinadas con la historia.

No puedo evitarlo más y suelto una carcajada que debe de escucharte en todo el estado. Donnan me observa de reojo sin dejar de leer haciendo una mueca, reprimiendo la risa.

Continúa leyendo un poco más, sin ir muy lejos. Me aseguré de buscar los párrafos perfectos para que no fuera tan vulgar por el simple hecho de que estamos en público. La narración termina justo en el momento perfecto, donde todo el mundo queda con ganas de más.

—Damas y caballeros, muchas gracias por su atención. Espero que hayan disfrutado de esta pequeña lectura que aquella chica me proporcionó —Me señala con el dedo índice y yo quiero morir de la vergüenza. Se inclina en una pequeña reverencia juntando sus manos en el frente, dando las gracias.

Es ahí, justo en ese pequeño momento en el que descubro que me gusta Donnan.

Que me encanta, en realidad.

 

 

Los atardeces en California son hermosos. No es que en Nueva York no lo sean, pero si tiene una considerable diferencia. Aquí, la frescura y el sonido del agua te acompaña en cada paso, en cada rincón; al igual que la brisa cálida.

Y por supuesto, la sensación embriagadora que revolotea y parece resplandecer alrededor de Donnan.

—Tengo que admitir que fue bastante divertido, más de lo que me esperaba —comenta metiendo las manos dentro de los bolsillos de su pantalón. Se ha puesto la misma gorra con el logo de Berkeley que uso aquel día en el muelle, cuyos colores comienzan a ser mis favoritos solo porque él los usa.




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