La teoría de 3+1

15. VICTORYA

16 de octubre

 

VICTORYA

—¿Viste mi lápiz de labios? —le pregunto a Donna sin dejar de buscar sobre el mesón del baño. Está hecho un desastre, lo admito, pero cuando las chicas se arreglan solo sabes que el trabajo quedó impecable, cuando llegas a casa y consigues todas las cosas revueltas. Alzo la mirada encontrándome a Donna a través del espejo con una expresión de horror en el rostro.

—Donna, cálmate. Lo limpiaré cuando volvamos —digo para tranquilizarla.

Mis palabras parecen ser efectivas porque se cruza de brazos al tiempo que se recuesta sobre el umbral de la puerta.

—¿Es necesario que vaya? —pregunta por enésima vez en el día. Dejo de remover los cosméticos para darme la vuela y enfrentarla.

—Donna, escuchaste muy bien lo que dijo el psicólogo. Necesitas salir y convivir con nuevas personas, distraerte… —Y qué mejor para eso que una fiesta universitaria en una de las mejores fraternidades.

—Es que no me siento cómoda… —murmura, bajando la vista a sus pies. Solo entonces, reparo en su vestimenta.

—¿Acaso se te pegó lo de Avril? —Niego haciendo un leve gesto con la cabeza—: Usa un vestido ¿Recuerdas ese azul rey que compramos el otro día? No te lo has puesto, tienes que disfrutarlo —En mi mente, ya estoy buscando los accesorios adecuados para ella.

—¿De qué hablan? —Avril aparece por la puerta, luciendo una falda negra suelta que le llega por encima de las rodillas, con una blusa de encaje color mostaza y unos botines. Sonrió al verla y me llevo una mano al corazón, fingiendo drama.

—Me siento orgullosa, estás usando una falda —Simulo limpiar una lágrima de mi ojo.

—No tenía idea de que usar y recordé que tenía esto desde hace tiempo y… —Su mirada viaja hasta Donna—: ¿Qué demonios Donna? Se supone que papel de la desalineada me toca a mí ¿Qué te sucede?

—A ver déjame pensarlo… —Lleva una mano hasta su barbilla como gesto de concentración—: Sí, es lo que creí. No quiero ir.

—Vas a divertirte —expreso.

—Sí, claro, en una fiesta con jóvenes ahogados en alcohol, habitaciones indecentemente ocupadas y un montón de gérmenes por todos lados —Enumera cada cosa con sus dedos.

Suspiro.

La entiendo más de lo que ella piensa. Sé que no es nada fácil, pero no puede pasar toda su vida encerrada por miedo a enfermarse con cualquier cosa. Porque eso perjudica su mente mucho más de lo que todas creemos.

—Oye, iremos un rato y si no te gusta, regresaremos contigo ¿Está bien? Pero tienes que darle una oportunidad.

—No quiero arruinar su noche —comenta cabeza abajo.  

—Venimos en un solo envoltorio ¿Recuerdas? —protesta Avril y yo asiento.

Donna retuerce sus manos entre sí y muerde el interior de su mejilla izquierda. Al cabo de unos segundos termina asintiendo.

—Pero necesito ayuda para arreglarme —De inmediato, doy un paso al frente.

—Pues no se diga más —Sonrió. Halo su mano hasta acercarla al espejo—: Avril, tráeme mi kit por favor, la operación va a comenzar.

 

 

La fresca brisa hace que me encoja dentro de mi vestido en tonalidad coral entallado, pero al instante enderezo mi postura y sacudo un poco mi largo cabello para que una parte caiga hacia el frente.

El traqueteo de mis tacones es ahogado por el ruido de la música mientras caminamos hasta la entrada. Hay toda clase de autos aparcados en el frente e incluso en el garaje. La casa es enorme y justo en la entrada tiene dos banderas de la universidad, así como un enorme peluche de la mascota a un lado de la puerta.

Avril y Donna van detrás de mi enganchadas del brazo para que Donna no intente escapar.

—¿Listas para la primera fiesta universitaria? —Giro un poco para verlas. Avril asiente con entusiasmo mientras que Donna no deja de mirar a todas partes con expresión de disgusto.

—No te encorves —La señalo un poco con mi dedo antes de darme la vuelta para abrir la puerta; sin embargo, cuando acerco mi mano a la perilla, ésta se abre sin que llegue a tocarla.

Dos tipos salen, uno de ellos intenta cubrirse inútilmente con sus brazos mientras el otro rocía sobre el cabello de este el contenido de un vaso plástico que se observa pegajoso.

Pero que genial ayuda, ahora Donna no querrá ni entrar.

Cuando los tipos se van nos acercamos de nuevo a la puerta.

—¿Todo bien? —pregunto y como por un milagro, Donna asiente. Sonrió, dando un paso dentro de la estancia.

La música retumba en mis tímpanos haciendo que mi cuerpo reaccione al instante queriendo bailar. Adoro bailar, es algo que tengo que agradecerle a mi madre porque se ha convertido en parte de mi marca personal y mi truco de enganche.

El lugar está abarrotado de gente. Hay luces de diversos colores iluminando ciertas áreas. La piscina está iluminada de igual modo y hay una hilera de luces colgando del techo.




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