La teoría de 3+1

16. AVRIL: PARTE I

16 de octubre

 

AVRIL: Parte I

He buscado a Donna desde hace al menos unos veinte minutos sin obtener una pista que me lleve al paradero de ese escurridizo cuerpo. Dudo mucho que haya regresado al departamento porque la conozco y sé que no nos dejaría, por mucho que desee hacerlo.

Dibujo un croquis mental de los lugares claves de una casa llena de universitarios ebrios y fogosos donde puede esconderse una chica con TOC.

O espera, creo que acabo de descubrirlo.

Subo las escaleras zigzagueando entre la gente que no parece conocer lo que el espacio personal significa. Una pareja se besa con evidente pasión en la cúspide de esta, provocando sonidos demasiado agitados y melosos. 

Es algo muy curioso, a la gente le gusta besarse, pero no les gusta escuchar a alguien más besándose porque parece ser el fin del mundo.

¿O no es así?

Sea como sea, mejor dejo a los tortolos tranquilos. Muevo la cabeza reprimiendo la risa y continúo mi trayecto por uno de los pasillos donde también hay gente, pero ningún beso.

De momento.

Empujo los vasos y algunas bolsas de comida con mis pies al tiempo que mi vista viaja hacia la puerta más delgada al final del corredor. Ruego por no estar equivocada e intento dejar mi tendencia a ser imprudente de lado antes de tocar dos veces la madera con mis nudillos. Pasa un segundo antes de que la voz de Donna suene a través de esta. Me provoca soltar un gritito de alegría.

Por supuesto, Donna tenía que venir a esconderse en el único lugar de la casa donde haya jabón y productos de limpieza.

—Está ocupado.

—Donna, soy yo —indico. Se tarda un poco, pero termina abriendo la puerta. Doy un paso adentro y noto su frasco de gel antibacterial casi vacío al igual que un par de toallas fuera del paquete y el grifo del lavamanos medio abierto. Me acerco para cerrarlo por completo.

—Donna —Comienzo a decir, pero me interrumpe alzando la mano en mi dirección.

—Sé lo que vas a decir, así que puedes ahorrártelo —Se cruza de brazos y recarga la espalda baja contra el tablero.

—Solo quería saber si estás bien y si quieres irte —Imito su acción, posicionándome a su lado.

—No quiero arruinarles la noche —Baja la mirada hacia sus pies, juntando las puntas de sus zapatos.

—Donna, sabes que no es problema para nosotras.

Sacude la cabeza.

—No, no. La cosa es que… no quiero irme —Se encoje de hombros—. Quiero sentirme como una persona normal y sí me voy, eso solo va a volverme aún más paranoica y no me dejará dormir en varios días —Asiento, comprendiendo a lo que se refiere.

—Solo respira… No te dejes engatusar por los pensamientos. Si necesitas alejarte un poco del bullicio, hazlo, pero no te escondas Donna, no es sano.

La expresión de sus ojos se torna pensativa y guarda silencio. A Vic y a mí nos costó mucho tiempo entender cómo funciona su mente; aunque no llegamos a comprender ni la cuarta parte de lo que sucede en ese perspicaz cerebro, siempre dejamos en claro que no podíamos dejarla sola, no después de saber todos los estragos que ha vivido y la razón por la que es como es.

Es nuestra amiga, nuestra hermana y la amamos sin importar que.

Aunque queramos negarlo o evadirlo, los seres humanos somos débiles de mente y está comprobado que no podemos estar solos. La soledad puede llegar a ser bonita, no voy a mentir, pero también puede llegar a condenarte a pasar una vida llena de sufrimientos, de batallas contigo mismo porque no tienes a nadie que llegue a comprenderte, que quiera luchar contigo o que simplemente te brinde un hombro para llorar.

Por eso es necesario valorar a nuestros amigos, a nuestros familiares, así sean pocos. Es lo único que al final del día vale la pena.

—¿Quieres que te traiga algo de beber antes de salir? —Algo dulce siempre la ayuda a calmarse—. Me aseguraré de que todo esté limpio —agrego para motivarla.

—Está bien, yo… Te espero aquí. Solo… necesito un minuto —Asiente. Creo ver un atisbo de sonrisa aparecer en las comisuras de sus labios, pero desaparece tan rápido como vino.

—Muy bien, ya regreso.

Atravieso el corredor como un rayo. Para mi suerte cuando paso por las escaleras, la pareja besucona ha desaparecido. Al llegar al pie de estas, me siento tentada a buscar a Vic, pero no tengo idea de donde puede estar; lo más probable es que haya conseguido alguna conquista a la cual intenta atrapar. Descarto la idea al poco tiempo al recordar lo prendada que parece estar de ese chico que nos comentó la otra noche.

Avanzo hasta la barra improvisada. Busco un vaso nuevo con una pajilla y me aseguro de que estén bien limpios antes de servir un poco de refresco de naranja. Luego tomo otro vaso para mí y estoy a punto de servirme cuando alguien agarra la botella de refresco de cola primero que yo.

—Oh, permíteme —Elevo la mirada con rapidez. Unos ojos azules me reciben y un nombre emerge de las penumbras en mi mente.  




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