La teoría de 3+1

20. VICTORYA

18 de octubre

 

VICTORYA

—Sí, lo sé —afirmo—: No voy a faltar. Deja el drama, por favor —Ruedo los ojos cuando la voz de mi madre comienza a parlotear sobre un sinfín de cosas a las que, siendo sincera, no les estoy prestando mucha atención.

Con el teléfono sujeto entre mi oreja y mi hombro tomo algunas prendas de mi armario para dejarlas sobre mi cama y formar varias combinaciones con ellas. Esta noche debo ir a un evento en su nombre al que ella no puede asistir porque se encuentra en Nueva York; sin embargo, es necesaria su presencia como embajadora de la campaña, o en todo caso, la de su querida hija que hace todo lo que ella le diga.

El vestuario que usaré esta noche está más que listo. Ahora mismo, estoy preparando mis atuendos de la semana para asistir a clases. Creo que me siento un poco mal porque lo único que quiero hacer es llevar un pijama puesto.

¿Pero qué sucede contigo Victorya?

—Mamá, sé lo que debo o no debo hacer ¿Podrías confiar un poco en mí para variar? —pronuncio, cansada de discutir.

—El chofer de la familia Preston pasará por ti a las ocho en punto. No lo arruines —Cuelga la llamada sin dejarme decir más nada. Los cambios de humor de Emilia Moon van a terminar produciéndome arrugas.

Pero no puedo enojarme, aunque quiera, porque en cuanto me dijo que iría con la familia de Donnan, no pude ocultar mi felicidad.

Porque sí, me gusta Donnan, no voy a negarlo.

Y esta noche haré que caiga rendido a mis pies.

 

 

—¿Sabes dónde está Donna? —pregunta Avril en cuanto salgo ya lista a la cocina.

—Si no está aquí, debe de estar en clases—Me encojo de hombros mientras abro y cierro los cajones buscando las cosas para preparar un batido proteico. Sonrió al ver mi reserva de botes de mi marca favorita creada por una de mis influencers favoritas en el mundo del fitness.

Avril ha estado muy susceptible últimamente. Se preocupa demasiado por las cosas y ella no es así. Comprendo a la perfección lo que le ocurrió; un maniático la drogó y si no hubiera sido por ese chico que conoció en la biblioteca, quién sabe qué hubiera pasado, pero tiene que relajarse un poco. Lo que pasó, pasó, gracias a Dios no llegó a mayores, pero no puede vivir en el pasado todo el tiempo.

Es un lema que todos deberían poner en práctica.

La noto nerviosa mientras retuerce sus manos contra su abdomen.

—Avril, cálmate. Tú no eres así.

—Estoy preocupada por Donna —admite.

—Debe de estar por ahí, sabes como es.

Ella sacude la cabeza, negando.

—No llegó a dormir —pronuncia en tono bajo y solo entonces, me giro hacia ella.

—¿Qué dices? —Esta vez, un ligero nudo de preocupación se asienta en mi estómago.

—No durmió aquí, lo sé porque me levanté en la madrugada. Vi la puerta de su habitación abierta, entré y no había nadie. Luego recordé que había ido a comprar unas cosas y nunca regresó.  

—Por Dios —Dejo mi batido a un lado y agarro mi teléfono—: Llamémosla —Esto no es usual en Donna. Si iba a quedarse en algún otro lado, lo normal es que nos avisara porque así es ella. Nuestra Donna es la persona más sensible y consciente de la preocupación que existe, por ningún motivo se iría a otra parte sin avisarnos.

 

 

Alrededor de cuarenta minutos después, una agitada y nerviosa Donna aparece por la puerta principal. Trae el cabello lacio revuelto como un nido de pájaros y el ligero maquillaje corrido en las ojeras, su piel morena luce pálida y en cuanto nos ve, parece dejar de respirar.

Avril y yo estamos sentadas una al lado de la otra en el sofá, con los brazos cruzados, mirándola fijamente. Yo enarco una ceja al verla tan asustada.

—Donna Magdalena Villasmil Nava ¿Puedes explicarnos dónde demonios estabas? —pronuncio con voz calmada, pero firme y de pronto, creo que sueno como mi madre cuando me riñe por algo, a pesar de que ya estoy bastante grandecita para los regaños.

Se queda mirando en nuestra dirección como si hubiese visto un espectro. Sus labios se entreabren y parpadea un par de veces, quiere decir algo, pero no parece encontrar las palabras adecuadas porque se relame los labios antes de juntarlos de nuevo.

Me pongo de pie.

—Donna… —advierto.

—Vamos Donna, solo queremos saber si no te pasó nada. Ya sabes… por lo del sábado —dice Avril en voz baja.

Creo que toda la sangre ha abandonado el cuerpo de Donna. Se tambalea de un pie al otro y un ligero brillo de sudor aparece en su frente. Al verla de esa forma, comienzo a preocuparme de verdad por lo que doy un paso hacia ella.

—Yo… —Comienza a decir con la voz entrecortada—: Dormí en el departamento de un chico.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.