La teoría de 3+1

22. DONNA

18 de octubre

 

DONNA

 

—Creo que hoy no es mi día —expreso mientras coloco el bolso en los estantes a un lado de la puerta y tomo el Spray desinfectante para rociarlo sobre este, también me quito los zapatos y hago lo mismo con estos. No me gusta caminar descalza, pero ahora mismo, solo quiero usar mis pantuflas de panda que Avril me regaló hace tiempo—: Cuando iba llegando a la facultad mis compañeros me avisaron que el profesor no podía venir porque tuvo una emergencia de último momento y era la única clase que tenía —Suelto una espiración cargada de agotamiento—: De paso, cuando venía de regreso una niña tropezó y su helado cayó sobre mi pantalón —Observo la mancha con una mueca de disgusto—: ¿Avril, sigues aquí?

Termino de recorrer el pasillo hasta llegar a la sala y me encuentro con Avril, quien reposa sobre el sofá con el control del televisor en una mano. Parece agitada.

—No pensé que regresarías tan pronto —dice sin mirarme.

¿No escuchó mi historia? El volumen del televisor no pudo haberlo evitado porque ni siquiera está encendido.

Hago un gesto con la mano restándole importancia. No tengo ganas de volver a repetirlo. Mis ojos viajan hasta su cabello enmarañado, lo normal es que siempre esté así, pero, algo me dice que debo preguntar.

—¿Por qué te ves tan desastrosa?

—Oh, yo… —Mira a todos lados—: Estuve intentando sacar a Summer de mi armario y me dio batalla, eso.

—Está bien… —pronuncio arrastrando las palabras. Me balanceo sobre mis pies hasta dar media vuelta en dirección al pasillo—: Si todo está bien voy a cambiarme entonces.

—¡Sí! ¡Claro! —responde de forma rápida—. Todo está perfectamente bien.

Frunzo el ceño, extrañada por su comportamiento, pero no digo nada y voy hacia mi habitación con el peso de un mal día tirando de mis hombros.

 

 

AVRIL

 

Todo el aire abandona mi cuerpo en cuanto la silueta de Donna desaparece por el corredor.

—Joder —murmuro. Apoyo las rodillas sobre el sofá y me inclino hacia atrás—. Ya puedes salir —le digo a Donnan, quien se encuentra en una posición para nada cómoda.

Como puede, se impulsa con los brazos y de un salto ya se encuentra del otro lado.

—Tienes que irte —Lo empujo para que se mueva, pero este no cede ni un poco— ¡Donnan! —medio grito, medio susurro.

—¿Tu amiga se llama Donna? —pregunta y yo enarco una ceja—. ¿Acaso…?

Lo interrumpo.  

—Tienes que irte antes de que te vea —Intento moverlo y esta vez, camina un poco. Logro que llegue hasta el corredor y se voltea cuando llegamos a la puerta.

—No puedo explicártelo ahora, Donnan, necesito que te vayas.

Toma una de mis manos y la encierra entre las suyas.

—Ven a mi departamento esta tarde, quiero decirte algo —Asiento mirando hacia el pasillo. Cerciorándome de que Donna no venga—. Avril… —Su dedo índice se posiciona debajo de mi barbilla obligándome a verlo—. Por favor, quiero hablar contigo.

—No puedo hoy, iré mañana.

—Está bien. Te llamaré luego.

—Sí, bien, pero ahora por favor, vete —Se inclina hacia mí y deposita un beso en mi mejilla.

—Saluda a tu amiga de mi parte —murmura antes de irse—. Vas a tener que presentármela la próxima vez.

Seguro…

¿ACASO ESTÁS LOCO?

Cálmate, Avril. Él no sabe nada.

No debe saber nada.

¿En qué rollo nos hemos metido?

Resoplo recargándome contra la puerta una vez cerrada. Paso una mano por mi cabello enmarañado aun con la adrenalina corriendo por mis venas. No puedo creer lo que acaba de pasar, todo estuvo tan cerca…

Mi garganta se seca y camino hacia la cocina por un vaso con agua. Donna aparece segundos después, sentándose en un taburete de la isla. Toma una mandarina del frutero y comienza a pelarla. 

—¿Hoy no trabajas? —pregunta.

—No, tengo clases en dos horas hasta la noche —Miro de hito en hito el reloj. Son las once y media de la mañana y yo todavía no he desayunado. Con el vaso en la mano, me dispongo a sacar las cosas para preparar algo rápido y nutritivo para que mi estómago deje de revolotear tanto.

O quizás sean las hormonas gracias a los besos de Donnan. No lo sé, todo es posible.

—Avril… —No reparo en el tono de advertencia de Donna, sino que respondo con un sonido gutural mientras continúo cocinando—. ¿Por qué hay una gorra de chico en la alfombra?

 

DONNA




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