La teoría de 3+1

25. DONNA

20 de octubre

DONNA

No sé qué hago aquí.

Retuerzo mis manos entre sí contra mi estómago, como si de alguna manera pudiera callar el revoltijo de mis ácidos estomacales y el sudor frío que brota por mis poros, pero es imposible calmar a un cuerpo cubierto por una capa de frenesí causada por otro cuerpo humano.

Todavía tengo tiempo de dar media vuelta y regresar sobre mis pasos, aun no es muy tarde pequeña Donna.

Pero no, el impulso es más grande que fuerza de voluntad.

El revoltijo en mi estómago se vuelve más intensa conforme avanzó hacia la puerta del departamento de Donnan.

Quiero disculparme por lo del otro día, por haberme quedado dormida en su habitación, junto a él, mientras estaba ebrio. Quizás suene ridículo, pero no puedo dejar de darle vueltas a la cabeza y ya tengo suficientes cosas martilleando mi mente a cada rato como para agregarle más al asunto.

Salí prácticamente corriendo del lugar, sin apenas murmurar un par de palabras atronadas de disculpa. Él estaba medio dormido aun y yo estaba tan apenada que no podía ni mirarlo a la cara.

En parte, porque descubrí que me gusta Donnan más de lo que creía. Ahora, no sé qué hacer conmigo misma.

No saques excusas, solo quieres verlo.

Las palabras que Victorya dijo esta mañana, se rebobinan en mi mente una y otra vez.

Toco el timbre. Lo que me parece una eternidad después, la puerta es abierta por su amigo. Ángel se frota un ojo con una mano, señal de que acaba de despertar. Lleva la misma mano hacia la nuca rascando su cabello. 

—Donna ¿Cierto? —pregunta arrastrando la voz y yo asiento. Abre un poco más la puerta invitándome a pasar.

Camino vacilante, con la ansiedad arremolinándose en mi pecho. Sostengo uno de mis brazos contra mi cuerpo, tratando de apaciguar la sensación.

La luz del sol se filtra a través de los ventanales de cristal proyectando el resplandor de sol mañanero en la mitad de la estancia. Me remuevo incomoda sobre mi misma, sin saber cómo proceder.

—Ángel ¿Quién demonios viene a esta hora de la maña…? —Otra voz retumba desde arriba y Seth, el primo de Donnan, se queda parado a medio camino en el borde de las escaleras—. Oh, pero si miren quién es… ¡Hola, preciosa!

Reprimo el impulso que tengo de rodar los ojos, Seth es demasiado irritante. Y el apelativo con el que se ha empeñado en llamarme lo es aún más. Muerdo el interior de mi mejilla, observando como camina hacia mí con gesto arrogante. Quiero borrarle la sonrisita con un puñetazo en su perfecto rostro al recordar la soberbia manera en la que se comportó aquel día. 

—Si estás buscando a mi primo debes saber que no está —Se cruza de brazos recargándose contra una de las paredes—. Salió esta mañana a sabrá Dios donde, pero… —Ángel coloca una mano sobre su hombro dándole una mirada despectiva y aunque susurra puedo escuchar lo que dice:

—Compórtate.

Seth sonríe con malicia hacia mí.

—Tranquilo, hermano, solo voy a conversar un rato con Donna… Aunque quién sabe lo que pueda ocurrir….

Dios mío ¿Por qué?

 

AVRIL

El liviano aire que traspasa ventana semiabierta es lo primero de lo que me percato al abrir los ojos. Por un diminuto instante de letargo, todo lo que puedo hacer es observar el océano a la distancia donde las olas comienzan a sacudirlo, y entonces, una sonrisa se plasma en mis labios.

Me doy la vuelta, encontrándome con un espacio vacío al otro lado de la cama. La decepción se asienta en mi pecho haciendo que ese pequeño segundo de felicidad al despertarme, decaiga; no obstante, paso la mano por las sabanas arrugadas y descubro un pequeño papel doblado a la mitad. Clavo un codo sobre el colchón, incorporándome de medio lado antes de desdoblarlo.

Las mañanas en la playa son superiores.

Para qué negarlo.

El destello rubio del sol llama al fuego de un nuevo día.

Pero el cabello castaño bajo mi almohada.

Me querer quedarme ahí.

Hasta el atardecer.

Regreso pronto.

No te vayas aún.  

 

Una estúpida sonrisa aparece en mi rostro y me dejo caer de nuevo sobre el colchón; de inmediato, su embriagador aroma vuelve a abrazarme, haciéndome refugiar el rostro entre las almohadas una vez más.

Dije que, creía que me estaba enamorándome de Donnan. Pues no, ignoremos el creo y dejémoslo solo en: estoy enamorándome de Donnan.

Paso mi mano por mi cuello sin poder evocar la sensación que sus besos me causaban, mucho menos todo lo que me hizo sentir. Como si de alguna manera me hubiese traído de vuelta al mundo, haciéndome renacer, descalza, una vez más, con los pies sobre la cálida arena de una playa del caribe lleva de fauna, de gente, llena de vida…




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