La teoría de 3+1

28. VICTORYA

21 de octubre

 

VICTORYA

—Donna, ten cuidado —Me remuevo un poco sobre el banco cuando pincha mi cuero cabelludo con uno de los broches de camuflaje. Quise llevarlo recogido esta vez, por lo que le he pedido a Donna que me haga una trenza tipo corona con todo mi cabello.

Durante el proceso, me tomo un tiempo para tomar algunas fotografías para mis stories de Instagram.  

—Si dejaras de moverte tanto, lo haría —me riñe.

—No sé por qué estoy nerviosa —Suelto el móvil y tomo mi lápiz labial rojo anaranjado para comenzar a delinear mis labios.

—¿Qué tanto te gusta este chico? —pregunta, concentrada en mi cabello.

Suspiro, relamiendo el borde interno de mis labios.

—Más de lo que creo… Es tan intimidante y a la vez tan caballeroso. La otra noche me saco a bailar solo porque le dije que me encantaba hacerlo ¿Quién hace eso hoy en día?  

—Pues mucha gente.

—Es prácticamente un milagro toparte con alguien así en esta época.

—¿Por qué suenas tan renacentista? Por Dios, ese chico sí que te afectó.

—Es un príncipe azul.

—Suena más bien como uno de esos niños ricos de mamá y papá —comenta antes de soltar una risa sarcástica.

—No lo es Donna, es… Diría que es el chico perfecto para mí.

Y no estoy exagerando. He conocido muchos chicos a lo largo de mi vida por una u otra cosa y ninguno, absolutamente ninguno se parece a Donnan. Ninguno me ha hecho sentir lo que él hace. Su manera de mirar a las personas junto con ese aire lleno de honestidad y desinterés, y, a la vez con ese ligero toque de peligro y soltura que desprende su cuerpo, es… fascinante.

Me siento como una niña, y a la vez como una mujer cuando estoy junto a él.

Estoy decidida a dar el siguiente paso esta noche. Voy a confesarle lo mucho que me atrae a pasar de que ya se lo haya comentado en diversas ocasiones, hoy lo haré de forma oficial porque una mujer independiente que puede tomar la iniciativa.

—¿A dónde tan arreglada? —pregunta Avril entrando en la recamara.

—A la casa de mi futura suegra —Enfoco su silueta a través del espejo—. Y tú que dices ¿Desde cuándo usas vestidos? —Donna se gira para mirarla de frente.

—Ese vestido azul te queda increíble —le dice antes de volver a su trabajo con mi cabello.

—Pues… digamos que tengo una cita —Sonríe divertida.

—¿Con el chico de la biblioteca? —pregunto—. ¿Cuándo nos dirás su nombre?  

—Ese mismo —responde solo una pregunta e ignora por completo la otra. Sus ojos se posan en Donna un momento antes de bajar la mirada a sus pies, removiéndose incomoda. Me parece llegar a ver un atisbo de preocupación en su rostro, pero me abstengo de preguntar, ya lo haré luego.

Regresando a mi trabajo, aplico el lápiz labial con la agilidad característica de tantos años de práctica, termino justo cuando una notificación emerge en la pantalla de mi móvil. Alice me indicó que enviaría al chofer de la familia a recogerme personalmente para que no me molestara y tal parece que acaba de llegar.  

—Llegaron por mí —expreso dándome una última mirada al espejo, luzco perfecta y lista para seducir a mi chico—. Me voy.

—Asegúrate de usar protección —comenta Donna.

—¡Donna! —chillo como una niña—. Estaremos con su familia.

—Yo solo digo —Alza los brazos en señal de inocencia.

Sacudo la cabeza y tomo mi bolso.

—Nos vemos —Me despido de ambas con un beso en la mejilla y salgo de ahí.

 

 

La mansión de la familia Preston se encuentra ubicada en el lujoso vecindario de Calabasas; hogar de un montón de celebridades, donde cada casa en más grande que la anterior y, además del resplandor propio, para mi luce mucho más despampanante por el simple hecho de que un juguetón y travieso Donnan creció allí.

Palabras de su madre, no mías.

Me tomó un largo recorrido llegar hasta aquí desde mi departamento; a todas estas, el tiempo se esfuma cuando Alice me recibe con entusiasmo, dándome un ligero. pero cálido abrazo. ¿Es posible que tolere más a mi futura suegra que parte de mi propia familia? Y con parte, me refiero a mi madre.

—¡Dios Mío! Me encanta tu cabello con ese peinado y tu vestido —Se separa un poco de mi sin soltarme las manos—. ¡Estás divina! Pareces una modelo.

Sonrió ante su alago.

—Usted también luce preciosa, gozante de juventud —Es cierto, la madre de Donnan no aparenta los años que debe tener. Se ve muy joven, fresca y llena de energía, cosa que, después de perder a un hijo, es difícil. Pero ella parece afrontarlo muy bien.

O disimularlo muy bien.

—Ven, pasa.  Déjame presentarte a la familia —Una de las chicas del banquete pasa junto a ella con unas copas de Champagne. Alice toma dos y me tiende una; seguido de esto, me lleva hasta el interior de la casa donde todos los invitados hablan animadamente.  




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