La teoría de 3+1

31. DONNA

21 de octubre

 

DONNA

Summer pasa su esponjosa cola entre mis pies y por primera vez no me muevo, sino que le permito acostarse y acurrucarse a mi lado. No sé cómo es que terminé sentada en alfombra, la cual debe de estar llena de gérmenes, tampoco sé cómo es que ahora mismo no me ha dado un paro respiratorio.

Solo he dormido media hora y desearía no haberlo hecho. Dicen que los sueños pueden durar de cuatro a seis minutos y que ocurren justo antes de despertarte, pero yo sentí que el mío duró toda una vida.

Abrazo más mis piernas y apoyo mi frente sobre las rodillas. Una pequeña lágrima solitaria y rebelde se me escapa, cuando el revuelo de la pesadilla aparece una vez más.

Era muy pequeña, demasiado pequeña como para entender lo que estaba ocurriendo; demasiado grande como para poder olvidarlo. Durante mucho tiempo, gracias al cambio de cultura, logré suprimirlo en lo más recóndito de mi mente. Pero es ley: los secretos no pueden guardarse para toda la eternidad, mucho menos este.

No me gusta estar sola cuando las imágenes aparecen, no me gusta porque puedo salirme de control y hacer algo con lo que después me arrepienta. Avril y Victorya aún no llegan, podría llamar a mi hermana, pero no quiero; sin embargo, no quiero estar sola.

Me levanto de golpe con la mirada clavada en el teléfono de la cocina, porque es el que más cerca se encuentra, sin pensarlo dos veces, marco su número de teléfono. Dijo que podía llamarlo siempre que lo necesitara y ahora lo hago. Al tercer timbrazo responden, pero no es la voz de Donnan la que escucho.

—¿Hola? —dice a través del auricular antes de articular unas palabras hacia alguien más—. ¿Puedes por favor guardar silencio?

—¿Donnan? —pronuncio con un hilo de voz.

—No, soy Seth. Donnan está ocupado ¿Quién habla? —pregunta y un segundo después agrega—. ¿Donna? ¿Estás bien? —Asumo que vio el nombre de contacto.

—Yo… —Un nudo se me forma en la garganta—: Sí, solo quería hablar con Donnan.

—No suenas bien.

—Estoy bien… —Sin poder evitarlo un sollozo rebelde se me escapa.

—Bien, escucha. Donnan no está por aquí, pero puedes hablar conmigo. Prometo no ser pesado.

—No creo que pueda…

—Dame tu dirección, y así hablaremos mejor.

Cuando me doy cuenta, me veo a mi misma dándole la dirección del departamento.

—Bien, llego en un rato. Solo trata de calmarte.

 

 

Un buen tiempo después, el sonido del timbre retumba por toda la sala. Mi pequeño ataque de hace rato comenzó a esfumarse desde hace varios minutos, obligándome a bajar la guardia.

Al abrir la puerta, un Seth con expresión neutra aparece frente a mí. Y por inercia, mis ojos lo recorren de pies a cabeza: Trae puesto una camisa beige con los tres botones delanteros desabrochados y un pantalón negro.

Enarco una ceja.

—Alguien estuvo husmeando en Pinterest.

Se ríe de lado.

—Por favor, no lo necesito. Soy un hombre con estilo.

—Ujum —murmuro.

—¿Puedo pasar? —pregunta señalando con la barbilla detrás de mí. Suelto el aire y abro más la puerta. Solo me percato de que aún estoy en pijama cuando susurra:

—Bonitas piernas.

El calor sube hasta mis mejillas, reprimo el impulso de soltar un comentario hacia él y me limito a rodar los ojos.  Seth es muy molesto, pero se ha tomado el tiempo de venir hasta acá y no quiero ser grosera; aunque me muera de ganas por botarlo de aquí.

Sus ojos verdes recorren cada punta de la sala con cautela, mientras que los míos siguen sus movimientos sin perderse ni un detalle.

—¿Vives sola? —pregunta girándose hacia mí.

—No, vivo con dos amigas.

—Era de esperarse, este lugar desprende la palabra “Chica” por doquier —Da un último vistazo antes de dejarse caer sobre uno de los sillones individuales—. Entonces ¿Vas a contarme que sucedió? ¿Por qué estabas casi llorando?

—¿Realmente te importa? —Me siento sobre el sofá, cruzo los tobillos y apoyo mis manos sobre mis rodillas.

—Estoy aquí ¿No? —Apunta.

Humedezco mis labios con la punta de mi lengua porque de pronto los siento secos, quebrados al igual que mi garganta. Paso saliva y bajo la mirada hacia mis manos un instante antes de enfocarla de nuevo en Seth.

—Tuve una pesadilla —confieso, como quien no quiere la cosa—. Suena un poco infantil, lo sé. Solo….

—No creo que sea infantil, las pesadillas pueden atacar a cualquiera no importa la edad.

—Suenas como un psicólogo —Me echo a reír porque mi psicólogo me ha dicho esa misma frase con diferentes palabras en muchas ocasiones.

—Al parecer no elegí mal.




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