La teoría de 3+1

32. VICTORYA

21 de octubre

 

VICTORYA

Decir que me sentía mal, era quedarse corta.

Quería hablar, quería interrumpir a Alice. Ella no tenía idea de que Avril y yo somos amigas. Si hablo, lo más probable es que termine soltando una estupidez, y Victorya Moon no puede soltar estupideces.

Estaría engañándome si digo que no estoy molesta; estoy muy molesta, con Donnan, con Avril, con nadie en específico. Él sabía que yo venía y estaba convencida de que también sabía lo que siento por él, no hace falta ser un genio para deducirlo. Donnan estaba ahí cuando Alice me invitó por razones obvias, él parecía estar bien con la idea, pero luego se aparece aquí, tomando de la mano a otra chica que resulta ser mi mejor amiga.

Vaya nochecita

Avril está callada, quieta como una estatua y la mirada perdida en algún punto de la mesa. Esa no es la chica extrovertida que conozco como a mí misma, no, esa chica es aquella a la que se le pasan mil cosas descabelladas por la cabeza que luego, terminan causando problemas.

Desvío la mirada de ella, centrándola en el postre que acaban de servirnos; una crema de panacota con frutas tropicales.  Mi apetito se esfumó desde hace rato; sin embargo, no quiero ser descortés y termino pinchando un trozo de mango con un tenedor.

—Y dime Avril ¿De dónde conoces a Victorya? —La voz de Alice llega hasta mis oídos una vez más. Alzo la mirada, intercalándola entre Avril y Alice. La tensión es palpable y casi puedo sentirla enroscarse como una cuerda a mi alrededor la cual se conecta con mi amiga.

Los ojos de Avril viajan hasta mí, separa sus labios para decir algo, pero nada sale. Por lo que yo me adelanto sin pensarlo.

—De la universidad —pronuncio con una ligera sonrisa fingida hacia Alice. Sé que es una vil mentira, pero el ambiente ya está demasiado tenso como para agregarle más carga.

De reojo noto como Avril posa su mirada en mí, evito mirarla. Hablaremos más tarde, seguramente todo sea un malentendido que podremos solucionar; somos amigas, nada puede interferir entre nuestra amistad.

Espero.

—¿Tu que estudias Avril?

—Literatura inglesa —responde en voz baja.

—Oh —balbucea Alice y por el tono de su voz me indica que no le gustó—. ¿Escribes? —pregunta con insistencia y ese aire de querer sacarle información a alguien. No quiero sonar mal interpretada, Alice es muy gentil y una mujer de carácter; sin embargo, está claro que la presencia de Avril la sorprendió mucho. Ella misma me lo dijo.

Por otro lado, Donnan parece desconcertado por el comportamiento de su madre.

—No, no escribo.

Mentirosa.

Quiero golpearla con mi zapato por debajo de la mesa, pero reprimo el impulso. No aquí Victorya, solo termina con esto, luego los malentendidos se arreglarán.

Avril nunca nos ha enseñado sus escritos, pero tanto Donna como yo, sabemos que tiene una pila de cuadernos llenos de sus palabras en el armario de su habitación. Un día, hace muchos años Donna consiguió uno de ellos en su antigua habitación y Avril se puso eufórica, se lo arrebató, prohibiéndonos volver a tocar uno de sus cuadernos de escritura.

—Es una lástima —pronuncia, despectiva—. A Victorya le encanta tomar fotografías ¿No es así cariño?

Asiento, taciturna. 

—Mamá… —La voz de advertencia de Donnan hace que pose los ojos sobre él. Tiene la mandíbula contraída, claramente disgustado por el comportamiento de su madre.

—Donnan —dice, interrumpiéndolo—. Sabes que Victorya y yo estuvimos conversando y me pareció buena idea invitarla a nuestro viaje familiar la semana de acción de gracias si ella no está ocupada por supuesto. ¿Qué te parece la idea?

Los ojos de Donnan viajan de su madre a mí, por un segundo creo que van a detenerse en Avril, pero no lo hace.

—Si a ella le parece bien —Suspira y se recuesta sobre el respaldar de la silla.

—Me parece bien —Sonrió.

 

AVRIL

La cena concluyó con una suave conversación entre el resto de los invitados; por mi parte, no hablé más que para despedirme de los familiares de Donnan. Todo lo que quería era llegar a casa, después de todo, mi intuición nunca me falla.

Vic y yo no hablamos por razones obvias, las dos estábamos tan sorprendidas de encontrar a la otra que nuestra conexión de pronto parecía congelada en el tiempo.

—Avril… ¿Te sientes bien? Estás muy callada —La voz de Donnan me saca de mis pensamientos.

Aparto la mirada de la carretera, no puedo ver por completo su rostro por la oscuridad del auto en movimiento por las calles de Los Ángeles.

—Sí… —digo bajito, pero sé muy bien que no sueno para nada convencida—: ¿Puedo preguntarte…? —Gira su cabeza en mi dirección esperando a que continúe—.  ¿Eres muy cercano a Victorya?

—Sus padres son viejos amigos de los míos, a ella la conocí hace algunas semanas y sí, somos amigos… —Paso saliva.




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