La teoría de 3+1

36. AVRIL: PARTE II

22 de octubre

 

 

AVRIL: PARTE II

—No lo sé, quizás… ¿Las ostras? —La respuesta suena más como una pregunta.

—¿En serio, Avril? ¿Las ostras? Son lo más asqueroso que existe —Donnan no se molesta en ocultar la burla en su voz.

—Bien, no —Aparto la mirada de su rostro por un momento—: Diría que la pizza.

—Eso es mucho más creíble —Su dedo se pasea de arriba abajo por mi brazo, deteniéndose sobre mi mano para sostenerla entre sus dedos. Acaricia el centro de mi palma con su dedo pulgar y todo lo que puedo hacer es mirarlo embobada.

Al menos disimila un poco niña.

Estamos acostados sobre su cama, vestidos y enredados únicamente por sabanas que ocultan secretos y no podría sentirme más feliz, más eufórica, complacida, pero a la vez con ganas de más; no obstante, no alcanzo a evitar sentir una ligera culpabilidad dentro de mí al pensar que lo más probable es que esté traicionando a mis dos mejores amigas.

La amistad va primero, lo tengo bien claro. No debería estar aquí, no hasta que se arregle todo este asunto con ellas. A todas estas, no creo poder ocultar más mis sentimientos hacia Donnan. No somos nada de manera oficial, no tenemos una etiqueta, pero no me molesta para la nada la idea de confeccionar una.

Un ligero desconcierto me hace fruncir el ceño ¿Qué siente Donnan? ¿Es posible que su conexión con Victorya sea tan grande como dicen los rumores de pasillo? ¿Tanto lo quiere Donna?

La imagen de mi mejor amiga comentando aquellas veces en las que él la hizo sentir tranquila, segura y apreciada me hacen tragar con fuerza.

Me preocupo por ellas, por ambas, pero lo peor del caso es que, imaginarlo a él con alguna de las dos me hace sentir trastornada.

—¿Qué pensaste de mí la primera vez que me viste? —pregunto de la nada. Con el sabor amargo arremolinándose en la parte posterior de mi lengua.

—Que te veías bastante ridícula intentando no llorar frente a mí —Me abstengo de rodar los ojos—: Y graciosa —agrega.

—Pues yo pensé que eras de esos chicos arrogantes hijos de mamá y papá —Alzo una ceja—. Y si, tenía razón excluyendo la parte de la arrogancia. Resultaste ser todo un encanto Donnan Preston.

Veo su sonrisa socarrona.

—Pensándolo bien… —hablo de nuevo—: Si eres arrogante

—¿Qué puedo decirte? Soy Californiano, está en mi herencia —Esa mirada cargada de brillo llega hasta el rincón más recóndito de mi alma—: ¿Qué hay de ti, espanta pájaros? Creo que debería haberte apodado Lora porque no te callas ni un minuto.

—¿Qué puedo decirte? —repito.

Aparta un cabello rebelde por mi sien, presionando su frente contra la mía. Su cálido aliento me golpea la mejilla y una sensación placentera me recorre el vientre. De pronto, me besa despertando la chispa dentro de mí que comienza a revolotear por todo mi cuerpo.

Es un beso lento, de esos apasiónales que te hacen ver las galaxias repletas de estrellas. Nuestras lenguas danzan al ritmo de las nebulosas en el espacio exterior. La punta de su lengua deja un trazo húmedo sobre mis labios antes de atrapar mi labio inferior entre sus dientes.

Un segundo después, nos separamos.

—¿Tienes hambre? —susurra.

Asiento. Porque después de ese beso necesito un momento para recomponerme.

—Vamos, tendrás el privilegio de que cocinaré para ti.

—¿Y tú sabes cocinar?

—Por favor, Avril, me ofendes —Deposita un último beso corto sobre mis labios cerrados antes de levantarse.

 

 

—Tengo que ofrecerte una disculpa —pronuncio, en cuanto termino de sacar el último cubierto del lavavajillas automático.

—¿Así de secas? Esa clase de disculpas no van conmigo —Me observa desde el otro lado de la isla con gesto pícaro.

—Lo siento, es lo mejor que tengo para ofrecerte —Me encojo de hombros y de forma inconsciente me muerdo el labio inferior. No ha pasado ni un segundo cuando Donnan ya está rodeando la isla y deteniéndose frente a mí. Intento retroceder, pero olvido que estoy cerca de la barra, por lo que, solo logro dar un paso atrás.

—No lo creo —Sonríe y con solo anticipar sus movimientos descubro lo que trama. Trato de hacerme a un lado, solo para hacerlo sufrir, pero él es mucho más rápido y sujeta con ambas manos mi cintura alzándome hacia la superficie del mesón.

Se posiciona entre mis piernas que terminan colgando una a cada lado de su cuerpo.

—¿No fue suficiente lo de hace rato? —pronuncio con voz ronca.

Donnan suelta un gruñido en el borde de mi oreja y procede a besar mi cuello, lamiendo y dando pequeños mordiscos en zonas específicas que ahora conoce tan bien.

Sus manos se deslizan por mis piernas haciendo mi piel arder; En ese momento recuerdo que solo llevo puesta la ropa interior y la sudadera que él estaba usando más temprano. Por suerte no hay nadie más en el departamento.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.