La teoría de 3+1

EPILOGO

Cuando era una niña, una vez mi mamá me dijo que ese símbolo de amiga verdadera no existía, que solo era un estereotipo creado por la sociedad porque nos encantaba crear e imaginar cosas que parecían imposible.

Desconozco sus motivos para haber llegado a esa conclusión, pero con toda la seguridad del mundo, puedo decir que estaba equivocada.

Un amigo puede llegar de la nada o bien, conocerse poco a poco. Algunos se van, otros se quedan, pero lo importante siempre serán esos momentos en los que se rieron a carcajadas por alguna estupidez, en el cotilleo tan secreto que parecía contener los archivos clasificados de una nación, en las lágrimas derramadas en conjunto y en esa infinita cantidad de veces en las que cayeron juntos.

¿Los mejores amigos existen?

Yo creo que la frase está sobrevalorada, porque al cabo de un tiempo, los mejores amigos se convierten en tu familia y, como dijo Lilo, la familia nunca te abandona.

—¿Puedes contarme la historia de nuevo? —Mi hija y sus dos mejores amigas avanzan un poco más, arrastrándose sobre la alfombra de girasol. Tomo aire, medio sonriendo y miro por la ventana de la habitación. El crepúsculo del atardecer comienza a caer sobre el horizonte y las olas del océano comienzan a apaciguarse.

—Se está haciendo tarde, deberíamos de ir a cenar —Les dedico una pequeña sonrisa.

—¡Por favor! —corean al unísono.

—Al menos dinos ¿Qué pasó después?

—¿Quieren saber qué pasó con ellas?

Asienten.

—Continuaron siendo amigas durante muchos años más, y nunca más nadie volvió a separarlas. Ni un chico, ni la distancia, no había fuerza tan grande en el mundo que lograra separar su lazo.

—¿Y él?

No puedo evitar mirar la fotografía encima de una cajonera del otro lado de la habitación.

—Las cosas fueron mejores para todos, se sorprenderían de la cantidad de cosas que sucedieron luego.

—¿Nos las contarás?

—Quizás algún día —pronuncio con diversión.

Las tres se miran entre si y fruncen los labios.

—Bueno… ¡A comer! —Apoyo las manos sobre mis rodillas para ponerme de pie.

 —¡Pero…! —se quejan.

—Nada de peros, vamos a comer que ya deben de estar por llegar los invitados.

Con rapidez, arreglamos el desastre de juguetes y otras cosas esparcidas por el piso y vamos hacia la terraza. La mesa de campo larga donde vamos a cenar ya está cubierta por un mantel blanco y pequeños adornos de rosas y velas en alto para que los niños no las alcancen.

Las niñas me ayudan a terminar de acomodar los cubiertos y otro par de cosas alrededor y, para cuando todo el mundo comienza a llegar, ellas salen a corretear por la playa. Los invitados van tomando asiento mientras la noche comienza. Volteo hacia la puerta y veo a mis dos mejores amigas llegar con una sonrisa en el rostro, tan deslumbrantes como solo ellas pueden ser. Sus hijas corren hacia ellas para saludarlas después de haber pasado todo el día jugando aquí y miro con ternura como una de ellas acaricia el vientre redondo donde su hermano menor aguarda para exhalar su primer aliento.

Una vez en la mesa, con los platos servidos y una armoniosa conversación entre cada uno, entrelazo mis dedos con los suyos por debajo de la mesa y clavo la mirada en el rostro de mi esposo antes de voltear a ver hacia la playa, donde las niñas brincan en círculos cerca de la orilla.

¿Qué más podría pedir alguien?

Después de todo, siempre estuvimos erradas en nuestra teoría de tres. Porque sí puede haber uno más. Uno, dos, tres, los que el destino quiera dejar en tu camino.

Creo, que es una razón suficiente para quedarse.

Para vivir.

 

 

 

 

.

 

 

yyyyy.... se terminó<3 

La teoría de 3+1 fue la historia que me hizo enamorarme aun más de la escritura, esa que amé escribir y que continuaré amando aunque pasen los años. 

Muchas gracias por leer<3 

G. 




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