La teoría del amor por S. Holloway

Capítulo I; Simone

—Como bien saben la aerodinámica se desarrolla a partir de las ecuaciones de Newton. Con las ecuaciones de continuidad, cantidad de movimiento y energía se pueden obtener modelos que describen el movimiento de los fluidos. Un caso particular ocurre cuando el movimiento del fluido es estacionario, es decir...—que aburrimiento. ¿Por qué me deje convencer de hacer esto? Es tedioso y una completa molestia. Definitivamente la enseñanza no es algo que pueda llamarse mío, de hecho estoy a punto de cerrar la boca e irme de este salón. Mi irritación crece más y más cuando noto en los adormilados ojos de mis espectadores están más interesados en el paisaje detrás del cristal de la ventana. ¿Por qué estudian algo que no les provoca satisfacción? Es terrible ver cómo todo ese dinero y energía se desperdicia en vano. Casi siento compasión por los progenitores de estos chicos por gastar generosas cantidades de dinero en esta pomposa universidad… Repaso una vez más mi campo visual mientras sigo explicando la base más sencilla de la aerodinámica y me detengo cuando veo a una chica joven concentrada en el espejo de mano que sostiene con la izquierda mientras traza con su otra mano la silueta de su boca con un color rosado.—Señorita Kichler, si mi explicación no le resulta de interés siempre puede abandonar el salón y amablemente ceder su puesto a otro interesado—la señorita Kichler se detiene abruptamente y me ve con molestia, como si hubiese interrumpido algo de máxima importancia. ¿Cómo consiguió siquiera entrar a la facultad con ese nulo interés? Mi desilusión hacia esta universidad de gran prestigio nacional crece más, suspiro decepcionada y niego con la cabeza, aquí está el punto débil de la educación superior de este país. Universidades como estas deberían ser destituidas de su prestigio. 

—¿¡Estas loca!? Yo soy Catarina Kichler y soy la hija de—piso con fuerza sobre la superficie de madera hueca sobre la que estoy de pie y logro interrumpir su pretenciosa presentación, y exaltar al resto del cuarto de año de Ingeniera Aeroespacial de la Universidad de Ciencias Aeronáuticas de Moscú.

Cuadro los hombros y la veo directamente a los ojos, lo que causa cierta incomodidad en su persona por lo que veo:—No, señorita Kichler. No he perdido la cabeza ni la cordura, lo que yo considero un rotundo éxito ante tal clase como esta—los rostros del resto de los alumnos se arrugan en una mueca indignada. Me importa muy poco si me odian, no obstante considero que les vendría bien una lección del mundo real.—Escuchen con suma atención, damas y caballeros presentes… Recomiendo como profesional que soy que abandonen su idea de seguir con esta carrera. 

Oh. Eso oficialmente encendió furia en ellos. 

—¡Que!—y así un torrente de preguntas necias e insultos hacia mi persona empezaron a recorrer como agua. 

La señorita Kichler encabezó muchos de los insultos más vulgares hacia mi, sin embargo siento decepcionarla porque alguien tan pequeño como ella jamás me lastimara. No soy del tipo de ser humano que se sienta herido por cosas tan insulsas como las palabras de alguien con tan poca educación. Suspiro por segunda vez en la mañana y veo el reloj digital que está sobre el escritorio de madera que parpadea las 9.45 de la mañana, ni siquiera es tiempo del pequeño examen sorpresa que tenía preparado para estos jóvenes y ya quiero abandonar este lugar. Extraño el silencio y la tranquilidad que siento en mi habitación. Apoyo la cadera sobre el filo de una de las esquinas del escritorio y me sumerjo en mis pensamientos; por ejemplo la constante e irritable pregunta que ocupa mis días y mis noches desde hace medio mes. 

El amor. Ohg, solo el recuerdo de esa palabra de cuatro letras hace que me dé migraña. ¿Por qué decidí que era buena idea escuchar a la ama de llaves Hilda? Fue un error de mi parte y me culpo en su totalidad por las noches en vela y la inversión poco productiva que he hecho en nombre de esta investigación que no me lleva a ninguna conclusión sino a más indagaciones. He pensado mucho sobre el tema y cada vez que pienso más mis ideas se tornan confusas, es como si estuviera siguiendo un hilo y cuando creo que llegue al otro extremo del hijo surgen nuevos hilos que seguir, es tan frustrante que me provocan ideas de abandonar dicha investigación. 

—¡Que demonios sucede aquí!—¿Oh? Al parecer me sumergi demasiado en mis pensamientos y no noté la presencia de Jurgen, mi antiguo colega y actual decano de la facultad de ingeniería de esta universidad. El sujeto que me empujó a este suplicio tan irritante, ahora que lo pienso, debo estar molesta con el por hacerme venir a perder el tiempo en estos niños cuando bien podría estar gozando de tranquilidad y silencio en la comodidad de mi casa en las afueras de la ciudad.—¿Y bien? Espero una respuesta y la espero inmediatamente—pestañeo y lo veo cruzado de brazos en una postura que no admite réplicas. Es extraño verlo así ante mi. No hace más de un año que caminaba a mi lado con la cabeza gacha anotando todo—en su siempre confiable libreta—lo que podía atrapar de mi parloteo sobre los ajustes y renovaciones de la maquinaria aeronáuticas que armaba para la CAAI de Rusia. 

La habitación se ha quedado en silencio y nadie habla, determino que es mejor que yo hable para evitar que Jurgen se moleste más. Así que hablo:—Si me permites, Jurgen—su rostro se vira hacia mi con una de sus cejas rubias alzadas expectantes y yo quiero sonreír, es divertido verlo así evocando su actitud y comportamiento de antaño:—La reacción de estos individuos es totalmente culpa mía. Quizás les molesto el que dijera a simples rasgos que abandonarán esta carrera porque en mi humilde y más objetiva opinión están destinados al inminente fracaso—Jurgen me observa impasible y los murmullos vuelven a crecer. Noto que por encima de esas voces mezcladas se alza la voz femenina de la señorita Kichler y sonrío atrayendo la atención de Jurgen:—Aunque si me cuestionas quien de entre todos prospectos esta más destinado al fracaso diría con certeza que sería la señorita Kichler… Su falta de empeño y constante desinterés por todo me ha dejado sin palabras y paciencia por lo que sugerí que abandonara el salón y cediera su puesto a otro prospecto de la lista de espera. 




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