La tortura eterna

03.

Caminaron hasta la casa (que quedaba dos casas enfrente). Fernanda tocó la puerta. En poco tiempo abrieron la puerta. Una joven de cabello café claro con unos jeans entubados color gris y una blusa Abercrombie abrió la puerta. Les sonrió.

—Hola. ¿A qué se debe la visita?

—La nueva vecina quiso venir a saludar— dijo Laura.

—¿Desde cuándo tenemos una nueva vecina?

—Ayer.

La joven sonrió. Su cabello era rizado, llevaba unos Converse blancos y era realmente guapa.

—Me alegra que hayan querido venir a visitarnos.

—¿Y tus padres?— Preguntó Sharon.

La joven se quedó pensativa. Frunció el ceño.

—¿A qué te refieres?

—Me dijeron que aquí vivía una joven pareja. De seguro son tus padres.

—¿Hablas de mi novio?

—¿Tu novio? Perdona, no sabía que...

—Descuida.

—Bueno, si no es mucha molestia, me gustaría conocerlos.

—No hay problema. Pasa. Voy a decirle a mi novio que tenemos visitas.

—Por cierto. Me llamo Sharon, ¿y tú?

—Nicole. Un gusto conocerte Sharon.

Se dio media vuelta. Siguió caminando. En pocos minutos regresó con un joven alto, tez clara, cabello oscuro, una camisa azul marino, unos jeans, unos Vans de botas de color negro y realmente guapo. Iban tomados de las manos.

—¿A qué se debe su visita?— Preguntó el joven.

—Quería conocer a todos en el vecindario— respondió Sharon.

El joven sonrió de oreja a oreja.

—Cuando gusten pueden pasar a visitarnos.

—Muchas gracias.

—Amor —dijo Nicole—, vamos a comer.

—Por supuesto cariño— dijo el joven.

—Me llamo Sharon y acabo de llegar ayer con mis hijos.

—Pues espero que tengas una buena bienvenida. Me llamo Ryan y creo ya conocen a mi novia Nicole.

—El lugar es muy agradable y mis hijos están muy felices.

—No creo que sea por mucho tiempo— dijo Lorraine.

Laura pellizcó tan fuerte a Lorraine que dio un pequeño grito.

—Bueno, no quiero ser grosero, pero voy a comer con mi novia— dijo Ryan.

—Nos vemos en otro momento— dijo Sharon.

Ryan y Nicole se dieron media vuelta. Laura cerró la puerta.

>>¿Por qué no me habían dicho que eran tan amables?

—No convivimos mucho con ellos— respondió Lorraine.

—¿Y eso por qué?

—No son personas con las que nos guste convivir.

—Creo que no comprendo.

—Son personas muy amables. No convivimos porque ellos casi no salen de su casa— dijo Laura.

—Eso tiene sentido.

—Bueno, creo que ya es hora de irnos. De seguro tus hijos no tardan en despertar. Y creo que a tus hijos les gustará que les hagas de comer.

—Nos vemos entonces.

Se dio media vuelta. Cada quien se fue a su casa. Sharon abrió la puerta de su casa. Megan estaba en la cocina sentada en una silla.

>>Buenos días cariño.

—¡Mami! ¿Quién dejó estas canastas?— Dijo Megan abrazando a Sharon.

—Las vecinas amor.

—¿Puedo agarrar pastelillos?

—Claro amor, pero no muchos.

Sharon abrió el refrigerador. Sacó la leche. Agarró un vaso. Preparó leche con chocolate. Se la dio a Megan. Agarró un pastelillo de vainilla y se lo dio a Megan.

—¡Gracias mami!

Megan le dio una mordida al pastelillo.

—¿Tu hermano está despierto?

—Aún no mami.

Sharon agarró otro pastelillo. Mordió el pastelillo.

>>¡Mami! ¿Vas a dejar las canastas afuera?

—No. Ahora meto las cosas.

Sharon puso la fruta cada una en una bolsa. Metió las bolsas en el refrigerador. Envolvió los pastelillos y los puso en el refrigerador. Sacó la leche con café preparada. Tomó un sorbo. Mordió nuevamente su pastelillo. Metió la leche en el refrigerador. Megan trató de alcanzar el lava vajillas. Sharon le quitó el plato. Lo puso en los trastes sucios. Los lavó. Terminó su pastelillo y se sentó en la sala. Megan fue corriendo hasta donde estaba Sharon y se puso al lado de ella.

—¡Mami! Me encanta este lugar.

—Ésta es ahora nuestra casa.

—¡Hurra!

Megan abrazó con fuerza a Sharon. Pocos segundos después se escucharon unos pasos. Sharon le dio un beso en la frente a Megan. Segundos después se escucharon los pasos cada vez más cerca. Francisco apareció unos segundos después.

—Mamá —dijo Francisco—, tengo hambre, ¿qué hay de comer?

—Puedes agarrar pastelillos del refrigerador y leche.

—¿Compraste pastelillos?

—Las vecinas trajeron unos obsequios.

—¿Qué clase de obsequios?

—Canastas con comida.

—¡Genial!

Francisco abrió el refrigerador. Sacó la leche con chocolate, los pastelillos y unas fresas. Cerró el refrigerador. Limpió las fresas. Agarró un vaso. Se sirvió la leche en un vaso. Mordió el pastelillo. Tomó un sorbo. Se comió las fresas. Una vez que terminó se fue hasta donde estaban Sharon y Megan.

>>¿Y bien? ¿Cuánto tiempo nos vamos a quedar?

—Para siempre.

—¡Hurra!— Dijo Megan.

—¿Mi papá vendrá a visitarnos?— Preguntó Francisco.

Sharon hizo una pequeña mueca.

—No hemos visto a tu padre desde su funeral.

—Eso lo sé, pero aún quiero verlo.

—Lo entiendo amor, pero creo que aún no es tiempo.

Por unos segundos nadie dijo nada. Megan se paró del sillón.

—Mami, ¿a qué escuela vamos a ir?— Dijo Megan.

—Una que queda como a una hora, según me dijeron las vecinas.

—¿Los hijos de Brenda también van a esa escuela?— Preguntó Francisco.

—Sí.

—¡Hurra!— Dijo Megan.

Empezó a dar brincos. Francisco abrazó a Sharon.

—Megan cariño. No te vayas a caer.

—No mami.

—Por cierto mamá —dijo Francisco—, ¿en qué vas a trabajar?

—Estoy escribiendo una novela de misterio cariño.

—Es genial que tu trabajo sea en casa mami —dijo Megan—, así no tienes que salir o desvelarte.

—Claro que sí cariño. Yo quiero pasar el tiempo que sea posible con ustedes. Los quiero a los dos.

—Yo también te quiero mami.

—Yo también te quiero mamá— dijo Francisco.



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En el texto hay: muerte, famila, casa

Editado: 16.12.2020

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