La última canción

Ximena

 

 

—¡¿Por qué?! —le grito la chica intentando que su voz sonara firme, pero le fallo.

—Por qué sí —dijo él con simpleza.

—¡Dame una maldita respuesta bien! —le exigió.

Él vacilo, no tenía ganas de volver a tener la misma discusión de todas las noches, lo único que quería era irse a la cama, descansar un poco antes de irse a bañar para poderse deshacer del olor a sexo que llegaba imprecando en su cuerpo. Pero Ximena le se impuso, no lo dejo dar un paso más hacia su habitación; ella quería respuesta y aunque eso le doliera no descansaría hasta obtenerlas.

—Déjalo estar y punto.

Él por su parte sigue ignorando sus preguntas, la sigue tomando como una loca que está enferma de celos, pero lo que él no sabe es que ella ya sabe toda la verdad detrás de sus mentiras, pero no es capaz de creerlas hasta que él no se lo diga de frente como él “hombre” que decía ser antes de todo esto a lo que él llamada: un show de celos.

—¿Desde cuándo? —lanzo la pregunta sin titubear. Él corazón se le caía a pedazos, el pecho le subía y bajada y a pesar de ser una chica de bastantes sentimientos no se digno a que él la viera llorar, no le iba a dar el gusto de que él la consolara y el dijera las mismas palabras de siempre, porque ya no estaba dispuesta a seguir jugando el mismo juego (o al menos no de la misma forma que antes).

—Desde hace tres años —dijo sin descaro alguno.

Levanto la vista para encontrarse con sus ojos color café claro de ella, su pulso se altero mucho más cuando el volvió a hablar restándole tanta importancia a sus palabras por sus acciones:

—Ya me has perdonado antes por follarme a cualquier chica. No seas tan dramática, ni que fuera le fin del mundo.

Sus puños de Ximena se cerraron a sus costados. Pero él tenía mucha razón, no era la primera vez que la engañaba, no era la primera vez que le hablaba en ese tomo y tampoco era nada fuera de lo común que ella lo perdonara y corriera a sus brazos en busca de eso que ella suele decir que solo él le puede llegar a dar “amor incondicional”.

—Tienes razón —dijo en voz bajita—, pero en las otras ocasiones habían sido chicas cualquieras —pronuncio con desprecio— ¡Pero está vez fue una de mis jodidas mejores amigas de toda mi puta vida! ¡Tres putos años! ¡Los mismo que me han visto la cara de pendeja y tú siempre lo negaste! ¿Por qué mierda lo hiciste?

Él trago en ceso, jamás se había alterado de esa forma.

Ximena solía ser la chica más sumisa para él, nunca le reprochada nada, siempre que él la necesitaba ella iba corriendo a sus brazos, y si él quería la terminada y después hacia como si ella hubiera sido la mala, nunca aceptada sus errores y siempre dejaba que ella los asumiera como suyos. Ximena aferrándose a un sentimiento que no existe mientras que él disfruta de la vida mientras la hace sufrir sin compasión.

—¡Por que ella es mucho mejor que tú!

La última palabra la destrozo, sus rodillas le comenzaron a temblar y de repente su cuerpo cayó al suelo en un sonido bastante ensordecedor, hacía tres semanas que, no comida bien, tampoco tomada sus medicamentos como debería de hacerlo, no tomada la suficiente agua como para poder seguir manteniendo su cuerpo estable. La impotencia la hizo perder por unos segundos el conocimiento llevándose un buen golpe en la cabeza por la caída. Mientras esos minutos fueron eternos para ella, para él fueron como si nada hubiera pasado, se encamino hasta la cocina, tomo un baso de la alacena y después prosigo a llenarlo con el agua del grifo; regreso a la sala de estar y sin dudarlo se lo tiro encima para hacerla despertar.

Ximena reacciono al instante, el agua esta congelada y aunque sabe que a él no le importa nada ya su vida se levando de golpe, su vista era aun bastante borrosa, su cabeza le sigue dando bastante vueltas, pero eso no significa que el coraje se le hubiera bajado u olvidado. Al contrario, estaba más vivo que antes. paso una de sus manos por su cara y después por su cabello retirando cualquier rastro de agua sobre ellos.

—No voy a seguir jugando este juego —dijo con determinación cuando encontró su voz.

Él la miro con desaprobación.

Se acerco lo suficiente hasta donde estaba Ximena parada, la tomo por las muñecas provocándole un poco de escozor en la presión que comienza a ejercer sobre su piel, su agarre cada vez se iba reduciendo más y más, sus quejidos de dolor se ahogaban en el nudo que se le había formado en su garganta.

—Me lastimas —dijo de nuevo Ximena con la voz completamente quebrada.

—¿Y crees que eso a mi me importa? —le pregunto. Ella negó y se comenzó a forcejear—. Claro que no me importa si te hago daño, si te dejo marcas, por que tú ¡eres mía! Y si no eres mía no serás de nadie —dicho esas últimas palabras, él la lanzo hasta el otro lado de la sala haciéndola caer de nuevo. Su costado derecho cocho contra le barra que dividía la cocina de la sala de estar.

Por su cabeza de ella pasan miles de pensamientos malos, él podría terminar con su vida si se lo proponía y sabía que al final le echaría la culpa a ella por haberlo provocado. Y sí, posiblemente él se llevaría todas las de ganar ya que nadie podría decir lo contrario y ella menos frente a sus amigos.

Como pudo Ximena encontró las suficientes fuerzas para poderse volver a levantar. Pero él fue más listo que ella, la tomo por el cabello arrastrándola por el piso hasta llevarla a la habitación, sus gritos y sus sollozos resonaban por todo el departamento, pero él seguía sin hacerle caso, no le mostraba piedad o incluso sentimientos mientras le hacia daño. Al pasar el umbral de la habitación la tomo de uno de sus brazos levantándola y aventándola nuevamente, pero esta vez hacia la cama. Lo peor que paso por su cabeza era que él intenta abusar de ella, y vaya tal vez él pudo leerle el pensamiento mientras le rompía la ropa, la tomada por la fuerza lastimándola. Los gritos que brotaban de su garganta eran ensordecedores, desgarradores, pero ya era demasiado tarde, su mente se puso en blanco. Se rindió. No tenía tantas fuerzas como para retirárselo de encima.




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