La última canción

Capítulo 5.

El concierto.

Ximena.

Ni siquiera han dado las doce del mediodía y Billie, Elizabeth y Tasha ya ha irrumpido en la tranquilidad de mi hogar tan temprano. Odio tener tanto ruido por las mañanas casi medio tardes como la de hoy y vaya que para mi sorpresa el día del concierto ha llegado y no tengo ganas de ir, hoy simplemente amanecí con tan pocas ganas de seguir viviendo que ni he tenido las fuerzas suficientes para desayunar algo que no sea café.

—Venga chica —Elizabeth me intenta animar—, cambia esa cara, pon una menos… pues menos aburrida que hoy es un día para gritar, brincar e incluso hasta llorar —lo último vaya que lo ha puntualizado bastante. Con ese asentó que ella aun posee después de tanto tiempo aquí.

Llorar, hace semanas que no he llorado, pero aun puedo sentir como ese gran nudo en mi garganta aún sigue ahí como un recordatorio de que seguiré llorando hasta que puedo formar un gran rio con mis lágrimas.

Estamos sentadas en las sillas que mamá mando a poner en el patio trasero frente a la gran casa que también le mando a hacer a April, mi sobrina, su única nieta y la consentida de todas las mujeres que habitamos esta gran casa. April es la única de mi hermana mayor, Cher, si llama como la cantante y actriz que sale en la película Noches de encanto qué por cierto es una gran película. April tiene a penas tres años de edad por lo que Cher ha tenido que terminar sus estudios bajo presión y trabajar al mismo tiempo que mamá y yo le ayudábamos a cuidarla mientras ella trabajaba y estudiaba para darle el brillante futuro al igual que el que mamá nos dios a las dos.

Las cuatro aun nos encontramos con el pijama puesto, con las caras de muertos y con moños mal hechos.

—¿Saben que podemos hacer? —pregunta Tasha levantándose de su asiento.

—¿Qué? —rebuznamos las tres al mismo tiempo.

—Ir por un poco de comida, me estoy muriendo de hambre desde que salimos del departamento —sí bueno ustedes por qué yo sigo sin tener hambre. Pero como si mi madre les hubiere leído la mente salió con la pequeña rubia detrás de ella con una gran bandeja de comida.

—Para mis chicas preferidas —dijo mientras dejaba la bandeja sobre la mesita. April por otro lado se fui directo a la zona en donde están todos sus juguetes. Me gusta observarla, es como la parte más reconfortante de tenerla dentro de mí vida ya que le da tantos colores a mi vida gris.

Las chicas hablan de algunas cosas de las cuales completamente no soy consiente ya que no quiero escuchar. Es como si desactivara mis sentidos auditivos y solo me concentrase en observar a la pequeña ricitos de oro de ojos azules y piel blanca que corre por el jardín riéndose y haciendo girar su peluche de conejo que le he regalado por navidad. Quién me hubiera dicho que hace tres años mi vida iba a tomar tanto sentido con una bebé en casa. Una niña pequeña tan frágil que nos iba a cambiar la vida a todos, e incluso a papá, aunque ya no viva dentro de esa casa la ama tanto que quisiera llevársela cada que viene a visitarnos. Lo comprendo, todas las personas que la conocen quedan completamente hipnotizados por el azul tan potente que tiene su mirada.

Después del almuerzo nos subimos a mi habitación en donde todas y cada una de se comenzaron a meter a bañar en mi baño, mientras ellas hacían eso yo estaba tan concentrada en encontrar un centro de inspiración para poder entregar mí proyecto final con los cascos puestos y mi música a todo volumen para no distraerme, pero es imposible cuando tienes que estar viendo por encima de la pantalla como entran y salen, entran y salen y nada cambia de ellas. Me pesa tener que admitir que el silencio y la paz dentro de mi habitación no es un gran factor para poder encontrar algo bueno o un sitio bastante solitario, pero al mismo tiempo es algo que tiene de hermoso estar en California. Sentí la mirada clavada y pesada de la rubia sobre mí cuando cerré el portátil y lo dejé sobre mí mesita de noche, abrió y cerro su boca, pero antes de que fuera capaz de decirme algo entre a mi baño y me encerré; ya era mi turno de meterme a bañar aun que fue más a regañadientes que de ganas.

—¿Me prestas tu chaqueta negra de cuero? —me pregunto casi gritando.

—Ya qué —le respondí.

No podría esperar menos de mi mejor amiga. Siempre hemos compartido ropa por lo qué a veces es difícil decirnos «no» cuando ya nos conocemos y lo tomamos, aunque no queramos.

 

🎤🎶🎙️

 

Son exactamente las seis de la tarde y hemos llegado al sitio del concierto una hora antes de que den inicio o que nos dejen entrar. Las chicas se han tomado una gran foto al igual que nuestros boletos para subirla a redes sociales. Estoy segura de que mañana me terminare arrepintiendo por postearla en mis historias de Instagram si no me terminan gustando. Su emoción es bastante notoria mientras que la mía pareciera ser la de una gran aguafiestas que más que por gusto lo han arrastrado al infierno —en este caso un concierto de una banda que no conoce— y que duda bastante que le vaya a terminar por gustar.

—Estoy muy feliz —chillo Billie.

—Siento que el corazón se me saldrá del pecho —agrega Tasha con emoción.

—Me muero si es que lo tengo enfrente de mí —finalizo Elizabeth.

La verdad es que no comprendo ni una sola cosa dentro de su emoción.

—¿Tener enfrente a quién? —me atreví a preguntar.

—Al vocalista —las tres casi me asesinan con su respuesta tan agresiva.

Levante mis manos en forma de rendición.

Diez minutos más tardes las puertas se comenzaron a abrir y los trabajadores nos comenzaron a dejar pasar por cada puerta dependiendo del tipo de boleto que hayan comprado, por suerte o mejor dicho para mi mala suerte nos toco hasta el frente, si hasta dónde casi puedes tocar el escenario, ahí es en donde se le ha ocurrida comprar los boletos a mi loca, pero más amaba mejor amiga desde los seis años de edad.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.