La última canción

Capítulo 45

More. 

Legarda. 

En una semana han pasado tantas cosas que ni siquiera sé por dónde debería de empezar.

Hemos pasado de ser incognitos a ser un blanco clave de los ancianos, sobre todo yo más que ellos. Malditos espías.

Ha sido una semana de locos. Todo el mundo se ha comenzado a poner como un loco dentro de la casa, peleas por donde sea que uno quiera ir a buscar paz se pueden escuchar los gritos. Me gustaría decir que el patio es un buen estimulante de la tranquilidad, pero cuando la paz llega por alguna razón los gritos o de Cristal a Mitchell me hacen abrir los ojos de golpe. En otras ocasiones los gritos de Padme a Alonso son los que me hacen perder la maldita cabeza, esos dos algún día entenderán que la paz es necesaria, aunque entre ellos solo haya tensión sexual.

Por lo menos el día de hoy ha estado demasiado tranquila para mi gusto.

El silencio de la casa es un gusto bastante culposo. Padme ha ido de compras con Cristal según para una sesión fotográfica para una conferencia que daremos en Madrid en un par de semanas creo. Alonso está encerrado en su habitación después de haber tenido un colapso mental sobre su control en la sangre y Mitchell, bueno que puedo decir que él. Creo que no es necesario decir que el dramático también se ha ido de compras con las chicas. Realmente me gusta la tranquilidad que se respira —metafóricamente— dentro de la casa.

El sonido de mi teléfono me hizo acercarme de forma inmediata la mesita de noche junto a mi cómoda. Reconocí el sonido del mensaje de texto de Alexia, pero no tenía idea de que estuviera cercas.

Mi amor: Nos vemos por la noche, mor. ¡Vamos a salir!

Bueno al menos no dijo algo menos autoritario. Me gusta saber de ella, aunque sea un mensaje de texto en donde ejerza más una orden que una maldita petición. Es el segundo mensaje que me llega de ella y no es la primera vez que siempre le respondo que no me siento de ánimo para ir de fiesta con ella.

—¿Entonces si iras con ella? —la pregunta de Alonso me hizo elevar mi vista hasta donde está él. Tiene cara de muerto. Literalmente. Pero es normal después de lo que paso.

—Sí no quieres que vaya solo dilo, A.

—Necesito que dejes de pretender ser una mala niñera que únicamente quiere ver por mi salud.

Se que eso lo hizo una maldita queja que hasta mí me dolió.

—Únicamente me preocupa tu salud —le reste importancia a su comentario.

—Hace seis años que has dejado de ejercer como medicó. —Me recordó—. No necesito que ahora seas el Dr. Stone, ya me ha visto Carter y dice que posiblemente la sangre estaba alterada.

—¿Te dio una respuesta más detallada? —pregunte mientras cogí mi chaqueta de cuero de la cama.

—¿Es en serio?

—Solo quiero saber, es todo, Alonso, no es un grano en el culo.

—¡Tú eres el grano en el culo!

Posiblemente. Tal vez. Pero no lo voy a reconocer. Me importa su maldita salud y haré todo lo que este en mis manos para ayudarlo, aunque él no quiera y eso me consta demasiado.

—Envenenamiento —me corto de raíz.

—¿Belladona? —pregunte.

Él asintió.

—Con sangre de dragón y otra partícula desconocida —explico él sin mucho ánimo.

—También contenía sangre de basilisco y de un zorro de tres cosas, ¿cierto?

—¿Cómo lo sabes?

Le regale una sonrisa de cómplice.

—Tuve acceso a tus análisis. Carter pidió una segunda opinión antes de darte un diagnóstico ético de él. —Hable con firmeza—. No fue accidental, Alonso, fue apropósito. Los morales no conocen esa clase transfusiones sanguíneas; con decirte que ni siquiera saben si existen o no los zorros de tres colas o un basilisco que no haya salido en las películas de Harry Potter.

—No quería tu opinión sobre esto. —Se quejo.

—Y mi deber es mantenerte con vida, aunque tú no quieras.

Me mostro el dedo corazón antes de que me acompañase a la puerta de la entrada.

—¿Estás seguro de que no quieres que me quede? —volvió a preguntar.

Él volvió a negar con la cabeza.

Se que se quiere deshacer de mí y, que mejor forma que hacerme salir con Alex.

—Si no sales ahora mismo estoy seguro de que Alexia tirara la puerta de una patada y yo no sabre que explicación darle a Cristal cuando regresen del centro de la cuidad.

—No le dirás nada por qué eso no va a pasar.

—Entonces mueve ese culo de aquí y sal de mi vista de una vez. Podría soportarla la voz ruidosa de Mitchell cuidándome hasta que regreses. Quiero que seas tu quien limpie mi sangre antes de que me vuelva a dicto a estas drogas sobrenaturales con las que todos los días mueren más como nosotros.

Solté una gran carcajada. Tome la manija de la puerta y la hice girar para abrirla y corroborar que la pelinegra ya me estaba esperando con un vestido que le sienta de lo mejor.

—No te muertas antes de que llegue, ¿puedes hacerlo? —hable con un poco de sarcasmo.

—Moriré cuando alguno de los dos tenga que morir, pero antes no.

Eso fue lo último que platicamos antes de que me acercara a saludar a Alexia.

Salir de casa es algo demasiado difícil de conseguir de mi parte. Pero la pelinegra me ha sacado a regañadientes, ha jurado que es cercas de casa y que me haría demasiado bien salir y sacar la cabeza al aire, aunque no sea un perro, pero necesitaba despejar mi cabeza de tantas teorías. Alonso no es el primer caso del que Carter y Mérida se encargan y siempre terminan recurriendo a mí para del el diagnostico final y me agrada, pero a veces pienso que solo están creando un maldito veneno tan mortífero para un ser de mayor capacidad.

Por mi cabeza pasan un millón de teorías que básicamente no tiene los suficientes estudios como para ser llevado antes los ancianos y todas esas cosas que se deben de hacer cuando se quiere presentar un caso ante la corte. El príncipe es un maldito desastre a penas y lo pude mirar a lo lejos cuando su padre, el rey me llamo para una audiencia y él simplemente dijo que le importaba una mierda lo que pasara. Dixon y yo tenemos historia, pero no una bastante buena como para quererla contar, solo es una historia y punto final.




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