La última canción

Capítulo 72

La vida jamás será justa. 

Ximena. 

Muchos autores hablan de la vida, de lo que una persona debe pasar y las cosas que deben superar con el paso del tiempo. Otros hablan sobre las superaciones de las pérdidas que suelen tener las personas y otros hablan del duelo, del cómo lo pasan y como lo superan y lo difícil que suele ser tener que despedirse de alguien que claramente no estaban preparados para perder, del miedo que les provocaba hacerlo y sobre todo de cómo se sintieron después de dejarlos ir por completo. Recordarlos es la mejor manera de mantenerlos vivos dentro de nuestros corazones o al menos mantener vivo su recuerdo nos ayuda a seguir sintiendo que es parte de nosotros y que jamás nos han dejado. Elizabeth era de esa clase de chicas que no buscaba nada, pero cuando encontraba algo no era plata en realidad, ella siempre encontraba oro. Fue mi persona cuando la necesite, fuimos compañeras dentro de relaciones toxicas, nos callamos las agresiones y entre otras cosas que morirán con nosotras.

Sabía que ella sufría demasiado después de terminar con Jack. Decía que era la peor y la mejor decisión que pudo haber tomado para la vida de los dos. Ella no buscaba arruinar la vida de Jack con sus tonterías lo que ella quería era alejarlo del mal que ella le provocaba cada que se ponía obstinada, que buscada la manera de poder terminar con él; siempre me pedía ayuda para no ahogarlo en su miseria, no quería ahogarlo con ella, quería que lo salvaran. Elizabeth no hizo nada malo, ella siempre fue una buena chica y todos lo sabíamos. Despedirme de ella fue lo más difícil que he tenido que hacer en mí vida, pero lo más valiente que tuve haber hecho fue decirte que tal vez en otra vida no la podré salvar y ayudarla, pero en está ya puede descansar en paz lejos de él, del dolor y de todo el mal que cargaba dentro de ella.

Pero en realidad lo que yo quería decirle era: quédate, que sin ti no puedo; yo no puedo sola. Llévate este silencio, desdibuja todo el mido. Sácame de aquí, sálvame a mí. Pero no lo hice, no tuve el valor de hacerlo. Pero de algo si estaba segura y era que estaba viendo la imagen de mi alama gemela muerta. La imagen de la persona que me demostró que más allá de la desesperanza existen persona tan buena y amorosas como ella que te muestran el lenguaje del amor de distinta manera, ella era el amor de mi vida y la imagen que estaba observando era una pálida y sin vida, sin alegría y sin dolor alguno.

Esas eran en realidad las palabras que le quería decir antes de que la bajaran. Antes de tirar ese tulipán blanco, su flor favorita. Le lancé un beso al aire como solíamos hacerlo y le dije adiós un adiós que me arranco el aliento como también el sentido común de la vida y la esperanza de que las cosas malas solo les pasan a las personas buenas.

—Déjame ayudarte —dijo acariciando mi mejilla con delicadeza limpiándome mis lágrimas.

—¿Cómo? ¿Cómo pretendes ayudarme?

—Solo déjame ayudarte a que la carga no sea tan pesada. Quiero ser parte de tu perdida. Quiero estar contigo. Quiero ayudarte a superar tú dolor.

Sus palabras son demasiado sinceras.

—¿No me dejaras sola?

—No. Está vez me quiero quedar.

—¿Conmigo?

—Siempre contigo cariño.

 




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