"¿Qué es una persona, sino las huellas que deja?"
—V. E Schwab.
Capítulo 84
Millones de razones.
Legarda.
Kate está descansando sobre mis brazos, desde que llegamos únicamente quiere estar en mis brazos, me abraza como si tuviera miedo. Su dolor me causa un poco de incomodidad, pero lo soporto únicamente por ella. Jack y yo hemos estado cuidándola por las noches, intercambiado los días. Algo bueno salió de este reencuentro y es que a ella le causo demasiada gracia cuando le dije que se le habían juntados los hombres, y no era un chiste Froy no conocía a Jack en persona por lo que al principio había un poco de incomodidad, pero lo superaron cuando ella les pidió que no se llevasen del todo mal que los dos forman parte de su vida y son realmente especiales e importantes para ella mientras que yo era quien debería de estar celoso, pero en realidad solo nos causó un poco de risa.
—Luke —me llamo despegando su rostro de mi pecho. Aún está un poco adormilada.
—¿Dime preciosa?
—Cuando me muera puedes hacer algo por ti.
Sus palabras me dolieron. Lo dice con tanta facilidad.
—Kate —arrastre las cuatro letras de su nombre con dificultad—. No es momento de hablar sobre la muerte, aun ni siquiera se oculta el sol y sale la luna y tú ya estás pensando en la muerte. ¡Joder!
Dejo escapar una pequeña risa.
—Pero de verdad quiero que hagas algo por mí cuando ya no este, ¿podrías hacerlo?
—Haría cualquier cosa por ti, preciosa —deposite un beso en su frente fría.
Kate tardo un par de segundo en volver a hablar, pero cuando lo hizo sentí que volvía a estar vivo.
—Quiero que le entregues algo a Jack que tengo en mi escritorio en uno de los cajones que tienen llave, la llave la encontraras dentro del bolso en donde tengo mi vestido de graduación y únicamente quiero que tú se lo entregues. Tiene una nota con las instrucciones que debes seguir y también ahí mismo está algo que nunca pude entregarla a Froy pero que debes ser tú quien se lo haga saber, ¿me entiendes?
—Yo haré eso por ti, preciosa.
—¿Me lo prometes?
—No, Kate, no te lo promete. Te lo juro.
—Nunca cambies idiota —se comenzó a reír antes de que un ataque de tos la alcanzara.
—Lo que tú ordenes, preciosa.