La Última Carta

2. Un par de patines

Y pensar que con una pista y un par de patines te puedes olvidar de todo.

Patinar es de esas actividades que me llenan y me hacen sentir con vida. Me complementa. Puedo sentirme libre. Es la forma que encontré para expresarme y ser yo misma. Es un sueño que va y viene, que se adentra en mi ser y se adueña de mis sentidos y sentimientos; ocupa cada espacio.

Patinar no forma parte de mi vida. Patinar es mi vida.

Lo hago desde muy pequeña, mi padre me enseñó. Me atrevo a decir que le gustaba tanto o incluso más que a mí. Lo extraño. Por mucho que hable todos los días con él y de mantener una buena comunicación. Su ausencia se siente y mucho. Me han dicho que es cuestión de acostumbrarme, pero ya son tres años y no logro hacerlo. Y estoy consciente de que nos ofrece un mejor futuro a mi hermana y a mí, pero no cambia el hecho de querer tenerlo aquí, a mi lado, como antes.

Le ofrecieron un trabajo fuera del país. Viene a visitarnos cuando puede, se queda una o dos semanas y después vuelve a marcharse. Por eso cuando viene aprovecho lo más que puedo, ya que no pasa muy a menudo. A pesar de todo la comunicación es buena, hablamos a diario, él me cuenta sus cosas y yo las mías.

La canción terminó y yo finalice la rutina. Mi respiración estaba agitada tras el esfuerzo que había hecho durante los últimos minutos.

A mi encuentro vino un hombre alto y esbelto, con la barba bastante pronunciada. Juampa, mi entrenador.

—¿Qué tal lo hice? —pregunté en un suspiro.

—Mejor que las ultimas veces. Mucho mejor Kenda.

—¿Pero...?

Por su mirada lo deduje. Además, siempre hay un «pero». Siempre.

—Completa los pasos. Te me emocionas y te alocas.

—Es que al rato del rato solo me dejo llevar.

—Estas trabajando con movimientos corporales de nivel 4, y me parece genial como lo estás manejando. Debes de tener más presión en los giros sobre todo cuando son seguidos.

—Lo se.

—Te exijo porque estas en un nivel avanzado. Confía en ti y sigue la rutina. Se que es solo una presentación en el colegio y no se dan cuenta. Pero yo te estoy guiando para ser profesional y recuerda que los detalles...

Me quedo mirando para que termine la oración.

—Los detalles hacen mucha diferencia —recite asintiendo con la cabeza.

—Exacto. Y otra cosa más, tus brazos los necesito más firmes, no los sueltes.

—Está bien.

—Lo demás todo increíble. Me gusta la rutina.

Le dedique una sonrisa. Sabía que aún tenía que mejorar en muchas cosas, pero es parte del proceso y el esta consciente de ello. Es estricto, pero a la vez comprensivo y sobre todo amistoso.

—Interesante elección de canción. Me gusta, es bonita —agregó tas un leve silencio.

Fight Song de Rachel Platten, fue la canción que elegí para la rutina. Me encanta la letra y el ritmo. Es una canción hermosa.

—¿Qué traje vas a ocupar?

—El blanco con celeste, el que ocupe en el nacional del año pasado.

—Genial y con los patines blancos, recuerda limpiarlos, la última vez que los vi eran plomos.

Sabe lo descuidada que soy. Pero sí, tengo una habilidad para ensuciarlos, por eso prefiero practicar con los negros.

—Están listos. —Me agaché y empecé a quitarme los patines que llevaba puesta.

—Ahora estira antes de irte porque después te quejas con dolor del cuerpo...

—Yo no me quejo —sentencie, a lo que él levantó una ceja—. Bueno solo a veces.

Negó y sonrió.

—Sin duda eres hija de tu papá. Eres su versión femenina.

Juampa es amigo de papá desde la adolescencia cosa que me hace conocerlo desde siempre. Es cercano a la familia.

Volví a dedicarle una sonrisa.

—Bueno iré a preparar las cosas dentro de poco llegarán los niños.

—Juampa. —Antes de que se alejara lo llame—. Gracias por ayudarme con el ensayo y prestarme la pista fuera de mis horas de ensayo.

—No agradezcas criatura, sabes que mientras pueda ayudarte lo haré sin dudarlo. Me gusta ver tu progreso. Y más todavía ver en la persona que te has convertido.

Se alejo. Hice lo que me dijo y recogí mis cosas para irme. Me despedí de Juampa y me deseo suerte para mañana y me dijo que le saludara a mi padre de su parte.

Antes de salir me detuve frente al espejo y observé mi reflejo. Aprecie a una chica alta, trigueña y con el cabello por debajo de las caderas. ¿Hace cuánto no me corto el cabello? Ni si quiera lo recuerdo. Y definitivamente necesito un cambio. Es más, me urge uno.

—Hola Kenda.

Gira al escuchar la voz de Renata a mis espaldas. Una de las niñas de categoría C, con la cual me llevo bien y le ayudo a veces. No la veo más que en los ensayos generales.

—Hola nena. —Me agache para quedar a su altura y me concentre en sus ojos grandes y verdes.

—¿Qué haces aquí?

—Ensayaba, me pidieron que me presente en el colegio mañana.

—De seguro lo haces de maravilla, eres la mejor.

—Tu también eres muy buena.

—¿Sabes? Ya me sale mejor el paso del otro día, con el que me ayudaste —sonreí al ver la emoción que se reflejaba en los orbes de sus ojos.

—El Twizzle. Me alegro de que vas mejorando—. Otros niños de ese mismo horario entraron y me saludaron. Vi hacia afuera y noté que el cielo empezaba a oscurecerse—. Renata, ya me tengo que ir —le di un abrazo—. Cuídate muchísimo, ya nos veremos.

—Tu también cuídate y saluda a Beth de mi parte —dijo alzando la vista para poder dar conmigo. Dejándome ver esa sonrisa que siempre tenia. Era una niña muy alegre y animada, de cierta manera me recordaba a mi.

—Eso haré. —Hice un gesto con mi mano en forma de despedida saliendo del lugar.

Mi casa quedaba al frente de la academia, pero mi madre hoy tuvo que quedarse más tiempo en el trabajo, por lo que tengo que ir donde mi tía —que vive cerca así que no representa ningún problema—. Además, me conviene ir donde ella para lo que tengo pensado.

En menos de diez minutos llegué y entre con la copia de la llave que tenia. Lo primero que me encontré fue a Zoe dormida en uno de los sillones, seguía puesta la ropa de entrenamiento, de seguro estaba agotada.




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