EFECTO MARIPOSA
—¿Kenda? ¿Qué tienes? Estas muy... distraída. ¿Pasa algo?
Me había quedado viendo por la ventana del carro durante todo el camino al colegio desde casa. Bueno, quizás viendo no era la definición correcta porque mi vista estaba ahí, pero mis pensamientos estaban más allá de la estratosfera.
Pensaba en todo y en nada a la vez.
Giré para encontrar a mi hermana, su expresión era una mezcla de curiosidad y preocupación.
—¿Ah?
—¿En qué piensas tanto? Estás ida.
—Mmm... en la gira —mentí con lo primero que se me vino a la mente.
En realidad, mayormente pensaba en un trabajo de Lengua y Literatura que me había dejado con más dudas existenciales de las que ya tenía, si eso era posible.
El problema no era en sí el trabajo, sino más bien de lo que se trataba, porque aquello solo complementaba mi preocupación respecto al dueño de todos mis demás pensamientos: Ryker Richardson.
—Si pensaras en eso estuvieras feliz —Zoe me miró como lo hacía mamá cuando se ponía modo investigadora—. Será en dos semanas.
—¡¿Dos semanas?!
—Incluso en menos de dos semanas, no te digo que estas muy distraída.
No podía creerlo. Lo olvidé totalmente por estar al pendiente de otras cosas. No es que había olvidado del viaje en sí, pero sí, el que ya no faltaba mucho para eso. Después de la gira vendrían los exámenes y en poco tiempo la graduación, pronto dejaría el colegio y tendría que avanzar dejando atrás tantas cosas. No sabía si podría hacerlo.
Terminé por resignarme ante Zoe.
—También pienso en el trabajo que estaba haciendo. El de Lengua.
—Tranquila, primis, de seguro te exoneran —habló Ether girándose sobre el asiento de copiloto—. Digamos que tienes un don para eso de escribir, se te da muy bien.
—Estoy de acuerdo con mi hijo —esta vez fue la voz del tío Patricio, que estaba conduciendo—. No te atormentes tanto, es solo un simple trabajo. Disfruta tu último año, Kenda, al menos lo que queda de él.
—¡Si! Así que tranquila.
Le sonreí un poco afligida a mi hermana. Justo en ese momento mi tío se estacionó en frente del colegio.
—Llegamos muchachos.
Tomé mi mochila y bajé, mi primo y hermana hicieron lo mismo.
El cielo estaba nublado y gris. La noche anterior había llovido, aún sentía el frío y en parte la humedad. Pero conociendo el clima loco de mi ciudad en un par de horas estaría soleado.
—Los vendré a ver en la tarde, y a ti Kenda de seguro te veo mañana. Tengan un buen día.
Mi tío desapareció cuesta abajo y esperábamos para cruzar la calle cuando me acordé de las copias. Las mendigas copias.
Era verdad lo que mi hermana dijo, estaba muy distraída, atrapada por mis pensamientos y confundida con mis sentimientos. Era algún tipo de bucle en el que había quedado atrapada desde el sábado.
Maldito sábado.
Maldita fiesta.
Maldito Ryker.
Y maldito también el trabajo que había dejado la licenciada. No tenía cabeza para nada desde que desperté el domingo, así que agradecía haber hecho gran parte del ensayo el viernes; así, el día anterior solo tuve que pasarlo a computadora y dar unos toques finales. De otra manera no lo hubiera hecho.
—Esperen, tengo que sacar copias de algo.
—¿De qué? —hablaron mis acompañantes al unísono.
—Las hojas para el permiso a la gira. Necesito otras dos para la inspectora y el rector, la que tengo es para la tutora.
Subimos un poco para llegar a la papelería que estaba casi enfrente del establecimiento.
—Te espero aquí —dijo Ether en la entrada de la papelería.
—Sí, yo también —Zoe se cruzó de brazos al lado de nuestro primo.
—Está bien, no me demoró.
Entre al lugar sacando unos cuantos centavos para pagar las copias y el permiso cuando mi mirada se cruzó con sus ojos oscuros dejándome petrificada.
Giré lo más rápido que pude para regresar donde mi hermana y primo. Zoe puso cara de consternada al verme regresar.
—¿Y ahora, que tienes? Te pusiste pálida.
—Nada, ¿tienen diez centavos que me presten? Es que me faltan para pagar las copias.
—Toma —mi primo me entregó la moneda.
Lo vi de reojo pasar por mi lado saliendo, sin dirigirme la palabra.
¿Y porque quisiera que lo hiciera? Pues todo está bien según yo, así que sería lo más normal. ¿Me vio? ¿Se daría cuenta de que lo ví y lo ignoré? Claro que lo hizo, nuestras miradas se cruzaron y yo lo evité. ¿Por qué? Sentí que sus ojos me quemaban, más bien su presencia y todo su ser lo hacían. Invadía mi interior como si tuvieran el derecho para hacerlo.
Tal vez era porque yo le estaba dando ese derecho. Yo se lo estaba permitiendo.