La Ultima Guardiana

CAPITUO 16

La habitación está envuelta en una cálida penumbra, teñida por la luz dorada del atardecer que se filtra suavemente a través de la ventana. Las sombras danzan en las paredes mientras nuestras respiraciones erráticas llenan el silencio, entrecortadas, aún atrapadas en el eco de lo que acaba de suceder. Nuestros cuerpos permanecen entrelazados, piel contra piel, como si la distancia fuera una amenaza demasiado real. Su brazo me rodea con firmeza, y el calor de su piel contra la mía me recuerda que estoy aquí, viva, tangible.

—Ha sido... wow... —murmuro al fin, rompiendo la quietud con una voz que tiembla ligeramente. Mis labios se curvan en una sonrisa débil pero sincera, y levanto la mirada hacia él, buscando en sus ojos alguna señal de lo que está pensando.

Rowan se mueve apenas un poco, lo justo para acomodarme mejor entre sus brazos, como si temiera que el mundo pudiera arrebatarnos este instante. Su respiración, aún acelerada, roza mi cabello, enviándome pequeños escalofríos que erizan mi piel. Sus manos, firmes pero gentiles, trazan círculos lentos y perezosos en mi espalda desnuda, y sus ojos oscuros y profundos buscan los míos con una intensidad que me deja sin aliento.

—Sí... —susurra al fin, su voz grave, cargada de una mezcla de asombro y satisfacción. Una sonrisa ladeada ilumina su rostro, y en su mirada hay algo cálido, casi reverente, que me hace sentir expuesta y adorada al mismo tiempo.

Con una suavidad casi inverosímil, cierra la distancia entre nosotros y deja un beso en mi frente, sus labios cálidos presionando mi piel como si estuvieran sellando un pacto secreto.

—¿Estás bien? —pregunta en un tono bajo, lleno de cuidado, mientras sus manos permanecen en mi espalda, sosteniéndome como si fuera lo más valioso que ha tocado en su vida.

Deslizo mis dedos sobre su pecho desnudo, siguiendo el ritmo irregular de sus latidos. Una risa ligera y temblorosa se escapa de mis labios, y alzo la mirada hacia él con un brillo travieso en los ojos.

—Sí... me molesta un poco, pero estoy bien... —respondo en un susurro, mi voz aún cargada de la vulnerabilidad del momento.

Me acerco más, buscando refugio en el calor de su cuerpo, y apoyo la cabeza en su pecho. Los latidos de su corazón llenan mis oídos, un ritmo constante que me envuelve como una melodía diseñada solo para calmarme. Su mano sigue dibujando círculos en mi espalda, y esa acción, tan simple, parece borrar el caos del mundo exterior.

—¿Sabes? Me parece curioso que fueras virgen —susurra Rowan de repente, su voz impregnada de calidez, cada palabra envolviendo el aire entre nosotros. Hay algo en su tono, íntimo y sincero, que hace que mi corazón dé un vuelco inesperado.

Levanto la mirada hacia él, frunciendo el ceño mientras la confusión se mezcla con una chispa de desafío.

—¿Por qué? —pregunto, mi voz baja, casi un susurro que flota entre nosotros.

Rowan inclina ligeramente la cabeza, y en sus ojos se refleja una chispa juguetona que contrasta con la seriedad del momento. No duda. Su respuesta llega como una flecha directa al centro de mi pecho.

—Porque eres preciosa —dice, con una sinceridad tan descarada que siento cómo el calor sube desde mi cuello hasta mis mejillas.

Intento mantenerme firme, pero una risa nerviosa me traiciona. Dejo escapar un leve chasquido de incredulidad antes de llevar una mano a su pecho y empujarle suavemente, tratando de esconder mi vergüenza.

—¡Cállate! —exclamo, mi voz más aguda de lo que esperaba. Pero no puedo evitar sonreír mientras lo digo.

Él, por supuesto, no se disculpa. Su risa grave y baja llena el espacio entre nosotros, vibrando bajo mi palma todavía apoyada en su pecho. La forma en que sus labios se curvan en una sonrisa ladeada, tan segura de sí misma, hace que mi corazón acelere su ritmo otra vez.

—Solo digo la verdad, Rebeldía —añade, su tono cargado de ternura y desafío, como si supiera exactamente el efecto que tiene sobre mí. Y lo sabe. Lo sé por la forma en que me observa, como si estuviera leyendo cada uno de mis pensamientos más vulnerables.

Intento ignorar el eco persistente de sus palabras en mi mente, pero es inútil. Se quedan conmigo, como una melodía que no puedo apagar.

—Tonto —murmuro finalmente, desviando la mirada para ocultar la sonrisa que se niega a abandonar mis labios.

La tranquilidad del momento se quiebra cuando un pensamiento golpea mi mente, llenándome de inquietud.

—¿Sabes lo que me sorprende a mí? —digo, incorporándome ligeramente para quedar tumbada sobre su pecho. Su calor bajo mi piel me da una extraña sensación de seguridad, y dejo que la seriedad de mis palabras rompa la burbuja que nos rodea—. Que a pesar de que escapé, la ceremonia de bodas sigue en pie.

Rowan deja escapar un suspiro profundo, su pecho sube y baja lentamente, como si estuviera cogiendo todo el aire que puede. Su mirada se desvía hacia la ventana, donde la luz del sol comienza a teñirse de tonos anaranjados mientras desciende.

—Lo sé —admite, su tono cargado de resignación, mientras su pecho sube y baja lentamente—. El mensajero envió una carta a mi padre, que al parecer está regresando después de meses en las tierras del sur. Y no solo eso...

—¿Qué más? —pregunto, mi voz más firme, aunque mi estómago se aprieta con una inquietud creciente.

Rowan suspira profundamente antes de continuar.

—Llegó otra carta hoy, enviada directamente al castillo. Mi padre dio la orden de que no cancelaran la ceremonia bajo ninguna circunstancia.

Su voz es grave, casi fría, pero debajo de esa calma hay algo más, algo que lo inquieta.

—¿Por qué? —pregunto, mi ceño frunciéndose al intentar entender lo que implica su respuesta.

Rowan vuelve su mirada hacia mí, y por un momento, su expresión cambia. Hay una tensión en su rostro, una sombra que no había visto antes.

—Porque trae una invitada con él —dice finalmente, cada palabra medida, como si le pesaran más de lo que quisiera admitir.




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