—Espera... —murmuro, sintiendo cómo la confusión se instala en mi pecho—. ¿He estado dormida cinco días?
Desde su lugar en un banco cercano, Rowan levanta la vista. Había estado distraído, jugando con un pequeño frasco de aceites para el baño entre sus manos, pero ahora su rostro se endurece al notar el cambio en mi tono.
—Sí... ¿por qué? —pregunta con cautela, dejando el frasco a un lado.
Paso una mano por mi frente, intentando despejar la bruma que todavía empaña mis pensamientos. Pero mi mente no me deja en paz. Poco a poco, los fragmentos comienzan a encajar. Y entonces, como un rayo, el recuerdo me golpea con fuerza.
—La ceremonia de boda... —susurro, sintiendo que mi corazón se detiene por un segundo. Mis palabras flotan en el aire, resonando en el silencio como un eco ominoso. Levanto la mirada hacia Rowan, mis ojos llenos de incredulidad y pánico—. ¿No era al día siguiente? ¿Qué...?
Rowan suspira profundamente, y puedo ver cómo sus hombros se tensan. Se inclina hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas mientras fija la mirada en el suelo.
—Sí, lo era, —admite, su voz baja pero clara. Lentamente, levanta la vista y me mira. Sus ojos grises están cansados, no solo físicamente, sino de una manera más profunda, como si estuvieran cargados de días de conflicto—. Y ocurrió.
—¿Qué? —La palabra sale de mi boca como un susurro quebrado, y siento cómo el peso de lo que acaba de decirme cae sobre mí como una piedra. Mi corazón comienza a latir con fuerza, y un frío inesperado recorre mi columna, a pesar del calor del agua que me envuelve.
Rowan se pasa una mano por el cabello, despeinándolo aún más mientras busca las palabras adecuadas.
—Mi padre no me dejó otra opción, —dice finalmente, con frustración evidente en su voz—. La ceremonia se llevó a cabo. Pero... —Hace una pausa, inhalando profundamente antes de continuar—. No dije los votos. Y no llevo el anillo.
Mis pensamientos se arremolinan mientras lo observo, intentando procesar lo que acaba de decirme.
—Entonces... —empiezo, mi voz temblorosa—. ¿Estás... casado?
Rowan sacude la cabeza de inmediato, con tanta firmeza que me hace estremecer. Sus ojos se encuentran con los míos, y la intensidad en su mirada me deja sin aliento.
—No, Layla. Legalmente, según mi padre, sí. Pero en mi corazón, no lo estoy. Nunca lo estaré. No con Elise.
Por un instante, siento un alivio breve, como una ola que roza la orilla antes de retirarse. Pero no dura mucho. Una nueva oleada de preguntas y preocupaciones se abalanza sobre mí, llenando el vacío que deja la calma pasajera. Me froto la frente, intentando ordenar mis pensamientos mientras el agua salpica suavemente alrededor de mi cuerpo.
—¿Y Elise? —pregunto, mi voz apenas un susurro. La idea de lo que podría estar haciendo me inquieta más de lo que quiero admitir—. ¿Qué hizo ella?
Rowan deja escapar una risa amarga, y puedo ver cómo su mandíbula se tensa al recordar.
—Ha estado haciendo todo lo posible para asumir el papel de princesa, —admite, con una nota de desprecio en su voz—. Presionándome en cada momento, intentando dejar claro que ahora es parte de mi vida. Pero no he cedido, Layla. Ni un solo instante.
Asiento lentamente, dejando que sus palabras se asienten, pero la sensación de inquietud no desaparece. Es como si algo más estuviera acechando, algo que no puedo ver del todo.
—¿Y qué piensa tu padre de todo esto? —pregunto finalmente, aunque ya sé que no será una respuesta que me tranquilice.
Rowan se reclina un poco hacia atrás, suspirando profundamente.
—Piensa que soy un obstáculo, —responde con un tono endurecido—. Cree que estoy poniendo en riesgo la estabilidad del reino. Pero no me importa. No pienso traicionarte, Layla.
Sus palabras me golpean con una fuerza inesperada, llenándome de una mezcla de gratitud y culpa. Me hundo un poco más en el agua, dejando que el calor me envuelva mientras trato de ordenar todo lo que acaba de revelarme. Mi mente está llena de posibilidades, preguntas, y la certeza de que esta batalla está lejos de terminar.
Me hundo un poco más en el agua caliente, dejando que me envuelva, pero mi mente sigue llena de preguntas y posibilidades. La calma que debería sentir después de haber despertado no llega del todo, y las palabras de Rowan siguen dando vueltas en mi cabeza: "No pienso traicionarte".
Levanto la vista hacia él, sentado en el banco cercano. Su postura parece relajada, pero hay una tensión en su expresión que no logra ocultar. Rowan siempre ha sido un pilar, alguien que no permite que los demás vean sus dudas. Sin embargo, ahora es diferente; puedo sentir el peso de los últimos días reflejado en su mirada.
—Rowan... —digo, mi voz apenas un susurro, pero suficiente para captar su atención—. ¿Qué hacemos ahora?
Él me mira directamente, y por un instante no responde, como si estuviera buscando las palabras adecuadas. Finalmente, suspira, enderezándose un poco mientras entrelaza las manos frente a él.
—Primero, asegúrate de recuperar tus fuerzas, —responde con un tono firme, aunque sus ojos traicionan una mezcla de cansancio y algo más profundo—. Después, tenemos que reorganizarnos. Mi padre aún está presionando para mantener la alianza con las tierras del sur, pero la situación con Elise ha cambiado.
Elise. Su nombre hace que mi mente regrese a lo que ocurrió en la habitación, al momento en que la sombra salió de su cuerpo. Mis manos se aferran al borde de la bañera mientras recuerdo su expresión perdida, el miedo en sus ojos cuando despertó sin entender lo que había pasado.
—Ella ya no es una amenaza, —digo en voz baja, como si intentara convencerme a mí misma—. La sombra que la poseía... ya no está. No recuerda nada de lo que hizo mientras estaba bajo su control.
Rowan asiente, su mandíbula tensándose ligeramente.
—Lo sé. Cuando despertó, no recordaba nada de lo que hizo. Ninguna intriga, ningún plan. Pero eso no cambia el hecho de que mi padre aún la ve como un símbolo político. La está utilizando para mantener la apariencia de estabilidad, incluso si ella no tiene idea de lo que está pasando.