La Ultima Guerra

Capitulo II "H.A.A.R.P."

Capítulo II

" H.A.A.R.P"

 

Muy en el centro de lo que antes era el continente americano, mientras transcurría un día nublado, millares de personas en un pueblo llamado San José, salían de sus casas para reunirse en la explanada del lugar, y así, despedirse de todos los varones que irían a la guerra dejando atrás a su familia, su patrimonio, y su anterior vida, los lloriqueos de aquellos que se quedarían eran el sonido más común, pues sabían que probablemente, el hombre u hombres que subían a los camiones color verde no volverían, o tal vez solo sus restos. Los vehículos se llenaban uno tras otro, a cada rato se iban decenas de ellos y regresaban otros tantos que tenían asientos vacíos.

De entre la multitud una voz quebrada de niño pequeño resaltaba, el pobre gritaba e imploraba –papa, ¿A dónde vas? ¿por qué me dejas? ¿qué va a hacer mama sin ti’-, el hombre de tez morena, alto, con cuerpo fornido, de aspecto duro y rasgos faciales agresivos intimidaba, pero, su mirada lo decía todo, los ojos húmedos hacían parecer que aquella apariencia de hombre inquebrantable se desvanecía en cada pregunta y reclamo que el pequeño le formulaba.

-Matt, esto, llévalo contigo, no nos olvides- dijo su mujer mientras le extendía la mano que cargaba un collar con una piecita de oro en forma de llave. El Hombre en respuesta, le dio un beso apasionado, el cual, al finalizar, fue adornado con un discreto “te amo”, y precedido por una mirada de dolor irremediable, la cual dirigió a su hijo, quien lo abrazo y apretujo hasta que recibió el mensaje más importante que tenía su padre para él, -Cuida de ti, y sobre todo, cuida a tu mama-, dicho esto, dio media vuelta y caminó, no volteo pues no deseaba que la última imagen que su hijo viera de él, fuera la de un hombre destruido por el sentimiento, por algún motivo, en esta parte del mundo, parecía un tabú que los hombres tuvieran esas actitudes de demostrar lo que sienten, como si estuviera prohibido.

 

La lluvia empezó a cubrir el poblado, Matt veía desde arriba del camión a su familia sacudiendo sus manos y secando sus lágrimas intercaladamente, un encendido de motor inicio su condena, la imagen antes descrita se iba alejando poco a poco hasta que salió de su rango de visión.

 

El camión se detuvo en algunos poblados subiendo a una o dos personas, mientras que Matt, veía la prenda de oro que le habían dado, dentro de la llave había una foto de su familia, eso, significaba tanto para el que parecía hipnotizado por la misma, hasta que su trance fue interrumpido por una voz gruesa, la cual le solicito permiso para sentarse a su lado.

 

Una vez sentado el hombre de piel negra, sin pelo y de ojos cafés, lo miro. -No imagino lo difícil que debe ser para ti- dijo de forma empática. –es como si me arrancaran el corazón- respondió, -te entiendo, yo deje a mi pareja igual, llevamos 10 años de relación- Matt no respondió, solo cerro la pieza y se la puso en el cuello.

-Mi nombre es Matt

- ¿De verdad?, yo igual me llamo Matt, Matt Endless- dijo sorprendido y pareciendo haber dejado un poco de lado lo ocurrido

-Ohh mi amigo, que rara es la vida, Matt Obly-  respondió estrechando la mano

-La señora Obly, debe ser afortunada, todo aquel llamado Matt es bien parecido- alardeó

-Señor

-Diga usted…

-No, amigo, me refiero a que estoy casado con un hombre

-ooh, lo siento.

-Es un error común no te preocupes

-Bueno me parece que, si vamos a estar arriesgando la vida por defender un ideal que posiblemente no es el nuestro, debemos llevarnos bien entre nosotros, y, de hecho, ¿sabes tú por qué de pronto entramos en guerra?, ¿que no habían firmado una cosa rara en no sé qué lugar de oriente con camellos?

-El tratado de los Emiratos, si, según lo que he escuchado a un loquito de Eurasia se le ocurrió romper el pacto porque una de sus ciudades fue atacada, y ahora además de echarnos la culpa, nos embarro en el asunto este de la guerra.

-Escuche lo del ataque, pero es muy extraño

- ¿extraño?

-sí, usualmente los supuestos “ataques terroristas” siempre le ocurren a los civiles de la ciudad en cuestión, es decir, nunca les ocurren a diplomáticos del primer mundo, lo que quiero decir es que, si yo fuera un terrorista, iría directo al senado o por el presidente, pero la mayoría de veces no es así, este ataque fue diferente pues no solo afectaron a los diplomáticos si no que boicotearon desde antes las redes de comunicación

-nunca había pensado en eso-

 

Los camiones siguieron una trayectoria de 8 horas, hasta uno de los tantos puntos de concentración, ahí aguardaban militares que organizaban bloques enormes de gente de aproximadamente 500 personas cada uno, todos cargando una bolsa color verde que contenía un uniforme militar mientras esperaban parados enfrente de pantallas gigantes, la inmensidad de contingentes ocupaba hectáreas enteras, y de hecho era evidente que América era una concentración de tierra sobrepoblada, algo conveniente para la administración en estas circunstancias, pues entre más hijos tuvieran más militares obligados tendrían.




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