Los Susurros del Reino Olvidado

El viento en Kaer Thalim traía consigo ecos que no pertenecían al presente. Voces antiguas, casi apagadas, susurraban nombres y conjuros en lenguas extintas. Alina avanzaba con cautela, sintiendo la presión del lugar en cada fibra de su cuerpo.

—Este reino fue sellado después de la Gran Ruptura —explicó Eiran mientras caminaban entre los restos de una ciudad flotante derrumbada—. Solo los herederos de la llama pueden caminarlo sin perderse.

—¿Y los demás? —preguntó ella, observando cómo fragmentos de piedra levitaban a su alrededor.

—Se desvanecen. O peor… se convierten en parte de él.

A lo lejos, la torre negra seguía vigilante, y Alina no podía quitarse la imagen de la sombra que la habitaba. ¿Seguidores de su padre? ¿Cómo era posible? ¿Y si él seguía vivo… pero no como ella lo recordaba?

—Mi padre… ¿realmente se rindió a la oscuridad? —preguntó finalmente, deteniéndose.

Eiran dudó. Su silencio fue más elocuente que cualquier respuesta.—No se rindió, Cambió lo que vio en la magia lo transformó… lo quebró algunos dicen que lo hizo por amor otros… que lo hizo por miedo.

—¿Y tú qué piensas?

—Pienso que el bien y el mal no siempre están claros a veces, la magia solo refleja lo que ya somos.

Las palabras quedaron suspendidas mientras atravesaban un puente quebrado por la mitad. Alina lo reconstruyó con su magia casi instintivamente. Cada vez fluía más natural… más viva, y entonces lo sintió: una mirada sobre su espalda, fría y punzante.

Giró de inmediato en lo alto de una estructura rota un ser encapuchado los observaba, no habló solo levantó una mano… y una señal de humo negro se alzó hacia el cielo.

—Nos marcan —dijo Eiran en voz baja—. Quieren que sepan que estás aquí.

—Entonces que vengan —respondió Alina, el fuego encendiéndose en su interior.

Por primera vez, no huiría de la oscuridad la enfrentaría.