Matagalpa, Esquipulas.
Año 1992
A las afueras del pueblo, donde yace el centro médico —con apenas cinco enfermos— un gato negro se camufla entre la densidad de la neblina, esperando lo que sea que suceda esa noche.
Se murmura entre los pueblerinos que Doña Leonarda, la anciana que parecía hablar con los muertos —y única familiar viva de la difunta Lola— está a punto de morir. Una noticia trágica. Un final triste, según dicen ellos.
Cuando Doña Leonarda era apenas una niña, su hermana Lola se había sumido en la locura. Ambas quedaron huérfanas solo un año antes. Desde entonces, se decía que la difunta Lola había “sucumbido” a las malas enseñanzas de un grupo de ancianas que practicaban extraños rituales en el viejo cementerio. Aquel que, en antaño, había resplandecido de paz y que ahora destilaba terror y angustia entre los habitantes del pueblo.
Ahora, justo ese viernes 22 de diciembre de 1992, la pequeña que presenció aquellas atrocidades —la que vio lo que nadie más se atrevió a mirar— agoniza. Se dice que, tras ver en innumerables ocasiones lo que Lola había hecho en vida, comenzó a ver a los muertos. Así, sin más.
Entre los árboles frondosos del jardín trasero del hospital, una silueta comenzó a perfilarse en la niebla. Una anciana que caminaba por el camino de terracería la divisó a lo lejos. Conteniendo la respiración, miró primero al gato, y luego a la figura que se acercaba lentamente, rumbo al hospital donde, decían, la que hablaba con muertos estaba por morir.
Supo entonces, con un terror indescriptible, que esa silueta no era de este mundo. Era uno de los tantos muertos que Doña Leonarda solía ver.
Más adelante, en el pueblo vecino, un columpio en el viejo parque se mecía suavemente, oxidado y solo. Una brisa fría rozaba los techos de lámina. En sus chozas, las personas murmuraban. Sabían que la muerte rondaba cerca. Sabían que el tiempo se le había acabado a la anciana que durante años vagó por las calles de ambos pueblos.
Y casi como si la noche, el silencio, y el columpio mismo lo anunciaran… el último aliento de Doña Leonarda estaba por llegar.
Después de todo , la muerte había llegado en silencio a Reclamarla. Cómo una vieja amiga , Doña Leonarda la recibió aliviada , aún con el recuerdo de su niñez; aquella que estaba tejida con hilos rojos sobre los negros que salían de las manos de su difunta hermana.
¿Sería justo? No lo sabía , pero presentia que unos ojos color avellanas veían inocentes , confundidos y curiosos. La veían a ella y a lo que fuera que la acompañaba esa noche.
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Editado: 27.06.2025