La última Victoria ( Bilogía Familia #2) (2016)

CAPÍTULO 1

Alma la miraba boquiabierta, mientras que la otra joven no dejaba de llorar y sollozar.

—Lo primero que tienes que hacer es tranquilizarte ¿Vale?—cogió sus manos y las apretó cariñosamente—No es el fin del mundo, a veces estas cosas pasan. Lo importante es saber qué quieres hacer tú.

—¿A qué te refieres?—preguntó mientras intentaba serenarse algo.

—¿Lo vas a tener o no?—soltó repentinamente.

—Alma, yo sería incapaz de abortar. Yo no tenía planeado ser madre en este momento de mi vida pero si el destino así lo ha querido no me queda más remedio que seguir adelante.

—¿Os pasa algo?—preguntó la joven que acababa de llegar.

—Nos pasa todo—respondió Alma—Ven será mejor que te sientes.

Entre las dos le contaron todo lo que había acontecido ese día, la chica no daba crédito a todo lo que acababa de escuchar.

—Entonces era eso por lo que vomitabas ¡Vas a tener un bebé!—abrazó a su prima efusivamente.

—Eso parece—una sonrisa apareció en su rostro.

—¿Y tú qué vas a hacer?—le preguntó a Alma—Las cosas no pueden terminar así.

—No se puede acabar lo que nunca empezó ¿No crees?

—¿No hay ninguna posibilidad?

—Ninguna. Tengo que volver abajo—se despidió de ellas con rapidez.

Pasaron varios días desde que Yahir se había ido y Alma no sabía cómo sentirse, a veces se arrepentía de todo lo que le había dicho y otras veces pensaba que había hecho bien, ya que él la mantuvo engañada durante meses.

—¡Chicas venid tengo que contaros algo importante!—la que pegaba gritos era Melissa.

—¿Y ahora qué te pasa?—comentó su hermana.

—¡Me han seleccionado para estudiar en la escuela de hostelería, mirad!—les mostró la pantalla del ordenador, era un correo en el que decía que su solicitud había sido aceptada.

—¡Enhorabuena prima!—la felicitó Alina.

—Me alegro mucho por ti, creo que ha llegado el momento que hables con tus padres, por muy mayor de edad que seas tienen derecho a saber de ti.

—Tenía pensado en ir a verlos y contarles todo. ¿No te gustaría venir?

—Mel, sabes que no—respondió con resignación.

—Creo que iré contigo—añadió Alina—Necesito saber qué pasa con mi hermano, no me contesta el teléfono ni responde mis mensajes. Pero tampoco quiero que tú te quedes aquí sola Alma.

—No pasa nada. ¡Ni que nunca hubiese estado así! Vosotras id y haced lo que tengáis que haced, no hay prisa.

—¿Ya quieres deshacerte de nosotras?—bromeó Melissa.

—Ya me vas conociendo, Mel—sonrío a su hermana.

—Entonces iremos lo antes posible—Alina estaba mirando ya algunos vuelos para viajar.

—¿No crees que deberías hablar con Andy antes de irte? Que luego a la que le va a dar la brasa es a mí.

—Sí, no te preocupes. Hemos quedado para cenar esta noche, así que hablaremos largo y tendido.

Esa misma tarde compraron los billetes para dentro de dos días. Después estuvieron toda la tarde fuera de casa, era el único día libre que tenía Alma y debían aprovecharlo.

 

Andy y Alina estaban sentados en una terraza cenando. Alina estaba nerviosa por lo del viaje, sabía que aunque fuera rápido a su chico no le iba a gustar nada.

—¿Te pasa algo? Esta noche estás muy rara.

—Es que tengo que decirte algo importante, no sé por dónde empezar—debajo de la mesa retorcía la servilleta.

—Cariño, sería mejor que empezaras por el principio—le dio un trago a su bebida.

—Tengo que viajar a casa unos días—soltó de carrerilla.

—¿Y eso por qué? ¿Les pasa algo a tus tíos?—preguntó con curiosidad.

—No, ellos están bien. Pero desde que mi hermano se fue, no he sabido nada de él, estoy preocupada. Además no me voy sola, Melissa tiene que hablar con sus padres. ¿No te enfadas a que no?—intentó dedicarle una sonrisa convincente.

—Pues no sé qué decirte, entiendo que te preocupes por tu hermano, pero creo que ya es mayorcito para cuidarse solo.

—Eso lo sé, pero no puedo evitar sentirme mal. Yo estoy súper feliz aquí contigo y seguro que Yahir estará hecho polvo por todo lo que le ha pasado con Alma y…

—Si tienes que ir, adelante—respondió malhumorado.

—¡Yo no me quiero ir así! Sólo serán unos días, no me voy para siempre—esperaba que él respondiera algo, pero Andy se limitó a seguir cenando—¡Muchas gracias por tu apoyo!

—De nada—se limitó a responder—¿Has terminado de cenar?

—Sí, nos podemos ir, si es lo que quieres—ahora la malhumorada era ella.

Andy pagó la cuenta y caminaron sin dirigirse la palabra, aún así entró en casa con ella. Allí estaba Alma leyendo una revista. Alina se fue a su habitación sin despedirse de nadie.




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