—¡Has venido!—Alina se alegró al ver a su hermano la mañana de su boda—Pensé que no vendrías.
—Pensaste mal, acabas de prometerte ¿Por qué quieres casarte ya?—su hermana lo miró con el ceño fruncido—Está bien, no me meteré, es tu decisión.
—Gracias, tú sabes lo importante que es para mí que estés aquí en un día como hoy.
—Aún no puedo creer que te cases, ayer mismo te acompañaba al colegio, el tiempo pasa volando.
—¿No ha venido Bradley?
—Sí ha venido, pero ha ido con Gladis a ver si le regala algo de chocolate—se quedó bastante pensativo, a ella también le gusta el chocolate.
—¿Estás bien Yahir?—él asintió—¡Es muy tarde! Será mejor que suba y me cambie, ponte bien guapo, al fin y al cabo eres el padrino de mi boda.
Alina subió hasta su habitación, allí la esperaban su tía, su suegra y su prima para ayudarla en lo que necesitase. Una hora después ya estaba lista, todas lloraron como magdalenas al verla, parecía un auténtico ángel. Cuando la dejaron sola, no pudo evitar llamar a Alma, por suerte, ese día ella estaba en casa.
—¿Qué te parece?—Alina se alejó de la cámara de su ordenador y se dio una vuelta.
—¡Estás muy guapa! ¿Eso son tulipanes?—se refería al pequeño ramillete que vio encima de la cama.
—Sí, ya sabes aquí es todo muy simbólico. Me hubiese encantado que tú también estuvieras con nosotros…
—¡No se te ocurra llorar! Si lo haces tendrás que volver a empezar a maquillarte y llegaras tarde y a Andy le daría un patatús. Te prometo que cuando volváis lo vamos a celebrar juntos—Alma observó cómo se abría la puerta de la habitación de su amiga, vio a Yahir, sintió como su sangre se heló al contemplarlo, estaba muy elegante vestido de traje, notó el detalle de un tulipán rojo y amarillo en la solapa de su chaqueta—Disfruta de tu día ¿Vale?—intentó recuperar la compostura ya que él también la estaba viendo en la pantalla—Dile a Andy que lo quiero ¡Y otra cosa más! Quiero fotos, como te dije yo no puedo estar allí físicamente pero mi espíritu sí—le mandó un beso con la mano y cortó la llamada.
Tuvo que levantarse y asomarse a la ventana para que le diera el aire, debía tener cuidado de ahora en adelante, no se podía permitir amilanarse ante él, no iba a demostrarle ni mucho menos a decirle lo que sentía, debía seguir con su vida, pero no sabía por dónde empezar.
La ceremonia tuvo lugar en una capilla llamada Ntra. Sra. de las Aguas. Fue sencilla y emotiva, no tuvieron muchos invitados. Una vez ya casados volvieron a casa en donde ofrecieron un pequeño almuerzo. Al anochecer, los invitados se fueron, quedando solo la familia.
—Tenemos algo que decirte—Alina sabía que había llegado el momento de contarle todo a su hermano, no podía ocultarle algo tan evidente.
—De acuerdo, soy todo oídos—se sentó entre Melissa y ella.
—Quiero agradecerte que me hayas cuidado toda mi vida, lo hiciste bien, de verdad. A veces eres un poco antiguo y sé que lo que te voy a decir a lo mejor no te sienta muy bien—cogió la mano de su ya esposo y él se la apretó—Dentro de poco vas a ser tío.
—¿Cómo?—no esperaba esa noticia—Ahora entiendo el por qué de todo esto, lo que yo pueda decir es obvio que no cambiará nada, no me queda más que felicitaros a los dos.
Después se levantó y salió al jardín, necesitaba tomar algo de aire. Sin darse cuenta se fue acercando a su antigua casa. La vida parecía seguir su curso, todos los que le rodeaban iban encajando su futuro, y en cambio él seguía estando estancado. Decidió irse a vivir con su hijo para tener una estabilidad después de muchos años ejecutando la misma rutina, pero seguía faltándole algo, como siempre, con la diferencia de que en ese momento sabía perfectamente qué era.
Los recién casados y su familia decidieron quedarse tres semanas allí. Melissa habló con sus padres sobre los planes de futuro que había hecho en España, no les gustó demasiado la idea pero aceptaron porque era lo que su hija quería, le hicieron prometer que estarían en contacto permanente.
El tiempo fue pasando, llegando a mitad del mes de Septiembre, Melissa comenzó sus estudios. Después de tanto tiempo, por fin se sentía realizada y feliz. Alina y Andy decidieron quedarse a vivir con Luisa, el embarazo iba muy bien, ya estaba casi de cuatro meses, todos eran felices a su modo, pero Alma se sentía demasiado vacía.
Un Miércoles por la tarde llamaron a la puerta de su piso, se sorprendió muchísimo al ver que se trataba de Bradley acompañado por su tía.
—¿Qué haces tú por aquí?—los hizo pasar al salón—¡Has crecido un montón!
—No lo creo, llevo sin crecer años—después de tanto tiempo seguía poniéndose nervioso al hablar con ella—Estamos cerca de aquí, y convencí a mi padre de venir a veros.
—¿Él está aquí?—preguntó la muchacha.
—Ya no, dejó a Bradley y se fue, nosotros lo llevaremos de vuelta a Jerez—aclaró Alina.
—Tengo que darte algo—el chico sacó de su mochila unos papeles—No tengo ni idea de que es pero mi padre insistió mucho en que te los quedaras.
—Y yo le dejé bien claro que no los quiero—se los devolvió.