Abrió la puerta de casa y se encontró con un vacío desolador, la última vez que estuvo ahí, Eric seguía vivo. Se sentó en el sofá y sacó de su bolso la ecografía del bebé, la había acompañado todo el tiempo, pero no se había atrevido a sacarla ni una sola vez.
Una vida estaba creciendo en su interior, una criatura fruto de un error. ¿Cómo podría mirar a ese niño a la cara sin recordar todo lo malo que pasó? Alma era consciente que ese bebé no era culpable, pero no creía que estuviera preparada para tenerlo.
Pasó unos cuantos días recuperándose, en el trabajo le habían dado la baja, pero ella necesitaba estar activa de nuevo para no tener que pensar. Ese día estaban poniendo en la televisión un documental sobre los niños huérfanos cuyos padres los habían abandonado. Eran niños no deseados, algunos fueron encontrados en contenedores, muchos otros murieron a las pocas horas de abandonarlos de frío y hambre.
No podía soportarlo más y apagó la televisión, en ese momento caminó hasta el ordenador y tecleó en el navegador lo que pensaba que debía hacer antes de que fuera tarde, y no tuvo que buscar mucho para encontrar la solución a sus problemas.
Al día siguiente se levantó temprano, y salió al lugar que había encontrado en internet. Cuando el taxi la dejó en la puerta, el corazón le dio un vuelco. ¿Sería aquello una señal? Pero hizo de tripas corazón y entró. Aparentemente todo estaba tranquilo, se acercó hasta el mostrador de información.
—Hola buenos días ¿En qué puedo ayudarla?—la atendió una mujer de mediana edad.
—Pues verá, venía a informarme sobre… Qué debo hacer para interrumpir mi embarazo—se le secó la garganta repentinamente.
—Ya imagino—la mujer estaba tan acostumbrada a eso que ya nunca le horrorizaba—Espere aquí, primero debe usted hablar con el trabajador social del centro antes de nada.
—Creo que no me ha entendido, yo no necesito un trabajador social, necesito un médico.
—Ninguna de las que vienen aquí lo necesitan, pero es el procedimiento habitual, siéntese y mientras espera rellene este formulario.
Mientras la desagradable mujer hablaba con el dichoso trabajador social, Alma rellenó los papeles y los soltó en el mostrador de mala gana. Pero antes de llegar a sentarse de nuevo, la mujer le dijo que debía dirigirse a la sala de la izquierda, la estaban esperando.
Tocó a la puerta y esperó a que respondieran desde dentro para que pasara, cuando lo hizo, se sorprendió del que el trabajador social fuera una persona aún más joven que ella.
—Buenos días, soy Ángel—le tendió la mano y ella hizo lo mismo—Siéntate y tranquilízate que aquí no nos comemos a nadie—la joven obedeció y se sentó—¿Cómo te llamas?
—Me llamo Alma—respondió cortante.
—Voy a ir directamente al grano Alma ¿Por qué quieres interrumpir tu embarazo? ¿No te gustaría experimentar la maternidad?
—No puedo tener un hijo ahora, es un niño que no fue deseado y sé que la criatura no tiene la culpa de mis errores, pero si lo tuviera lo pasaría muy mal a mi lado y no quisiera que sufriera por mi culpa.
—¿El padre lo sabe?
—El padre murió hace unos días—estaba temblando aún—Y no, no lo sabía, yo misma me enteré el día que murió, tuvimos un accidente de coche.
—Lo siento mucho Alma, debe de ser duro perder a tu pareja y enterarte de que estás embarazada todo casi al mismo tiempo. Pero deberías pensar que ese bebé que crece ahí dentro es una parte de él, cuando lo sientas en tus brazos, cuando te mire es como si lo vieras a él, tu pareja vivirá a través de él.
—No éramos pareja—sentenció—Lo que ocurrió fue fruto del alcohol y de que soy demasiado impulsiva. Lo mejor es ponerle remedio ahora que aún puedo.
—Podrías tener al bebé ¿Te lo has planteado siquiera?
—No, en ningún momento. Sé que me sentiré mal cuando me deshaga de él pero me sentiría peor si lo tuviera.
—Puedes darlo en adopción cuando nazca ¿Lo habías pensado?
—Tampoco, pero no creo que después de sentirlo crecer dentro de mí y de traerlo al mundo pudiera dárselo a alguien extraño.
—Alma, hay muchísimas parejas que no pueden tener hijos, y tú que puedes tenerlo no lo quieres ¿No crees que es injusto?
—¡Yo no tengo la culpa que no puedan tener sus propios hijos!—se alteró sin querer.
—Igual que tu hijo no tiene la culpa de que no lo quieras. Deberías tener el mismo rasero para todo—le pinchó el hombre.
—¡No he venido aquí para que me coman la cabeza!—se puso de pie y golpeó la mesa con una mano.
—Nadie te está comiendo la cabeza, sólo te hago meditar para que tomes la decisión acertada.
—Yo sé lo que quiero, y lo que quiero es interrumpir mi embarazo, es totalmente legal y soy consciente de los riesgos que conlleva, no soy una niñata que viene a abortar para luego volver a casita con papá y mamá como si nada hubiera pasado.
—Está bien, tu ganas—sacó una hoja de su cajón y empezó a rellenarla, después salió de su consulta, tardó un poco en volver—Listo, ahora cuando salgas espera a que el ginecólogo te llame, debes hacerte algunas pruebas antes de la intervención.