Días más tarde, Alma amaneció un poco rara pero no dijo nada a nadie, no quería que se preocuparan en exceso. Poco a poco fue bajando las escaleras para ir a desayunar como hacía cada día, cuando llegó a la cocina nuevamente se encontró con Laura que aún seguía allí.
—¡Vaya si está aquí la mimada de la casa!—exclamó con una sonrisa burlona en el rostro—¿Cómo vas?
—Voy, que no es poco ¿Me dejas pasar?—Laura no se apartó ni un solo centímetro—¿Tienes algún problema de oído o algo?
—Ninguno, no creas que yo soy como el resto de la gente de esta casa que apenas abrís la boca acuden como moscas. No vas a pasar, vos y yo vamos hablar.
—¿Hablar tú y yo?—se extrañó—La verdad no sé de qué.
—¡Qué bien te queda el papel de pobrecita embarazada enfermita! ¿Lo hacés aposta? Quieres un papá para tu nene ¿No es cierto? Pues dejame decirte que será mejor que busques a otro, porque Yahir ya está ocupado.
—No tengo ni idea de qué estás hablando—volvió a sentir una punzada en el vientre que la hizo tomar aire—Y más vale que dejes de decir tonterías, vas a conseguir que me cabree.
—No son tonterías ¡Te morís por él! Y con el cuentito este has conseguido apartarlo de mí—la empujó hasta acorralarla contra la pared—¡Olvidate de él, porque es mío! No me he pasado todos estos años cuidando de mi sobrino, para que ahora venga una boluda como vos a robarme lo que tanto merezco.
—¡Estás loca! ¡No puedes hablar de una persona como si fuera un objeto! ¡Si de verdad sintieras amor por alguien, no haría falta todo esto!—en ese momento empezó a sentirse mareada—¡No se puede perder lo que nunca se ha tenido!—fue lo último que dijo antes de caer al suelo inconsciente.
Laura la miraba como si no hubiera pasado nada, se sirvió un café y se sentó a tomárselo mientras esperaba deseosa a que con un poco de suerte los dos dejaran de ser un estorbo para ella. Cuando escuchó pasos, se tiró al suelo al lado del cuerpo de Alma.
—¡Nena, despertá! ¡Vamos, despertá!—lloraba con tal realismo que parecía que de verdad estaba angustiada.
—¿Qué ha pasado aquí? ¿Qué le has hecho a mi hija?—Marta la apartó de un empujón y ocupó su lugar—¡Alma cariño, abre los ojos! ¡No nos puedes hacer esto! ¡Despierta!—pero no hubo ningún cambio en su hija—¡Yahir!—gritó varias veces hasta que él también llegó y se quedó petrificado al ver la situación.
Nadie dijo nada más, Yahir llevó inmediatamente a Alma hacia el hospital. Marta iba en el asiento trasero junto a ella, no quería dejarla ni un sólo instante. Al llegar a urgencias, los celadores se la llevaron en una camilla, en un buen rato no supieron nada de ella.
—¿Qué ha pasado? ¡Yo no entiendo nada! ¿Es qué nunca podremos vivir tranquilos?—Yahir pateó una papelera y el vigilante de seguridad se quedó mirándolo fijamente.
—¡Es esa mujer! Es culpa suya, la encontré con ella allí en la cocina. No sé que le habrá dicho… ¡Laura sabía perfectamente que mi hija debía estar tranquila! ¡Quiero a esa mujer fuera de mi casa!
—Eso no puedes asegurarlo, Laura no es una mala persona.
—En este momento lo único que me importa es que mi hija está ahí dentro y mi nieto también…
—Perdonen la interrupción—llegó el doctor a informarles—La cosa se ha complicado muchísimo. Necesito que me firmen estos papeles, debemos practicarle una cesárea de urgencia.
—¿Y qué va a pasar después con mi hija? ¿La van a dejar que se muera?
—Tranquilícese señora, estamos haciendo todo lo posible para que los dos estén bien—recibió los papeles firmados por Marta—Les avisaremos cuando el bebé esté fuera.
Marta no dejaba de llorar por todas las cosas que imaginaba que estaban pasando, después de tantos años de sufrimiento no quería perderla de nuevo.
—¿Qué vamos hacer si ella no vuelve con nosotros Yahir?
—Volverá…tiene que volver—todo el tiempo intentaba ser fuerte y optimista, pero ya no le quedaba demasiado aguante—Tenemos cosas que resolver y Alma no es de las que huyen sin hablar.
—Ojalá tengas razón—sacó el móvil de su bolso—Voy a llamar a los abuelos del bebé.
—Ellos no pintan nada aquí—sentenció Yahir.
—Son sus abuelos, tienen que saber que hoy llega al mundo su nieto o nieta, Alma me lo pidió y es lo que voy hacer.
Durante algunos minutos, les estuvo contando a Gerard y Olaya lo que había pasado, ellos prometieron llegar cuanto antes.
Una hora después, salió una enfermera a buscarlos, el bebé ya había llegado, era una niña muy sana, pero debía permanecer en la incubadora por ser prematura.
—Pueden pasar a ver a la niña en un momento—les informó la señorita.
—Gracias. ¿Cómo se encuentra mi hija?—preguntó Marta.
—El doctor hablará con ustedes enseguida, vengan por aquí—los condujo por un pasillo hasta una habitación aislada, dentro de una pequeña urna de cristal, se encontraba la pequeña de abundante pelo negro llorando a pleno pulmón.
Ambos se acercaron a ella, a pesar de estar recién nacida la encontraron preciosa.