La última Victoria ( Bilogía Familia #2) (2016)

CAPÍTULO 12

Pasó el resto del día con Victoria, era sencillamente adorable. Le daba rabia no poder darle de comer, cambiarle el pañal o acunarla, la pequeña pesaba mucho para ella aún, pero jugueteó con su hija en la cama. Cuando Marta fue a por ella para acostarla, Alma se sentía impotente al no poder hacerlo ella misma. Se preguntó qué sería de ella si no lograba recuperarse nunca, odiaba la idea de no poder criar a su hija de manera normal, creía que Victoria ni siquiera podría saber que es tener una madre, igual que le pasó a ella.

Después de una cena ligera y un pedazo de pastel que Gladis le llevó destrangis, tomó su medicación quedándose dormida en pocos minutos.

En mitad de la noche, la puerta del improvisado dormitorio se abrió con lentitud, alguien se acercó hasta la cama donde Alma dormía plácidamente, la luna iluminaba su rostro, se acercó hasta ella, necesitaba tocarla, sentir su piel para convencerse de que había vuelto prácticamente de la muerte y ahora estaba allí, dormida, ajena a todo el sufrimiento que había sentido ese hombre que tenía a pocos centímetros. Finalmente salió de allí tan sigilosamente como había entrado unos minutos atrás.

Estaban en pleno mes de marzo y el jardín de Marta estaba plagado de flores de todo tipo de colores, Cilla, la fisio de Alma llegó a casa de los Nowak y también quedó maravillada con aquella bella estampa. En esa ocasión Melissa se quedó con ellas para ayudar con la traducción entre las dos mujeres.

La puerta estaba abierta y se escuchaban las risas de las chicas, Yahir pasaba por ahí con Victoria y decidido se acercó a la habitación. Alma había fijado la vista en él y en su hija y no pudo evitar sentir un cosquilleo en su interior. La niña reía en sus brazos mientras le acariciaba su barba.

—Hola ¿Qué tal estás?—Yahir sonó totalmente impersonal.

—He tenido momentos…mejores, pero bien—respondió de igual manera.

—Bueno veo que estáis ocupadas, luego vuelvo—sin más se dio la vuelta dejando a Alma totalmente desconcertada, de repente sintió que todo se había enfriado o al menos esa era tu impresión.

—Estás muy callada—Melissa se acercó hasta ella mientras Cilla seguía ocupándose en sus piernas—Aunque no lo digas sé que estás molesta con él porque no ha ido a verte ni una sola vez, pero eso no es del todo cierto. Pasó días enteros sin moverse de la sala de espera del hospital, dejó de hacerlo cuando Victoria fue dada de alta. Él ha sido el que más la ha cuidado, el que sabe perfectamente que le pasa a la niña con tan sólo mirarla, se adoran mutuamente.

—Me gusta saberlo…le estoy muy…agradecida—tomó aire para seguir hablando—Lo mejor es que…cada uno vaya por su lado.

—Bueno tranquila, concéntrate en tus ejercicios ya habrá tiempo de pensar en eso.

Los días transcurrían con velocidad y poco a poco Alma podía hacer cada vez más cosas, hablaba con más fluidez, sus brazos estaban lo suficientemente fuertes para poder sostener a Victoria, tenía las piernas doloridas de el esfuerzo al que Cilla la sometía diariamente, esa era una buena señal. A Yahir lo había visto más bien poco, parecía que no sabía bien como acercarse a ella, lo que Alma no sabía es que cada noche, él bajaba a verla mientras dormía, para él eso era suficiente por el momento.

Semanas después Cilla y Alma habían conseguido que la joven pudiera ponerse de pie, pero la fisio no podía encargarse de ella sola. Melissa había vuelto a Francia después de una llamada de su jefe y ni Marta ni su esposo estaban en casa. Acudió a  Yahir que al principio le aconsejó que no era buena idea pero después lo pensó mejor y finalmente accedió.

Los tres estaban en aquella habitación mientras Cilla hablaba, Yahir le iba traduciendo y Alma intentaba con todas sus fuerzas ponerse de pie y mantenerse. La soltaron lentamente mientras ella los miraba muerta de miedo.

—No os vayáis muy lejos ¡Me voy a caer!—gritó.

—No lo harás, venga intenta aguantar todo lo que puedas—la rodeó y se puso tras ella por si acaso.

Se le notaba el esfuerzo en la cara, estaba colorada y su frente tenía una capa brillante de sudor. Segundos más tarde sus piernas le fallaron y se dejó caer, Yahir estuvo atento a agarrarla al vuelo. Cilla le dijo algo que no entendió.

—Inténtalo otra vez—Alma lo miró con cara de terror—Has aguantado cosas peores ¡Será pan comido, vamos!

La ayudó a incorporarse poco a poco, era la excusa perfecta para tenerla cerca y el ex piloto se sentía satisfecho. Esta vez aguantó un poco más, Cilla decidió que intentaría que diera un par de pasos, le dijo a Yahir que se pusiera frente a ella para que Alma pudiera apoyarse. Los dos obedecieron, al principio ninguno de ellos prestaba atención a la fisio. Hacía demasiado que no se sentían tan cerca el uno del otro; a pesar de que ya no eran un par de adolescentes, se comportaban como si lo fueran, Alma temía que los dos escucharan como su corazón se aceleraba con tan sólo sentir el contacto de Yahir en sus brazos. Una vez que volvieron a la realidad, Alma era incapaz de dar un paso.

—¿Qué pasa?—la miró con preocupación.

—No voy a poder, aún no me siento segura del todo.

—Sí puedes, mírame—Alma lo miró fijamente sus ojos felinos y sintió debilidad—Yo confío en ti. ¿Te acuerdas como confiabas tú en mí hace años cuando tuve el accidente?—ella asintió—Confiabas en mí, me ayudaste y lo conseguí. Ahora es tu turno, hazlo.




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