La última Victoria ( Bilogía Familia #2) (2016)

CAPÍTULO 13

Las palabras de Alma le dolieron, pero entendió que estaba enfadada y vulnerable, y que gran parte de la culpa la tenía él.

Decidió hacerle caso, así que, esa misma noche cogió un avión que lo llevaría derecho a Buenos Aires, llevaba meses sin aparecer por la empresa y tenía que resolver lo de Laura urgentemente.

Cuando llegó a su casa la sintió demasiado triste y vacía, estaba atardeciendo y apenas había dormido en el avión pensando en mil cosas. ¿Cómo podría hacer entender a Alma que Laura no era nadie para él? Ni ella ni ninguna otra. ¿Cómo explicarle que llevaba años obsesionado con ella? ¿Que cada vez que se encontraban parte de él revivía, aunque acabaran tirándose los trastos a la cabeza? Sería una tarea difícil y en ese momento no tenía ni idea como podía hacerlo. Alma era una persona testaruda y muy orgullosa y él ya empezaba a estar harto de dar su brazo a torcer. Esta sería la última oportunidad, si no salía bien debía dejarla ir, aunque eso significara que una parte de él moriría.

Una tarde, llegó a casa de los abuelos de Bradley, estaban ya muy mayores, por eso Laura vivía con ellos para cuidarlos, o eso pensaba él. Cuando llegó, le abrió la puerta una enfermera, al preguntar por Laura, la enfermera se encogió de hombros, no sabía quién era ella. Finalmente pasó y se sentó junto a Beatriz y Gilberto, estaban viendo la televisión con el sonido bastante alto.

—Hola ¿Cómo estás?—saludó la anciana Beatriz.

—Bien muy bien. Y ustedes ¿Cómo se encuentran?

—¡Ay muchacho, cada vez más viejitos y cascarrabias! Mi Gilberto se ha quedado sordo y ya ve cada vez menos y yo estoy molida, me duelen los huesos. Ya sabés cosas de viejos.

—¿Dónde está Laura? Vengo a hablar con ella.

—¡Esa ingrata!—gritó Gilberto que al parecer esa pregunta sí que la había escuchado—¡Se largó en cuanto se fueron de la ciudad! No le importó lo mal que estamos, simplemente se marchó.

—¿Cómo que se ha ido? Ella me dijo que estaba cuidando de ustedes. Los días que estuvo en mi casa argumentó que había contratado a personal para cuidarlos.

—¡Es una mentirosa! Nos dejó de un día para otro sin decir nada—dijo Beatriz—Llamamos al médico cuando Gilberto se cayó de la cama, y él ha sido quién nos consiguió a las enfermeras que nos cuidan cuando vio nuestra situación.

—Yo no sabía nada, de verdad que lo siento, debieron haberme llamado.

—No hijo, vos no estás obligado a cargar con nosotros.

—Por supuesto que sí, ustedes criaron a Bradley, les debo muchísimo.

—Y también te tratamos muy mal—la anciana suspiró—Este es nuestro castigo, nadie se va de este mundo sin pagar el mal que hemos hecho.

—No diga eso—Yahir tomó de la mano a la anciana—Les prometo que de ahora en adelante estaré más pendientes de ustedes.

—Gracias hijo—la mujer acarició la cara de su ex yerno con ternura.

—Tengo que arreglar algunas cosas, pero prometo venir a visitarlos mientras esté por aquí.

Se despidió de ellos y la enfermera le puso al día de todo, salió de aquella casa asombrado, jamás pensó que Laura fuera así. Esa mujer había criado a su hijo. ¿Y si había sido ella la que lo había seguido envenenado en su contra? A esas alturas no estaba seguro de nada, debía ir a buscar a esa mala mujer y saberlo todo.

Esa misma noche, llamó a Laura para invitarla a cenar, tal y como preveía, la argentina accedió encantada, ya había mordido el anzuelo, ahora había llegado el momento de descubrir todas sus fechorías.

Fueron a cenar a un restaurante que habían abierto hacía poco y estaba a rebosar de gente, pero gracias a los contactos de Laura pudieron encontrar una mesa dispuesta para dos en el último momento. Hablaron de cosas insustanciales, no tocaron el tema de sus padres ni el de Alma. Yahir se pasó toda la cena rellenando la copa de Laura para que hablara más tarde de lo que a él le interesaba. Finalmente consiguió su objetivo, la chica estaba bastante ebria y Yahir se ofreció a llevarla hasta su casa, cosa que la argentina aplaudió mentalmente pensando que esa noche iba a pasar algo.

—¿Querés pasar?—preguntó Laura con una sonrisa sugerente.

—Claro ¿Por qué no?—respondió inmediatamente.

—Enseguida vuelvo—y le guiñó un ojo descaradamente antes de salir de la habitación.

En ese momento se le ocurrió algo, grabar la conversación, así que puso su teléfono móvil detrás de un portarretratos y esperó a Laura pacientemente. Minutos después apareció con una bata corta de color rojo que dejaba muy poco a la imaginación.

—¿Querés tomar algo?—le preguntó mientras ella se servía un whisky.

—No gracias, tengo que conducir. Te preguntarás para que estoy aquí, ven—con la palma de la mano golpeó el sofá en donde estaba sentado.

—La verdad es que te esperaba hace meses ¿Por qué has tardado tanto? Estaba preocupada por vos—se acercó a él lentamente con una mirada cargada de lujuria.

—Lo siento, he estado ocupado todo este tiempo. Es largo de contar.

—Tenemos todo el tiempo del mundo ¿No?—bebió un trago bastante largo de su vaso.




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