Después de la comida, acudió a la guardería a recoger a Victoria. Aún no podía creer que hubiera dado con ella con esa rapidez, si no quería nada de ella ¿Por qué la seguía? Cuando llegaron a casa se encontraron con Silvia a punto de salir, pero al ver la cara de su amiga, dejó el bolso en la entrada y se sentaron en el sofá.
—¿Estás bien? Parece que hayas visto un fantasma. Además, no es hora de que estés aquí. ¿Has tenido algún problema en el trabajo? Puedo ayudarte ya sabes…
—¡Me ha encontrado!—gritó interrumpiendo la parrafada de Silvia—¡No sé cómo pero está aquí y sabe donde trabajo!
—¿Quién te ha encontrado?—y al no tener respuesta y dado que la cara de su mejor amiga era de gran preocupación, ató cabos—¡No! ¿De verdad? ¿Está aquí? ¡Me encantaría conocerle!—emitió un chillido de lo más estridente.
—¡Estás tonta o qué! ¿Qué voy hacer ahora?—se levantó para dejar a la niña en el corralito—No tenía ningún interés en que me encontrara.
—No cariño, la tonta eres tú. ¡Mira que te gusta el drama! Lo que debes hacer es hablar con él, arreglar vuestras diferencias, coger a tu hija y vivir felices y comer perdices o lo que se coma en su país—Alma la miraba con cara de incredulidad, incluso estuvo a punto de reírse con su ocurrencia.
—Me encantaría ver las cosas como tú las ves—dijo irónica—A mi me gustará el drama pero tú como directora de películas de ciencia ficción no tendrías precio.
—Alma, hablo en serio. ¿No te das cuenta que el destino se empeña en juntaros una y otra vez? Eso tiene que ser por algo.
—¡Porque le gusta joderme!—respondió—¡Lleva toda la vida haciéndolo!—resopló y se acercó a la ventana abierta—¡Señor destino, vete a la mierda!
—¡Mira que tienes la cabeza dura!—la empujó contra el sofá
—¡Y tú llena de pájaros!—alcanzó un cojín y se lo tiró a la cara.
—¡Yo me alegro de tener pájaros, y cuanta más variedad, mucho mejor!—le devolvió el golpe con el cojín y empezaron a reír durante un rato.
Siempre había sido así, Alma la sensata y Silvia la cabeza loca, jamás pasarían la una sin la otra, y aunque se dejaron de ver varios años, la complicidad entre ellas seguía siendo la misma.
Alma volvió a su trabajo días después tras fingir con ayuda de Silvia que tenía un virus de lo más contagioso. David se alegró al verla de nuevo, pero no le mencionó que ese hombre había ido a buscarla más veces, al parecer el tipo se cansó, pues hacía dos o tres días que no aparecía.
—¿Estás mejor? Silvia dijo que estabas muy mal, incluso mencionó algo de irse a un hotel con tu hija—Alma no sabía dónde meterse, hasta donde recordaba nunca había mencionado a Victoria—A ver si un día la traes por aquí y la conocemos.
—Algún día—respondió sin apenas voz—¿Queda mucho por reponer?
Durante esos días, tenía la sensación de que alguien la observaba, pero debía estar volviéndose loca porque mirara a donde mirara no había nadie. Una de las noches le tocaba hacer inventario con una compañera, pero ésta se puso enferma y la avisó en el último momento que no podría ir. Debía hacer el trabajo ella sola, eso sólo significaba una cosa, que no terminaría hasta el amanecer. Llamó a Silvia para informarle de la situación y pedirle que cuidara de Victoria.
Cuando todos se fueron, echó la llave por dentro del establecimiento, y aunque le costara reconocerlo, le daba un poco de miedo quedarse allí en aquel gigante centro comercial que en ese momento se encontraba tan oscuro como la boca del lobo. Intentó no pensar en ello, así que empezó a trabajar, cuanto antes empezara mejor. Se puso algo de música en los auriculares para distraerse y dejar de escuchar ruidos extraños procedentes de algún lugar.
Entró en el almacén para comprobar cuál era el stock de una de las prendas, cuando la puerta se cerró y se apagó la luz al mismo tiempo. Dio un salto que por poco llega al techo, se acercó hasta la puerta pero parecía cerrada con llave, ahora sí que estaba literalmente muerta de miedo. ¿Habría entrado alguien? ¿Cómo sería posible si ella misma cerró por dentro? Escuchó unos pasos muy cercanos y Alma pensó en las diferentes maneras en las que podría morir. Los pasos se estaban acercando cada vez más y justo en sus hombros sintió como dos fuertes manos la sujetaban.
—¡Llévate lo que quieras pero no me hagas daño!—gritó todo muy rápido—¡El dinero no está aquí si es eso lo que quieres!
Esas mismas manos la voltearon y vio una sombra, parecía un hombre. Alma estaba literalmente temblando, cuando esa figura la estrechó contra su cuerpo.
—No dudes que jamás te haría daño—le dijo un acento demasiado familiar—Siento haberte asustado pero era la única manera de que no huyeras de nuevo.
—¡Estás loco maldito psicópata! ¡Casi me matas del susto! ¿¡Es que no tienes nada dentro de esa jodida cabeza!?—empezó a gritarle mientras intentaba empujarlo.
—No, no tengo nada que no seas tú en esta jodida cabeza—se la señaló divertido—Ahora me vas a escuchar y más te vale no interrumpirme…—Alma le abofeteó y el sonrió como un idiota—Tú lo has querido—cogió un jersey y le ató las manos a la espalda—Necesito que dejes de pegarme, si no, no me concentro—volvió a sonreír.
—¡Estás para que te encierren! ¡Desátame y lárgate de una puta vez!—gritó de nuevo. Pero Yahir encontró solución, con otro jersey le tapó la boca.