La última Victoria ( Bilogía Familia #2) (2016)

CAPÍTULO 19

Sin haber terminado su trabajo, Alma volvió a casa. Silvia aún se encontraba despierta, al escucharla entrar sonrió de oreja a oreja, pero cuando vio la cara que traía, la sonrisa se le esfumó.

—¿Qué haces aquí ya?—se quedó mirando a la puerta como si esperara a alguien más—¿Vienes sola?—preguntó con curiosidad.

—Has sido tú ¿Verdad?—la acusó—Tú has ideado todo esto para hacerme una encerrona.

—Vale…confieso. Ha sido cosa mía—se puso en pie y se acercó hasta su amiga—¿Qué ha pasado?—Alma no respondió sólo abrazó fuertemente a Silvia y descargó toda la tensión que tenía acumulada.

—Soy el ser más despreciable de la Tierra—consiguió decir entre sollozos—Se ha ido, bueno no se ha ido, yo lo he echado después de que me abriera su corazón.

—Si no querías ¿Por qué haces esto?—las dos se sentaron en el sofá y Alma se sentía ahora más calmada.

—Es que no sé…es algo difícil de explicar, quiero y no quiero a la vez. Me da pánico volver a sufrir, estoy cansada de eso.

—Pero vamos a ver alma de cántaro ¿Por qué vas a sufrir hija de mi vida?—a veces le salía la vena andaluza que tan poco le gustaba—Ese hombre se ha recorrido media Europa sólo por encontrarte, te ama locamente, y adora a tu hija. Piensa… ¿Dónde está lo negativo?

—A lo mejor tienes algo de razón, pero ya es tarde, la he cagado tantísimas veces… Ni siquiera sé por qué todavía lo intenta.

—¡Porque está loquito por tus huesos, morena!—Alma sonrío por ese comentario—Ahora en serio, el rumbo de esta historia debe cambiar, si quieres recuperarlo, eres tú quien debe buscarlo a él.

—Claro parece fácil, pero no tengo ni idea de donde habrá ido—suspiró con desgana.

—Cielo, para que están las mejores amigas, ve a dormir, quizá mañana te tenga noticias—le guiñó un ojo mientras tecleaba en su tablet.

—Por cierto…no he terminado el trabajo. ¡David me va a matar!—se echó las manos a la cabeza.

—Tranquila, estás despedida—se rio de la cara que se le quedó a su amiga—No creo que te vayas a quedar por aquí. No te preocupes, seremos generosos con la indemnización—se levantó y le besó la frente como si fuera una niña—¡Y ahora a la cama!

Cuando Alma se fue a dormir, Silvia le mandó un correo electrónico a Cintia, la novia de Bradley que casualmente era sobrina de su jefe. Los tres estuvieron hablando un buen rato y Bradley prometió localizar a su padre con cualquier pretexto.

A la mañana siguiente Alma madrugó con Victoria, mientras pensaba que hacer con Yahir, organizó todo para volver a su casa, a Málaga. Allí podría desconectar un poco y ver a su familia a la que hacía meses no visitaba, ni siquiera conocían a Victoria.

—¿Estás segura que no quieres venir con nosotras?—le preguntó a Silvia mientras cerraba la maleta—A tu familia le haría mucha ilusión, sobre todo a tu madre.

—Prometo ir, pero no ahora—se la notaba afectada, en el tiempo que convivió con Alma y Victoria se había acostumbrado a que alguien la esperara en casa y sentirse menos sola.

—Te esperamos, como no vayas, vendré a por ti y te llevaré de los pelos—las dos amigas se fundieron en un entrañable abrazo—Gracias por acogernos y ayudarnos tanto.

—¡Qué va! No ha sido nada, gracias a vosotras por haber compartido todo este tiempo conmigo. Os echaré de menos—fue hasta su bolso y sacó las llaves de un coche—Toma, mi regalo de despedida.

—¿¡Qué dices!? Es tu coche, lo necesitas—no aceptó las llaves.

—Me voy a comprar otro… Un descapotable fucsia como el de la Barbie. ¿Te acuerdas que jugábamos con él cuando éramos niñas?

—Sí que me acuerdo…—suspiró con nostalgia—Sé que lo harás, te comprarás esa horterada de coche. Muchas gracias Silvia, no sabes cuanto te quiero.

—Me lo imagino, siento lo mismo—unas tímidas lágrimas asomaban a sus ojos y ella se las limpió con disimulo, jamás lloraba delante de nadie—¡Anda vete ya, se te va hacer tarde!

Las acompañó hasta el coche, y las vio partir calle abajo, deseaba de verdad ver a su amiga feliz como siempre tuvo que ser.

Al anochecer por fin llegó a casa, y como era de esperar todos a escuchar ruido en la escalera salieron a ver de quién se trataba.

—¡Niña!—la primera en salir fue Luisa—¡Qué alegría me da verte bien!—Luisa estuvo muy preocupada cuando Alma cayó en coma, aunque sabía que ya había salido de él y se había recuperado muy bien—¡No sabes que mal lo he pasado!

—Siento haberos abandonado tanto tiempo—cogió a su hija con un brazo y con el otro se abrazó a Luisa—Mira, te voy a presentar a alguien—Victoria en ese momento sonreía feliz hacia la señora que hablaba con su madre.

—No hace falta ¡Es clavadita a ti!—se la arrebató de los brazos—Hola mi amor, eres una preciosidad, soy tu abuela Luisa—le dio un sonoro beso que hizo chillar de alegría a la pequeña.

—¿Dónde están los demás?

—Salieron a dar un paseo y tomar algo con los niños. Luego los verás. Vamos te ayudo con todos los trastos de esta hermosura.

—Tranquila Luisa, yo puedo, tu vuelve a casa y no digas nada, quiero darles una sorpresa.




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