Al día siguiente Alma fue a darles una sorpresa a Alina, Andy y los niños, les presentó a la nueva integrante de la familia y todos coincidieron en que era un amor.
Los días pasaban deprisa, pero las noches eran aún demasiado largas. Sus ilusiones estaba empezando a desvanecerse, volver a ver a Yahir se le antojaba cada vez más lejano. Tendría que aprender a vivir así si el destino es lo que quería para ella.
Una mañana llamaron a la puerta y se encontró con Bradley y Cintia al otro lado.
—¿Qué hacéis vosotros por aquí?—los abrazó a los dos con cariño—Pasad no os quedéis ahí.
—Estamos aún con la gira y dentro de unos días nos toca Málaga ¿Vendrás no?—insistió Bradley.
—Jamás me lo perdería—respondió mirándolos a ambos—¿Cómo vais vosotros?
—Bien, muy bien, conociéndonos aún—respondió Cintia que tenía un español bastante aceptable.
Pasaron el día juntos y quedó con ellos en que sería la invitada de honor. Se alegraba mucho por ellos, se les veía muy enamorados y cosechando éxitos profesionales.
El día del concierto, Victoria se quedó con Luisa y con sus nietos, ya que todos estaban invitados.
—¡Alma!—la llamó Bradley—¡Necesito que me hagas un favor, es muy urgente!
—¿Qué pasa? ¡No me asustes!
—Tienes que ir arriba y traerme unos caramelos de eucalipto.
—¿Para qué quieres ahora caramelos de eucalipto? Creo que yo tengo por aquí…—empezó a rebuscar en su bolso.
—¡No! Quiero los míos, es una cosa seria, sin ellos no puedo cantar, ve por favor—le puso su mejor cara de pena y al final ella accedió.
Subió hasta lo que parecía una especie de camerino y empezó a buscar los dichosos caramelos, cuando escuchó un ruido al otro lado del tabique que estaba separado por una puerta. La curiosidad le pudo y atravesó la puerta golpeando a alguien si querer.
—¡Dios, lo siento!—se disculpó—¿Está usted bien?
Cuando el hombre se volteó y se quitó las manos de la cara, los dos se quedaron petrificados, y más aún cuando Alma se percató de lo que él llevaba en la mano también eran caramelos de eucalipto.
—Hola—saludó ella—¿Has venido a por caramelos de eucalipto por casualidad?
—Sí—respondió agitando la bolsa—Son para…
—Bradley—completó la frase por él—Ese hijo tuyo es todo un liante.
Los dos se quedaron en silencio, sin saber que decir. Alma sabía que era la oportunidad que llevaba días buscando, pero no encontraba las palabras adecuadas.
—Me alegra saber que vienes a verle, eso le habrá hecho mucha ilusión.
—Yo me alegro de haber estado equivocado respecto a mi hijo. Tenías razón, tiene un gran talento.
—¿Conoces a Cintia? Es su amiga…bueno algo así—sonrió con muchos nervios en su interior.
—Sí, Bradley me la presentó, parece una buena chica. Se nota que está haciendo un buen trabajo con él, ya me tolera más, incluso hablamos a menudo.
—No sabes cómo me gusta escucharte decir eso, después de tantos años ha comenzado a entrar en razón.
—Eso parece—la música comenzó lo cual indicaba que el concierto había iniciado—Creo que ya no necesita los caramelos—soltó los caramelos en un cuenco.
—No quiero perderme el concierto—abrió la puerta del camerino y la cerró tras él.
Tenía muchas cosas que decirle, pero no sabía por dónde empezar, el miedo la paralizaba, pero sabía que era ahora o nunca. Si dejaba que se fuera en ese momento, sabía con certeza que no lo volvería a ver.
Cuando lo tuvo claro, abrió la puerta de par en par para ir a buscarlo, pero no tuvo que recorrer mucha distancia, él estaba sentado al principio de la escalera escuchando con atención la música que venía desde el escenario.
—Me gustaría hablar contigo un momento…bueno si quieres, si no nada—él no respondió ni siquiera la miró—Pensándolo bien, mejor que no—tomó la dirección contraria y cuando iba a entrar en el camerino, Yahir la detuvo.
—Vamos dentro—después cerraron la puerta y él se quedó más cerca de la misma—Si quieres hablar aquí me tienes.
—La verdad es que no sé por dónde empezar, no se me da bien estas cosas—se frotaba las manos con nerviosismo y miraba continuamente al suelo—Sé que la última vez que nos vimos fui muy borde contigo y no te lo merecías…
—Más que borde fuiste hiriente —le cortó Yahir con el gesto serio.
—Lo siento, no estaba preparada para escuchar todo lo que me dijiste. Fue lo más bonito que me han dicho en mi vida, fue como de película y yo lo estropeé todo como siempre. Pero me arrepentí al instante cuando te fuiste… Entonces comprendí el gran error que acababa de cometer, pero ya era muy tarde—Yahir la escuchaba sin parpadear, no sabía muy bien si era fantasía o realidad—El miedo siempre me acompaña y todo lo que me dijiste a parte de encantarme, me aterrorizaba. Sólo quiero decirte que si aún no te has cansado de mí, de mis cagadas, de mis idas de olla y de mis espantadas, estoy dispuesta a pasar miedo siempre y cuando me ayudes a vencerlo.