La venganza de la Ceo adolescente

Michelle, la emisaria vengadora

Me reí para mis adentros. Abril me pareció patética. Quizá creía que lo había conquistado, que me lo había quitado, pero, al parecer, eso no era algo tan difícil. Bastaba un cuerpo estético para que Mario desbocara sus hormonas.

  • Te diría que mis ojos están acá arriba, pero qué más da.

Reaccionó y se sentó tras su escritorio mirando para todos lados.

  • ¿Qué necesitabas hablar conmigo?
  • Necesito trabajo.
  • ¿Y qué tengo que ver yo?
  • Que me lo vas a conseguir en ese hospital.

Se río burlón.

  • ¿Y exactamente porque haría eso?
  • Porque no querrás que tus hijos se enteren de lo que pasa entre la ex asistente de su madre y tú.

Palideció y me miró con odio.

  • No sé de qué estás hablando…
  • Me da asco sólo de pensar en lo que vi y no quiero repetirlo. Pero te lo resumo… Cuando ella estaba en coma, la tipa se rio, le tocaste el trasero, ella tocó tu… y hablaban de que se habían librado de ella y pronto sería para siempre, aunque tenías que fingir estar de luto. Otro día le dijiste que por fin te habías librado de sus humillaciones.

Lo vi apretar los puños y los dientes. Lo conocía lo suficiente para saber que estaba ardiendo en furia.

  • No sé qué crees que viste, pero, considerando la opinión que tiene Lina de ti, no darán crédito a ninguna de tus palabras…
  • Seguro que no, pero para eso existen los videos…

Por supuesto que yo no tenía nada de eso, pero él no lo sabía. Y con los detalles que le había dado de sus palabras, era suficiente para que se lo creyera.

  • No te pido mucho, ni siquiera te dije que me des una gran cantidad de dinero o algo así. Sólo que me ayudes a tener un puesto en este lugar. Dada mi experiencia, puedo estar en Relaciones Públicas, en Publicidad, en ventas y hasta en Recursos Humanos.
  • ¿No te falta como a Lina un semestre para terminar la escuela?
  • Sí, pero lo voy a hacer en línea. Necesito quedarme aquí en Monterrey por el momento. Y así le doy un descanso a tu hija, ¿No crees? Bueno, por el momento es todo, te doy hasta mañana para pensarlo. Este es mi número.

Jalé su mano y escribí el número en su palma. Sentí como se estremeció con mi contacto, con la de esta piel joven. Eso me daba tantas ideas... Salí mientras lo oía aventar lo que tenía sobre el escritorio. En el elevador me topé con una cara familiar. Era Leonardo.

  • Por lo visto el alta te hizo mucho bien. Ya tienes color y te ves llena de vida.
  • Así me siento, gracias Doctor.
  • ¿Y ahora si me dirás exactamente qué interés tienes en la familia Estrada Luna?
  • No creo que sea de tu incumbencia.
  • Puede decirse que no, pero, ya que te llevaste cosas de la oficina de Verónica, tengo curiosidad.

Lo miré con los ojos muy abiertos. ¿Cómo? Debía ser una trampa.

  • No sé de que hablas.

Tomó su celular, buscó un video y me lo mostró. Se veía a través de las paredes de cristal de mi oficina como tomaba las cosas.

  • ¿Cómo demonios tienes mi clave?
  • ¿Tú clave?
  • La de Verónica.
  • ¿De dónde la conoces? Si eres rival de su hija no tiene lógica que te confiara algo tan importante.
  • ¿Y a ti si te la confió? Lo dudo.
  • Ella no.
  • ¿El dueño?
  • Es una larga historia que no tengo tiempo de contarte ahora. Así que tienes dos opciones. Me dices que buscabas o, llevo esto a seguridad y te meterás en muchos problemas.

La chantajista acabó chantajeada. No podía decirle la verdad, porque no me creería o pensaría que lo estaba engañando o burlándome.

  • Está bien. Invítame un café.

Fuimos a una cafetería que estaba cerca del hospital. Pedí un café helado y pensaba en que d3m0nios iba a decirle.

  • ¿Entonces?
  • Verónica me buscó para reclamarme lo que le hice a Lina. Saboteé su colección para quedarme una pasantía, por si necesitas saberlo. El caso es que, me preguntó porque lo había hecho. Le conté mis razones y ella fue muy comprensiva. Nos comunicamos vía remota desde entonces. Cómo habrás visto, la relación con mi madre no es muy buena, así que ella fue algo así como una tutora inesperada.

Leonardo se sonrío de una manera enigmática y triste.

  • Sí… Así era ella. Tenía un corazón muy grande y le encantaba ayudar a la gente, a veces más allá de lo que debía.
  • El caso es que, unos días antes de mi accidente, me dijo que sentía que algo no iba bien en su trabajo y en su matrimonio. Me dio la clave de su oficina y me dijo que, si le pasaba algo, recogiera sus cosas para que no cayeran en malas manos.
  • ¿Exactamente a ti?




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