La venganza de la Ceo adolescente

La Medium

Entrar de nuevo a mi casa de la mano de hijo, fue surreal. Aunque todo parecía estar en el mismo lugar, se veía diferente. Una voz enérgica cruzó el aire.

  • ¡¿Qué hace aquí esta p3rr4? ¿Cómo te atreviste a traerla?!

Era Lina. Si quería seguir adelante con este plan, necesitaba dejar de pensar como su madre y establecer bien mis prioridades. Arreglar las cosas con mis hijos iba a ser complicado sino es que imposible con este cuerpo. Eso tendría que ser a través de Mayra y casi como sesión espiritista, conectándolos más con mi recuerdo que con mi presencia física.

Michelle tendría que ser la vengadora de las afrentas y, sobre todo, la investigadora que descubriera que es todo lo que hubo detrás de nuestros accidentes. Así que, le gustara a Lina o no, yo necesitaba quedarme en esa casa.

  • Hola Lina… Gusto de verte de nuevo. Cómo sabes, yo no vivo en esta ciudad, no tengo donde quedarme y Víctor fue muy amable al ofrecerme hospedaje mientras.
  • No tienes vergüenza.
  • Sí la tengo. De hecho, lamento haber saboteado tu colección.
  • ¡Lo sabía! ¡Te lo dije Víctor! Yo tenía razón, fue ella.

Me solté a llorar.

  • Lo lamento tanto… No tengo nada contra ti, sólo necesitaba alejarme de mi madre. Sabes que no me deja ni a sol ni a sombra, que no me dejó vivir como todos en la residencia universitaria y se fue conmigo para tenerme vigilada. Esa pasantía era el único modo de estar lejos de ella al menos unos meses.
  • ¿Crees que me van a convencer tus lágrimas de cocodrilo? ¿Sabes cuánto tiempo invertí en esa colección?
  • Prácticamente todo el que tenías libre. No dormías y casi ni comías. La noche anterior estuviste despierta hasta el amanecer pintando a mano los últimos detalles.

Se quedó callada. Supongo que no esperaba que esta niña egocéntrica y desconsiderada, supiera el esfuerzo que había puesto.

  • No sé cómo lo sabes, pero sí. Puse todo lo que tenía.
  • Si te sirve de consuelo, la dichosa pasantía fue un infierno. La diseñadora es peor que la de la película esa donde una asistente de modas es tratada cómo basura. Me gritó durante toda la pasarela, me hizo arreglar sus diseños y no me dio ningún crédito.
  • Pues me alegro. Te lo merecías.
  • Lo sé. Pero el caso es que de nada hubiera servido que llevaras tus diseños porque no los habrían mostrado e igual habrías acabado de esclava de esa mujer.
  • Sí, me dijeron que es una oportunista. Pero eso no quita el daño que hiciste. Y no tendrías nada que hacer en mi casa.
  • Que también es mía Lina.

La voz de Víctor retumbó fuerte y decidida.

  • No creo que a mi papá le parezca.
  • ¿Qué me parezca qué?

Mario apareció desde la biblioteca. Vestía ese traje gris acero que le había comprado en uno de sus cumpleaños y que lo hacía lucir tan bien. Nunca dejó de gustarme, nunca dejé de desearlo. Apreté los dientes.

  • Que Víctor trajo a esta a vivir a la casa.
  • Buenas noches Mario.

Saludé entre coqueta y maliciosa. Noté como se le bajaban los colores.

  • ¿Mario? ¿Por qué le hablas de tú a mi papá?
  • Porque nos conocimos en el hospital y tenemos una buena relación, ¿Verdad?

Mi marido no sabía que decir. Lina y Víctor lo miraban interrogantes.

  • Ella… Estaba hospitalizada justo a un lado de su madre. La veía cuando iba a ver a Verónica. Los residentes tienen que estar al pendiente de todos los casos de Urgencias y yo tengo que supervisarlos y dar seguimiento. Sabía que era compañera tuya, por eso puse un poco más de cuidado.
  • Pero no es mi amiga, al contrario…
  • De esas cosas no sé Lina, no me meto en niñerías.

Vi la cara dolida de mi hija y tenía ganas de abofetear a Mario. Mis hijos sentían que yo no había estado al pendiente de ellos, pero su padre estaba peor, no sabía ni siquiera que era lo que les gustaba, quienes eran sus amigos, sus enemigos…

  • ¿Por qué está aquí, Víctor?
  • Ella no es de esta ciudad, necesita quedarse un tiempo por los seguimientos médicos y no tiene donde hospedarse, a nosotros nos sobra lugar.
  • Tendrías que haberlo consultado conmigo primero.
  • ¿Por qué? Esta casa es de mi madre y por tanto, mía y de mis hermanos.

El semblante de Mario cambio y crispó las manos. Sabía que estaba furioso. Me sentí tan orgullosa de mi hijo… Al menos eso sí lo tenían claro, que esta casa la compré yo, la mantuve yo y por tanto, era mi herencia para ellos y su padre no tenía ninguna injerencia sobre ella.

  • Esta casa es tan mía como de tu madre. No voy a discutir asuntos familiares enfrente de extraños.
  • Por mí no te preocupes Mario. Si no puedo quedarme aquí, me voy sin ningún problema. Como creadora de contenido, tengo muchas historias que contar e incluso grabaciones que monetizar, con ese dinero seguro encuentro algo. No lo había hecho porque estaba recuperándome, pero dadas las circunstancias…




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