La venganza de la Ceo adolescente

El mundo de los sueños

Con cierto recelo, lo dejé pasar un momento.

  • Espero que te sientas a gusto en este lugar.
  • Si, gracias. Está perfecto.
  • De nuevo una disculpa por todo el drama de hace un momento. Te diría que no son tiempos fáciles para mi familia, pero la verdad es que esto no es nada extraño y no hemos estado bien desde hace mucho…

Sí. Ahora tenía consciencia de eso. ¿Cómo era posible que no me hubiera dado cuenta antes?

  • Siempre creí que ustedes eran la familia perfecta y me daba envidia. No es que mis padres lo hayan hecho tan mal, pero bueno, tú sabes. Veía a Lina cuando hablaba con su mamá, sus fotos, cuando fueron a un par de eventos de la escuela…
  • Nos volvimos expertos en fingir. Mi padre, que aún le importaba esta familia. Nosotros, que no nos afectaba nada y seguíamos una vida feliz. Mi madre era la única que nunca fingió nada. Estoy seguro que ni siquiera se daba cuenta de lo que pasaba.
  • No. No lo imaginaba.
  • ¿Perdón?
  • Que por lo que dices supongo que es cierto, no tenía ni idea. ¿Entonces no sientes o sentías amor por ella?

Traté que mi pregunta no sonara a súplica para no delatarme, pero estaba llena de genuino dolor.

  • Por supuesto que la amaba, la amo. Era una mujer brillante, que salió adelante sin importar los obstáculos. Nos quería mucho, estoy seguro, a su rara manera. Tampoco es que nos haya tratado mal o nunca nos demostrara su amor. No se explicártelo sin sonar mal agradecido.
  • No es necesario. En dado caso tendrías que explicárselo a ella, pero considerando las circunstancias… Ahora, espero no te moleste, pero necesito descansar.
  • Claro, claro. No quiero incomodarte. Si necesitas algo, desde ese teléfono puedes hablarle a Rita. Es nuestra ama de llaves.
  • Gracias.

Víctor se fue con la mirada llena de nostalgia. Llegó un mensaje de Mayra.

*!Holaaaa! ¿Puedes ir a nuestro rincón secreto? Te veo ahí en 10 minutos.

El rincón secreto del que hablaba Mayra, era el cuarto de máquinas de la alberca que estaba escondido tras la cascada. Siempre estaba cerrada con candado, pero un día que queríamos tomar un par de copas sin que nos molestaran los niños o Mario, descubrimos que se podía entrar entre las piedras. Desde entonces, se convirtió en el lugar donde podíamos escondernos un rato de nuestros mundos.

Busqué en el bar de la casita una botella de whisky, un agua mineral y dos vasos. Me cercioré que nadie me viera desde las ventanas de la casa principal y me escabullí tras la cascada. A los pocos minutos apareció Mayra. Se sorprendió como si no me esperara.

  • ¿Qué te pasa?
  • Perdóname. Por un segundo pensé que eras sólo esa mocosa caprichosa y de algún modo me habías engañado y entonces no habría modo de que supieras de este lugar. Me va a costar un poco de tiempo hacerme a la idea.
  • Te entiendo. Yo lo estoy viviendo y aun así no me acostumbro.
  • ¿Qué pasó con Lina?
  • Se quejó amargamente de que su hermano te haya traído sabiendo quien eres y peor, que te hayan dado armas para hablar de ella en la escuela. Sobre la z0rra de Abril, me dijo que fue lo único que se le ocurrió porque a nadie le importa y al menos aquella estaba al tanto de tu vida…
  • Si, tan al tanto que decidió robármela…
  • No me hagas hablar Verano…

Hablamos de todo y nada y por un instante, parecía que nada de esta locura hubiera pasado. Se fue tras un par de horas trastabillando y tratando de no ser descubierta por nadie de la casa. No era la primera vez, así que habíamos hecho una especie de puerta secreta que daba del jardín a la calle. Traté de dormir, pero me la pasé dando vueltas. Casi me caigo de la cama cuando alguien tocó el cristal de la ventana. Temí que fuera Víctor y me acerqué a abrir un poco la puerta. Era Mario.

  • ¿En qué le puedo servir Doctor Estrada?
  • Ah, ahora si me hablas formalmente.
  • Alguien tiene que ser el adulto y mostrar respeto.

Sus ojos echaban fuego, pero no me quedaba claro si de odio o de deseo. Aunque había barajeado esa idea de seducirlo para fastidiar a Abril, ahora la sola idea me causaba asco. No haría pasar el cuerpo de esta niña por esa bajeza.

  • No sé qué pretendes al usar a mi hijo para entrar a esta casa…
  • Sobrevivir, doctor, sobrevivir. Necesitaba un lugar para vivir, Víctor me lo ofreció. Necesito trabajo, se lo pedí a usted. Por cierto, ¿Cómo va eso?
  • Por lo que veo el que me hayas chantajeado para conseguirlo no te causa remordimiento alguno.
  • El remordimiento es para la gente que no merece lo que le sucede. No es su caso.
  • No entiendo cuál es tu interés o que te tomes a título personal algo que no te afecta. No eres amiga de hija y tampoco lo eras de mi mujer.
  • En esa última parte, no estamos tan de acuerdo. Lina no lo sabe, pero su mamá y yo estuvimos en contacto por… “Ciertas circunstancias”.




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