*** FLASHBACK ***
Era uno de esos días en que el trabajo me rebasaba. Quería pasarme por la oficina de Mario porque tenía una semana que apenas lo había visto. Llegaba a casa cuando estaba ya dormido y al día siguiente despertaba cuando él ya se había ido.
Con el pretexto de ir al baño, me escapé de una junta para visitarlo, pero no había nadie. Me pareció de lo más extraño porque el casi no hacía trabajo de campo, pero procuré no darle mayor importancia. Regresé a mi reunión que se alargó un par de horas.
Al volver a mi oficina, estaba molida y la cabeza me iba a estallar. Lo primero que vi al entrar fue un hermoso ramo de tulipanes blancos y rojos. Sonreí y hasta el dolor se me olvidó. Eran mis flores favoritas, así que supuse que mi marido había pensado lo mismo que yo y también me extrañaba. Tomé la tarjeta que acompañaba al ramo.
“Me parece ejemplar tu dedicación al trabajo, pero no vayas más allá de tu salud. Espero que este ramo te alegre la tarde y las pastillas alivien tu stress y dolor de cabeza. Atte. Alguien que te admira desde lejos.”
Tenía una mezcla de sentimientos. ¿Era Mario tratando de ser espontáneo al no poner su nombre? ¿Era su modo de revivir la chispa? Y si era alguien diferente ¿No sabía que estoy casada? ¿Cómo sabía mis gustos?
Los regalos se repitieron las semanas siguientes: Una caja de chocolates, una bolsa de semillas para el dolor de cuello, aceites esenciales para aromaterapia… Me quedó claro que mi marido no tenía nada que ver, y empecé a deshacerme de ellos dándoselos a las chicas de recepción. Fuera quien fuera ese dichoso admirador secreto, le tenía que quedar claro que yo era fiel a mi marido y no andaba buscando aventuras ni reemplazarlo.
Después, lo vi como una oportunidad. ¿Se pondría celoso Mario al ver que alguien más se interesaba en mí? Empecé a usar el perfume, que era muy diferente al que me ponía habitualmente. Me puse los aretes, el collar, me llevé uno de los ramos a casa…
*** FIN DEL FLASHBACK ***
Primero atribuí a lo despistado que era Mario el que no se diera cuenta ni preguntara nada sobre los regalos. Ahora me queda claro que era porque yo había dejado de interesarle. Tras lo que me dijo Leonardo, me di cuenta que ese admirador secreto, era justo él.
Sentí un poco de pena. Leonardo no podía amarme, estaba segura que era sólo lo que ahora llaman “crush”, es decir, un enamoramiento platónico. Agradecí que, quizá por ello, salvó mi cuerpo y en el proceso a la infortunada Michelle, pero no tenía ni idea quien era yo, lo que me gustaba, lo que temía, mi pasado, mis manías…
Me senté a su lado y me tomó desprevenida cuando puso su mano sobre la mía mientras me miraba a los ojos. Sentí como me subía el color a las mejillas y un inusitado calor invadía mis entrañas.
Se rio. Quité la mano enseguida. Tenía razón. La había dejado ahí todo ese tiempo. Pero eso no significaba nada ¿O sí? No tenía tiempo para estos juegos. En las altas esferas de la empresa se estaban confabulando para barrer sus pecados bajo la alfombra y achacármelos a mí para salirse con la suya. Los principales candidatos a dirigir la empresa, sólo querían el poder para robarse lo más que pudieran y sacrificar a la gente en el proceso. No sabía cómo, pero tenía que impedirlo. No tenía tiempo para romances.