La venganza de la licántropa

Capítulo 2

Jade alcanzó a oír un grito desgarrador proveniente de los pisos superiores. Lo más inquietante y perturbador fue que solo ella pudo sentirlo, ya que ninguno de sus colegas en la fábrica parecieron percatarse del mismo. Su respiración se agitó de manera irremediable y se le erizó el vello de todo el cuerpo. Había pausado sus actividades de un sobresalto a causa del susto y varios le miraban intrigados como preguntándose si se encontraba bien.

Desde hacía relativamente poco tiempo, escuchaba y percibía voces y susurros provenientes de aquella dirección. Ella sabía muy bien el porqué podía percibirlos, por lo que no se atrevía a revelar nada a nadie. Se suponía que ella solo era una simple obrera en ese lugar y eso era lo que definitivamente era. Pero con el paso de cada día, las voces eran más profundas y notables, como si quisieran ponerse en contacto con ella. Jade no se explicaba cómo era que podía percibir ese tipo de presencia paranormal. Sin embargo, con el transcurrir de los días estaba llegando a un límite en el que ya creía que se volvería loca. Sin lugar a dudas, se trataba de espíritus.

Para cuando Jade ya se hubo calmado, era prácticamente el horario del almuerzo. Pasados algunos días desde aquel incidente con la alarma, Jade comenzó a almorzar junto al matrimonio que había defendido. Agradecía en verdad su comportamiento, ya que ella era muy solitaria y no era dada a conversar con los demás debido a que le costaba bastante interactuar. Buscó su bolsa de almuerzo y se acercó para sentarse con el matrimonio.

—Jade, todavía no me canso de agradecerte por cómo nos has defendido.

—No es nada, chicos.

—Claro que lo es —intervino el esposo—. Con este trabajo garantizamos un plato de comida en la mesa de nuestros hijos.

—Por eso mismo, Jade. Muchas gracias. No sé qué sería de nosotros si no tuviéramos este empleo.

—Bueno, está bien —dijo avergonzada—. Vamos a comer.

Mientras Jade comía uno de sus sándwiches, el matrimonio veía los grandes bocados que ella realizaba, como si en realidad quisiera devorar su alimento. Jade se percató de esto en cuanto terminó de comer y ellos ni siquiera habían comenzado por su ración.

—Sepan disculparme. No he desayunado.

—Entendemos. Tener hambre es muy duro. Y bien, cuéntanos, Jade. ¿Desde hace cuánto trabajas aquí y por qué no te habíamos visto? —se interesó la señora.

—Empecé hace tres meses y estuve trabajando en un único sector. El de hilado. Cuando llegué, me dijeron que ya contaban con los empleados suficientes, así que les rogué y me aceptaron. Con el tiempo, aprendí bastante rápido, así que ahora estoy aquí.

—Qué bueno.

—Sí. Y la paga es buena.

—Es muy buena. Solo que últimamente algo está interfiriendo con nuestra tranquilidad —dijo esta vez el esposo.

—¿Cómo dices?

—Desde ese extraño episodio con la alarma que no volvió a repetirse, ahora escuchamos sonidos extraños. Estamos debajo de la cúpula del edificio y desde allí provienen unos ruidos muy raros. Para mí que hay espantos.

—¿Qué aquí espantan?

—Jade, sé que es difícil de creer. Todos los demás, incluido el dueño, se ríen de nosotros.

—Les creo.

—¿En serio?

—Por supuesto. Sé que ustedes no mentirían y yo también siento cosas raras aquí —añadió susurrando.

—Si te soy sincero, tengo miedo, Jade —continuó el esposo—. Algo raro sucede aquí y el jefe solo piensa en hacer oídos sordos. Se concentra en el dinero y no en sus trabajadores.

—Tal vez la fábrica no está bendecida —agregó su esposa.

—¿Ustedes creen que habría que bendecir este lugar? —preguntó curiosa Jade.

—Puede que sí, sino, ¿cómo se explican esos llantos al atardecer y que aumentan con frecuencia por la noche?

—¿Los han escuchado de noche?

—A veces a mí me toca el turno nocturno —dijo el esposo—. Es escalofriante. Hay algo turbio aquí.

—¿No creen que alguien debería investigar qué es lo que ocurre?

—¿Investigar? ¿Quién se atrevería a investigar esto? Solo un loco —dijo la esposa.

—O alguien verdaderamente osado —añadió Jade sonriendo. Ya sabía qué hacer exactamente esa noche.

Más tarde, cuando los empleados que había en el lugar se despedían y comenzaban a retirarse, Jade se quedó escondida en un rincón oculto en la oscuridad. Vio al dueño bajar las escaleras desde su oficina y salir del recinto cerrándolo todo. Era el momento de actuar.

Según el matrimonio y, por lo que ella misma había percibido de aquellas voces, todo el asunto paranormal provenía de la cúpula. Abrió una ventana y la luz de la luna se filtró a través de esta. Sacó su cabeza hacia el frío de la noche y vio hacia arriba. La cúpula estaba en lo más alto de la fábrica. Se preguntó a sí misma si la fábrica no hubiese sido antes un templo religioso para tener esa clase de estructura de arte gótico.

Salió por la ventana y con sus asombrosas habilidades comenzó a trepar. Puso su pie en cada uno de los salientes y así llegó hasta lo alto del edificio. Caminó por el techo de la fábrica y vio la cúpula en la cual había una cruz de considerable tamaño. Ahora se hallaba más que convencida de que ese edificio debió ser algún templo religioso.

Continuó caminando y acercándose a la cúpula para treparla, cuando una voz la detuvo. Pudo escuchar claramente que la llamaba como si fuera rogando. Con mayor esmero trepó la cúpula y subió hasta llegar a lo que ocultaba. Allí había unas rejas negras como si fueran de prisión y que habían sido dobladas en el centro con una fuerza descomunal de tal manera que un cuerpo del tamaño de una persona podría atravesarlas. Ella lo logró y, lo que vio a continuación, la impactó.

Varios cuerpos decrépitos colgaban suspendidos del techo por medio de arneses. Se fijó en sus rostros cadavéricos. Estaban pálidos y blancos como si alguien hubiera absorbido la esencia de su vida, es decir, toda su sangre completa. Lo más extraño era que no había presencia de mal olor.




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