La venganza de la mejor amiga

[2] Josh Mathew

—¡Mírame, mírame a los ojos que allí está tu corazón, es mi tesoro, es mi refugio, mi lugar de desolación!  Aquí permaneceré, esperaré aquello que estás dispuesto a darme—mi voz suena afligida.

 

— ¿Yo? ¿Entregarte? ¡No tengo nada! ¡No queda nada! Soy egoísta al desearte todas las mañanas—habla John acercándose a mí.

 

—¿Y qué esperas? Hazme tuya de una vez, lo necesito más que respirar. ¡Yo! Deseo ser tu respirar, tu sol en la mañana al despertar, atarte a mi hasta que no puedas amar, ser tu veneno y tu antídoto en tu soñar—termino con una carcajada provocando que John se separe hastiado.

 

—¡Samantha Suarez!—grita el profesor de expresión corporal acercándose furioso.

 

Olvidé contarle que estudio actuación en " Tisch School of the Arts" Ubicada en la ciudad de New York. Después de terminar la secundaria en mi país de origen, tanto Valery como yo solicitamos becas de estudio en esta universidad de artes. Para poder ingresar nos tomamos un año  perfeccionando nuestra técnica, y cuando nos presentamos en la audición parecíamos gelatina de lo nerviosa que estábamos, por suerte todo salió bien.

 

Al ser aceptadas gritamos como desquiciadas como por una hora,  nuestra garganta se vio afectada por tantos gritos y al final sonreímos como si fuéramos modelos en un comercial de pasta dental.

 

Mi madre siempre decía que si llegaba a ser actriz, sería la mejor. No hablaba como una madre orgullosa dándome apoyo moral, lo decía porque según ella soy una dramática, afirmaba que verme a mí haciendo una rabieta resultaba más entretenido que un capítulo de la Rosa de Guadalupe, no le discutía, sé que suelo ser intensa a veces—bueno, casi todo el tiempo —. Hace año y medio que estudiamos en esta escuela, Valery en danza clásica y contemporánea, desde niña siempre se le ha dado bien bailar y lo disfruta mucho, a diferencia de mí que nací con dos pies izquierdo. Por otro lado, yo entré en la carrera de Teatro y dirección teatral. Nuestros padres nos ayudan pagando un pequeño departamento a un par de kilómetros del centro de estudio, sin embargo, en el tiempo libre ambas trabajamos para cubrir los demás gastos. Yo administro un blog en internet, mientras que Valery imparte clases de baile en una pequeña escuela cerca de casa. 

 

—¿Qué pasa, profesor? ¿Dije algo malo?—Indago con fingida inocencia.

 

—¿En serio te atreves a preguntar qué pasa?—Su respiración es acelerada y las venas de su cuello se hacen notorias reflejando su molestia.

 

—Claro, profesor ¿Si usted no me dice cómo voy a saber?—Los abucheos de mis compañeros se escuchan detrás mientras van bajando del escenario, siendo sincera no los culpo.

 

—¡Hemos repetido la escena diecisiete veces! ¡Diecisiete veces!—Alza la voz con ímpetu haciendo sobresaltar a más de uno en el lugar—, y solo porque la señorita no logra controlar su risa.

 

—Me voy—informa John saliendo del auditorio despotricando contra mí luciendo muy enojado.

 

—No es mi culpa que su cara parezca la de un gatito agonizando —me excuso señalando a John que acaba de irse.

 

—Tienes talento Samantha, de eso no tengo dudas, pero te estás aprovechando de eso, si sigues con esa actitud infantil me veré en la obligación de cederle tu papel a Camila—dice de forma seria.

 

—Pero, pero...—intento reclamar.

 

—Estás advertida—interrumpe—. Si no tomas esto en serio Camila ocupará tu lugar—mi mirada se dirige a lo que Marvel llamaría mi archienemiga, ella me mira con una sonrisa de satisfacción en su rostro de un millón de dólares. 

 

—La clase terminó —finaliza el profesor después de la reprimenda que me ha dado—. Nos veremos la próxima semana, esperemos que esta vez la señorita Suárez no nos haga perder el tiempo—al decir aquello todos me observan con desaprobación.

 

Recojo mis cosas y me dirijo hacia la cafetería de la universidad donde Valery posiblemente me espera, ignoro las malas miradas que me lanzan y camino sin detenerme, no quiero escuchar un regaño más. 

 

—Otra vez te entro la carcajada —dice al verme llegar y lanzar con enojo mi mochila sobre la mesa.

 

Asiento con la cabeza mordiendo el trozo de pizza que me ha guardado. ¡Esto es vida! Saboreo a placer mi comida.

 

—¿Cuántas veces? ¿Diecinueve? 

 

—Diecisiete. El profesor me ha dado un ultimátum—hablo sin darle importancia encogiéndome de hombros.

 

—¿Qué harás?

 

—Trataré de no reírme cuando vea la cara de mono de John— sonrío recordando la escena. 

 

—Tienes que concentrarte. Sabe lo difícil que fue ingresar aquí. Eres una....—de repente calla, su mirada se encuentra en la entrada de la cafetería, no tengo que darme la vuelta para saber quién acaba de ingresar por la misma.

 

Solo hay una persona en esta ciudad que hace que la mirada dulce de Valery pierda su brillo y calidez.

 

Josh Mathew.

 

—Vámonos de aquí —pide con voz quebrada y los ojos brillantes por las lágrimas que intenta retener.

 

—De ninguna manera—exclamo estrellando la palma de mi mano contra la mesa.

 

Toda la cafetería gira en nuestra dirección provocando que Valery agache la cabeza avergonzada, yo solo me limito a enseñarles la hermosa manicura de mi dedo mayor.

 

—No voy a permitir que te sigas hundiendo—le digo al ver la tristeza desfigurar su rostro—, ese animal ponzoñoso no merece ni una lágrima más de las tuyas—digo con rabia.

 

Sus ojos están fijos en mí, intenta escapar pero la sujeto fuerte por el brazo obligándola a sentarse nuevamente.

 

—¡Por favor, déjame salir de aquí —súplica.

 

—Tengo un plan—introduzco una papa frita en mi boca esperando su reacción, ella frunce el ceño mirándome con miedo.

 

La entiendo, si viajamos al pasado recordando las veces que he dicho que tengo un plan. Hasta yo lo tendría.



#17153 en Otros
#2661 en Humor
#6380 en Joven Adulto

En el texto hay: universidad, mejores amigas, arte

Editado: 03.06.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.