La venganza de la mejor amiga

[3] Mujeres despechadas y unidas te llevan a la guillotina.


Camino con pasos rápido sin perder de vista mi objetivo, tengo claro lo que quiero y lo voy a lograr cueste lo que cueste.

 

Valery posiblemente no volverá a dirigirme la palabra después de esto, pero es necesario hacerlo, no podré considerarme su mejor amiga si no lo hago. No fue fácil escabullirse de ella, es como una mamá gallina, no me deja sola por mucho tiempo. Tuve que mentirle, decirle que tenía ensayo de teatro, para al final dejar que me vaya no muy convencida. 

 

Ahora, como una acosadora experta me encuentro persiguiendo a quién podría convertirse en mi mayor aliada en esta lucha, o al menos una de ellas, porque si de algo estoy segura es que lo que le hizo Josh Mathew a mi amiga no quedará impune. Al principio mi plan de venganza sería ejecutado únicamente por mi, sin embargo, después de escuchar aquella conversación en el baño caí en cuenta que un pueblo unido jamás será vencido, en este caso, mujeres despechadas y unidas te llevan a la guillotina. Así que tuve que cambiar de estrategia. 

 

A esta hora el sol reluce en su máximo esplendor, pero no dejo que eso sea un impedimento mientras avanzo por la acera. En mi camino tropiezo con un señor que viene cargado de cajas y estas caen desparramadas en la acera derramando parte de su contenido sobre ella. 

 

—¿¡Acaso estas ciega!?—. Me grita.

 

Observo por un segundo su voluminoso cuerpo, su cara posee un extraño caso de lo que podría ser considerado un bigote, pero que parece que se lo ha dibujado un niño de cinco años con un crayón.

 

Concuerdo

 

 Una sonrisa involuntaria se forma en mi rostro al darle rienda a mis pensamientos. Al verme sonreír arruga su frente mientras me observa de arriba abajo con desprecio. 

 

—¿Me ves cara de payaso para que te rías de mi?—. Escupe con enojo.

 

—No—respondo sin borrar la sonrisa. Se inclina para empezar a recoger las cajas que están en el suelo, lo correcto es ayudarle, he sido yo quien tropezó con él, sin embargo, ha sido muy grosero y no lo merece.

 

Lo esquivo para seguir mi camino, al darle la espalda escucho cómo me insulta por lo bajo, antes de continuar me giro hacia él tocando su hombro. 

 

Su rostro se encuentra frente al mío y su expresión de enojo aumenta.

 

—¿Qué quieres ahora?—. Gruñe.

 

—La respuesta es no.

 

—¿Qué no qué? —. Indaga hastiado.

 

—Que no tiene cara de payaso, pero si yo fuera usted me la pintaría para ocultar ese intento de bigote que carga—sonrío orgullosa.

 

Lleva su mano hasta el lugar donde el bigote debe de estar y sé que es el momento perfecto para huir, camino con prisa riendo a carcajada.

 

—¡Insolente!—. Le escucho gritar a los lejos. 

 

Cuando estoy a la suficiente distancia de él detengo mis paso dándome cuenta que he perdido de vista mi objetivo.

 

—¡Maldición!—. Sale de mi boca—todo es culpa de ese viejo gruñón. Ahora la enojada soy yo, he perdido una gran oportunidad, no sé cuando vuelva a conseguir otra así. 

 

Vuelvo tras mis pasos dispuesta a abortar la misión por el momento, solo espero no toparme con el cascarrabias otra vez, mi estado de ánimo está por el suelo, mi plan comienza a tener fallos y ni siquiera ha iniciado a ponerse en marcha. 

 

Aumento mis pasos cuando una figura se materializa frente a mí.

 

—¡Demonios!—. Grito del susto, estoy segura que logró escucharse a tres manzanas de aquí.

 

—¿Qué haces siguiéndome?—. Interroga la figura ante mí.

 

—No te estaba siguiendo—digo con inocencia cruzando mis brazos a la defensiva. 

 

—Por supuesto que sí—afirma con sus manos en las caderas y sus ojos entrecerrados dirigidos en mi dirección. 

 

—Que no.

 

—Que sí. 

 

—No—digo. 

 

—Sí. 

 

—No. 

 

—No. 

 

—Sí.

 

—Ahí está, lo acabas de confesar—dice con una sonrisa petulante al ganar el absurdo intercambio de palabras.

 

—Bien—me rindo—. Te estaba siguiendo, pero no para lo que tú crees—hablo convencida.

 

—Y según tú ¿Qué es lo que creo?—. Refuta.

 

—Que te quería violar—me limito a decir encogiéndome de hombros.

 

—¿De dónde has salido? —su cara muestra confusión —. Eso no ha pasado por mi mente—su expresión de horror me resulta divertida.

 

—Vale, tal vez tengas razón. Te invito un café, tú y yo tenemos un tema en común que tratar—nos señalo.

 

—En mi vida creo haberte visto, por lo tanto no tengo ningún tema que tratar contigo. Con permiso, me tengo que ir, pero si te vuelvo a ver tras de mí siguiéndome otra vez, no dudaré en llamar a la policía.

 

Me rodea para empezar a caminar en la dirección opuesta de donde me encuentro.

 

—Josh Mathew—grito fuerte esperando que se detenga al escuchar el nombre.

 

Me giro y como lo sospeche ella hace lo mismo.

 

—Sí, tenemos un tema en común y ese es Josh Mathew, ¿aceptas el café ahora?—pregunto segura de su respuesta.

 

—Tienes treinta minutos, ni uno más ni uno menos—la firmeza en su voz me asusta, pero nada hará que desista de mi plan.

 

—Serán suficiente—aseguro.
 


 

 

 

 

Doy otro sorbo a mi bebida sin despegar la mirada de la persona que se encuentra frente a mí.

 

—¿Estás segura de que no quieres una?—indago agitando el vaso en su dirección —. Estas malteadas son deliciosas —relamo mis labios disfrutando del sabor.

 

—Te lo repito por tercera vez ¡No! —exclama con fastidio—. Estás perdiendo tu tiempo. Quieres decirme, ¿por qué me persigues?

 

—Te lo dije, Josh Mathew—ruedo los ojos.

 

—Sí, lo mencionaste, pero, aún no me has dicho nada en concreto—argumenta, por su tono de voz se que se está impacientando.



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En el texto hay: universidad, mejores amigas, arte

Editado: 03.06.2021

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