La ventana a otro mundo
Por Hector Jainz Aguiñaga .
Son las épocas doradas del Shogunato, donde reinan los nobles guerreros y ricos terratenientes en el país del sol naciente, Nippon, o como los portugueses les llamarían posteriormente, Japón. En estos años la economía y el comercio del país parecen haber tenido un gran crecimiento y renacer. Las granjas daban buenas cosechas y los campesinos estaban muy satisfechos, mucha gente encontró yacimientos de oro y plata por todas partes disputándose la propiedad de las mejores minas, y los guerreros samurái prevalecen como los mejores soldados y asesinos del mundo conocido. Habían finalizado las luchas internas por el poder y ahora el emperador tenía relativa paz en el territorio. Se podría decir que el Sol no se oculta en este próspero Imperio. Por ello el emperador derrochando dinero y confiando en su fe en la prosperidad ordenó a la armada, que pasaba por una recién comenzada remodelación con tecnología china y al ejército una expedición hacia el mar del este.
Nadie en esta tierra sabe qué hay hacia el este, pues sólo conocen el mar de Japón, que se encuentra entre la provincia china de Corea y Japón. Hacia el este sólo hay agua y agua, por lo cual el emperador en su insistente ambición ordenó que un pequeño barco de reconocimiento explorara estas aguas sin dueño. Contrariamente a la opinión de los ricos nobles que pensaban que era un riesgo y un capricho de un viejo senil, a lo que el emperador contestó furiosamente ejecutando a quienes se opusieran a esta expedición.
El barco japonés de exploración, llamado Baukami, se encuentra a la postre en medio de una implacable tempestad en la noche, poco a poco las olas impactan y llenan de agua las cubiertas hechas de la mejor madera del Imperio pero que aun así zozobran frente a la implacable furia de este vasto océano. De repente una ola impacta y mueve el barco haciendo que se incline y entre agua en las bodegas, esto obligó a los tripulantes a luchar por controlar este barco, de unos 120 m de largo por unos 20 de ancho, con apenas tres mástiles con velas triangulares que han sido plegadas para impedir que se rompan.
“¡Hey, qué les pasa idiotas! ¡Nos vamos a hundir, vamos rápido, plieguen las velas y pongan a trabajar a esos inservibles!”
Palabras de capitán Yuosaki, capitán del barco de reconocimiento japonés Baukami, un barco pequeño que ha surcado los mares desde hace 10 años, el capitán tiene una apariencia de alguien que ha sobrevivido a tempestades y a mil injurias de estos furiosos mares, pero que, sin embargo, y pese a tener dos cicatrices en su rostro
(producto de un enfrentamiento con los chinos) demuestra a un hombre irascible y con gran dote de mando.
-¡Señor capitán, la tormenta no nos deja… Aaaaagh!
Fueron las últimas palabras exclamadas del primer oficial Tokami antes de que una ola lo arrastrara fuera de la cubierta inesperadamente, haciendo que se perdiera en el mar, para siempre.
- ¡Tokami ¡Pero qué demonios, esta tormenta es la mayor furia que he visto de los dioses! – Exclamó el capitán Yuosaki, mientras observaba impávido cómo uno de sus mejores soldados y amigos se dejaba llevar por las olas sin poder hacer nada para evitarlo. Miró rápidamente hacia su alrededor y vio el precario estado del barco que se resistía a hundirse
-Vamos, inútiles, ayúdenme a sacar el agua! Marineros, controlen el rumbo del barco! Timonel, dirígenos hacia afuera de esta pesadilla, ¡podemos hacerlo!
Dicho apenas estas palabras, el mar arrojó una ola que llenó la cubierta de nuevo y entre todo el mar de gente consiguió arrastrar a un marino más hacia el océano, que gritando como loco no pudo asirse de ninguna parte del barco y se perdió en el agua, como si el mar respondiera al reto lanzado. El capitán permaneció impávido y firme ante la respuesta del océano, dentro de sí pensó: “Así que me retas; pues no hundirás tan fácil este barco”.
Mientras los marineros luchan por controlar la embarcación sacando el agua y vigilando cualquier resquebrajamiento de la madera, el timonel mira constantemente nervioso el mar lanzando injurias y plegarias, las olas siguen impactando violentamente la superficie del Baukami que se resiste a dejarse vencer, el barco aun flota y aunque parezca algo increíble el furioso mar no ha conseguido romper la cubierta para que entre el agua en los camarotes y los almacenes, solo se limita a mover violentamente de lado a lado el barco como si fuera una hoja en un pequeño riachuelo, la hoja no se hunde… Pero si se dobla.
Y es que el barco de repente sufre la caída de un trueno que parte uno de los mástiles de las velas, que cae sobre la cubierta para luego estrellarse en el mar, haciendo que el nerviosismo crezca aun más.
Después de horas de pesadilla poco a poco la tormenta calma su furia, permitiendo un respiro a la exhausta tripulación que pese a todo seguía luchando y sacando agua casi con las manos, para poder salvar el barco. Profundamente herido se
encontraba no solo el barco, sino el capitán y la mayoría de la tripulación que resistían cada embate de las olas.
Cuando el agua da la impresión de calmarse totalmente eran las 6 de la madrugada, en ese momento, en el que horas y horas de angustia, de cansancio y de trabajo incesante habían terminado para abrir paso a la dulce calma todas las personas sobrevivientes comenzaron a gritar de júbilo, ¡Habían conseguido mantener a flote al Baukami!