Dicen que el dolor te hace fuerte.
Una decepción te vuelve desconfiado.
Un corazón roto inmune.
Pero la verdad, es que no creo ninguna de las tres… más bien creo en la firme realidad, de que el dolor te hace débil, la decepción te vuelve inseguro, y el corazón roto te destruye a tal nivel, que dudas de ti mismo, de tu capacidad de amar e incluso el amor propio que deberíamos sentir.
Esa creencia de que somos un simple experimento natural (humano-viviente), un ser vivo que solo vino al mundo a ser feliz o saber sobre llevar la vida, es un fuerte sostén para aquellos que son capaces de superar con más rapidez aquellos errores, aquellos fracasos y decepciones; pero la única verdad es que no todos tenemos ese poder de superación, a algunos nos cuenta más que a otros, y justo es ahí donde quiero llegar.
No juzgo ni culpo a aquellas personas que les cuesta recuperarse de un hecho, puesto a que todos tienen la capacidad de superarlo de un modo diferente, como siempre he sabido decir, no lo olvidamos, solo lo superamos y aprendemos a vivir con ello.
En casos más comunes como el mío propio, está el corazón roto, de momentos creo que soy el experimento de prueba perfecto para la vida, en cuanto al amor. Y justo ahora me doy cuenta de que quizás sea así, de que tal vez estoy en este mundo solo para probar la teoría del “No felices para siempre”
Aunque mi verdad, es que me encantaría tener ese felices para siempre.
Cuando me enamoro no pienso en una relación corta, de meses o pocos años… pienso en mucho más, pienso en el futuro juntos, en los logros, las metas a largo plazo, un perro, un gato, una casa, y aquella edad dorada al lado de esa persona especial, simplemente la vida que de momentos creo que es “normal” vivirla.
Desde que tengo consciencia he creído firmemente en el amor, en ese que es para toda la vida, y lastimosamente no lo he encontrado.
Mi primera decepción fue muy joven, a una corta edad, en mi adolescencia. Creí haber encontrado al niño indicado, alguien que me escuchaba, se preocupaba, me llamaba, y era de alguna manera atento, pero para hacer el cuento corto, todo resulto en una mentira… una apuesta por el amor de otra niña respondía a toda esa atención que yo pensé era en base a amor.
Sí, me recuperé, por suerte no era amor completo lo que sentí, y fue menos doloroso, aunque igual te sientes humillada y de alguna manera, traicionada.
La segunda experiencia fue en la universidad, cuando me enamore de aquel chico que se convirtió en mi primer gran amor, aquel que poco a poco se acercaba, jugaba al amor verdadero, se metía dentro de aquellos sueños y controlaba de alguna manera mis acciones… pero siempre hay un defecto, siempre hay algo que quieren a cambio, un acto de amor, algo que yo no podía darle por miedo, por temor a perder esa parte importante de mí, de mi inocencia y luego ver como se alejaba con ella.
No, no paso, él no se llevó esa inocencia de mí, pero se llevó mi tiempo, algo que no se recupera, días y días perdidos ayudándolo para verlo bien, desvelándome en las noches conversando para cubrir ese sueño que él no lograba conciliar, trabajando el doble en mis estudios para verlo salir adelante… ¿y de que sirvió?
Él de un día a otro se comprometió, se casó y me olvido.
Fue la primera vez que mi corazón se rompió en mil pedazos, una vajilla destruyéndose poco a poco frente a mí, mirando como caían los pedazos que eran imposibles de reconstruir, y entonces le tuve miedo, al amor, a la felicidad.
Fueron años de superación… cuando amas de verdad no puedes olvidar en días, es imposible, porque si lo haces entonces nunca fue amor.
Cuando reconstruí mis pedazos me volví a mi parecer, menos creyente en el amor, estuve mucho tiempo sola, tratando de ser feliz con lo que tenía, a mi familia, mis amigos, mis salidas y mis escritos. Pero un día después de tanto tiempo, volvió a pasar.
Un día me vi al espejo de una manera diferente, y aunque no deberíamos preocuparnos por eso, yo lo hice, yo si me preocupe… vi que mi edad corría a un ritmo que yo no podía controlar, que los años me seguían pasando y mi soledad me seguía acompañando, y por más que nos repetimos que estamos bien, la verdad es que NO, simplemente no es así.
No podemos engañarnos pensando que estamos bien solos porque no es la verdad, tenemos que aprender a aceptar que para bien o mal necesitamos en algún momento de esa compañía que nos complementa, esa persona que se vuelve especial, esos buenos días mi amor que todos queremos escuchar, el desayuno compartido, los besos, las caricias y por supuesto, hacer el amor todas las noches.
Siempre he tenido miedo a la soledad, y luego de muchos años negándomelo, lo he aceptado.
Conocí a esta persona en la mejor etapa de mi vida, cuando no lo buscaba, cuando no lo esperaba, siendo totalmente independiente, con un trabajo estable, una buena economía y un corazón completo, sano y fuerte.
Un hombre que cambio mi mundo por completo, lo que yo era y lo que pensaba, no lo voy a negar, tenía el corazón cerrado al amor, me daba miedo abrirlo de nuevo y que me lo lastimara aún más de lo que ya había estado antes… pero él lucho por eso, me hizo creer que no había que temer, que había cosas nuevas y bonitas que experimentar, y en cierto aspecto así fue.