La verdad en sus ojos

CAPÍTULO 3: Retahíla de sentires

“Un día, un hombre partió al otro lado del mar, iba en busca de un demonio que atormentaba a la pobre gente de una isla. Para darle caza, aquel se preparó durante tiempo, empacó las mejores armas que pudo conseguir y emprendió su viaje.

Cuando el hombre arribo en su destino, no encontró a nadie, ni a la gente de la isla, ni al demonio que tanto buscaba, sin embargo, él no se rindió y a la semana siguiente volvió a llegar a aquella isla, esta vez venía preparado con un grupo de diez hombres más quienes revisaron todo el lugar, extrañados, informaron al hombre que los habitantes no estaban, pero si sus cosas. El demonio seguía sin aparecer.

Con mucha determinación, el hombre volvió a partir tras un mes donde pudo conseguir tres barcos y un ejército de doscientos soldados; con ellos revisó cada rincón de la isla, despejó pantanos, levanto piedras, busco entre las chozas de las aldeas, quemó bosques espesos con tal de encontrar al demonio… Pero nuevamente, el hombre no encontró nada…

Al volver a su hogar decepcionado y vencido, se dio por vencido y asumió que aquel demonio tenía tanto poder que acabó con todos los habitantes de la isla, sin embargo, poco después se enteró de la verdad.

Los habitantes de la isla tras un año de no recibir la visita de aquel hombre manifestaron su alegría, pues el demonio había desaparecido… Aquel demonio que llegaba de tierras lejanas e invadía sus dominios aterrorizándolos con armas extrañas y quemando sus hogares…”

—A veces ser bueno apesta eh… —Decía casi para mi mismo mientras escuchaba la historia de nuestro profesor de comprensión lectora, este cerraba el libro que tenia por título “Horizonte de Encuentros” y al ponerlo sobre la mesa de su escritorio empezaba a dar sus explicaciones, Lennett de alguna manera me había escuchado y golpeaba con su pie la parte baja de mi escritorio para reprenderme.

—Creo que no entendiste la historia.

—¡Ni tampoco tú! —Decía por lo bajo mientras le miraba un poco molesto.

La chica me observaba con una expresión adorable, pero a la vez firme, como si me regañara con su mirada.

—En ciertas ocasiones, no vemos el daño que hacemos con nuestras acciones, no se trata de lo malo que sea ayudar o no.

—Pff…

La chica hizo una mueca mientras el profesor se acomodaba sus anteojos y nos observaba, parece que habíamos llamado su atención con nuestra plática.

Aquel, era un hombre de tez morena, que siempre vestía de forma elegante, su cabello era negro y lo tenia peinado hacia el lado derecho, sus palabras siempre se notaban expresivas, lucidas, adornadas y extravagantes.

—Parece que el señor Royland y la señorita Lennett tienen una opinión acerca de este fantástico relato. —Mencionaba el profesor, tras sus palabras la mirada de todos se posó sobre nosotros, Lennett se sonrojó levemente y yo simplemente rodé los ojos.

—Nosotros, bueno yo… Tratábamos de discutir sobre las acciones del hombre y como pudieron lastimar, aunque el no quisiera, a otras personas.

El profesor levantó la mano para responder su comentario, pero en ese instante, la alarma de su móvil empezó a sonar y este volteó a ver hacia el aparato para luego comprobar la hora con su reloj de mano; confirmando que su tiempo había acabado y se le hacía tarde para su reunión, suspiro y respondió de forma rápida a Lennet.

—Bueno, será un análisis interesante para la siguiente clase, por ahora tengo que irme, lamento que dejemos este tema sin terminar, jóvenes, nos veremos la siguiente semana. —Aquello lo mencionaba a la vez que alistaba sus cosas y tomaba camino fuera del salón de clases.

Entre el bullicio de los demás tras la retirada de aquel hombre, yo simplemente miraba el pupitre vacío de Zoey… Así es, otro día más sin aquella mujer… Estaba empezando a preocuparme…

—Hey…

Tal vez jamás volvería a acariciar su cabello castaño, o ver sus ojos… Disfrutar del aroma de su perfume, deleitarme con sus labios…

—¡Hey!

Meryl hacía un pequeño puchero mientras tiraba suavemente de mi camiseta solicitando por un instante mi atención, por supuesto logré salir de mi trance, pero mi cara se mantenía en una profunda expresión depresiva de la cuál Meryl parecía estar preocupada.

—V… Vamos a comer… ¿Sí? —Aquella muchacha parecía suavizar su tono de voz a posta para poder relajarme, tras ello tomó mi mano y me jalo con suavidad guiándome hacia el comedor universitario.

Pocos minutos después de llegar y pedir lo que fácilmente podría tratarse de comida para cuatro personas, nos sentamos y observé su bandeja, 4 tacos, 1 burrito y patatas grandes acompañados de un jugo natural de melón… Por lo menos.

—No me mires así, tengo hambre —Decía la chica, quien, ignorando mi mirada de juicio, se limitaba a tomar unas cuantas papas y llevarlas a su boca. ¿Cómo rayos come tanto sin engordar? Da igual…

—¿Qué crees que le pasó a Zoey? —Apenas tocaba mi comida, mirando melancólicamente a mi plato mientras la pelinegra se zampaba sus tacos, con delicadeza, eso si. Será una glotona, pero ante todo es una dama.

—¿Quieres dejar de hablar de Zoey? —Tragaba su comida y golpeaba su pecho 3 veces.




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