Cuando era menor, a menudo solía observar el cielo a las cuatro de la tarde, a esa hora, los colores se mezclaban gracias a la atmosfera y el ángulo del sol, aunque esto solía pasar solo en verano. Recuerdo las nubes y las formas que adquirían, recuerdo las risas de los niños y los golpes que daban con sus pies a las pelotas hechas de plástico en aquella calle poco transitada.
¿Por qué será que recordar las cosas que hacíamos de menores nos da un cierto instante de felicidad? Eso, pensar que todo era mejor antes, es bastante común, ¿No?
—Porque el cerebro trata de olvidar las cosas malas, además, cuando eres pequeño todo es nuevo, todo es diferente, todo es mejor…
Meryl volvió a responderme tras haber dicho todo aquello en voz alta mientras conversaba con ella.
—¿Solo envió ese mensaje? —continuó la pelinegra posando su quijada nuevamente sobre sus palmas y apoyando los codos sobre la mesa de su escritorio.
—Si, respondí a sus mensajes, pero no volvió a hablarme.
Meryl sopló hacia arriba sobre su propia nariz tras escuchar mi respuesta, retirando entonces los mechones de cabello que se acumulaban en su frente al estar relajada.
—Sabes, empiezo a dudar de que lo tuyo con esa chica vaya a funcionar. Es decir, ¿Por qué debería decir lo de “Mereces a alguien mejor que yo” ?, eso siempre es estúpido y cuando te lo dicen es por que jamás serás la persona que ellos quieren para su vida. ¿Me estás escuchando? Hey…
Lamentaba no prestar atención a las palabras de Meryl, pero algo que me hizo desconectarme del mundo entero se encontraba pasando por el marco de la puerta, vistiendo una camisa formal y un pantalón de lona ajustado, llevando el cabello suelto y un lápiz labial un tanto rosa. Maldita Zoey, simplemente su existencia podía perturbar la paz de mis mañanas, alejar el tema de conversación que mantenía alegremente con Meryl, hacer que yo me embobara y la pelinegra rodara los ojos tras entender que es lo que me había ocurrido.
La chica de cabello castaño simplemente me observó con preocupación antes de buscar un asiento lo suficientemente alejado y dar un simple saludo con su mano. Como era lógico, aquello no hizo más que llamar mi atención por saber que ocurría, por lo tanto, me levanté de mi asiento y caminé hacia ella, parecía querer escapar del sitio cuando vio aquello, sin embargo, solo suspiró y trató de atenderme.
—¿Qué sucedió? Sabes que puedes confiar en mí, ¿Por qué huyes? —mientras decía yo aquello, Zoey agachaba la mirada y me susurrando que bajase la voz.
—Se que no lo entiendes ahora, pero en algún momento lo harás, solo… Necesito que me des mi espacio, para pensar, para reflexionar, para dejar de hacer cosas estúpidas.
—¿Cosas estúpidas?
—Si Luke… Cosas estúpidas como esta… No quiero discutir contigo, no quiero que me reclames por eso, no quiero nada… ¿Entiendes?
Su mirada seguía estando agachada, aquellos ojos de color avellana observaban el papel en blanco de su cuaderno sobre su escritorio y mientras el silencio se prolongaba y yo apuñaba mi mano la mujer ante mi arreglaba su cabello detrás de su oreja y sacaba un lápiz, dos bolígrafos y un borrador para acomodarlos alrededor de su cuaderno.
—Dilo de nuevo… Dilo de nuevo, pero mírame a los ojos… —la mujer soltó el borrador y lo dejó de forma asimétrica a un lado del cuaderno, frunció el ceño y volvió la mirada hacia mí.
—No quiero nada… ¿Entiendes? Necesito tiempo para mi…
Aquello pareció convertirse en un dolor crónico en medio del pecho tras ver directamente sus ojos y escuchar esas palabras. No quiero aceptarlo, pero…
—Bien… Como desees…
Soy un idiota… Aun presionando el puño fuertemente, aun insatisfecho por las palabras de aquella mujer, aun con tantas cosas que decirle… Lo acepté… Mis piernas se movieron, me dí media vuelta y mientras se escuchaban los murmullos de los demás, caminé hacia mi escritorio para volver asentarme en el mismo, Meryl me seguía atentamente con las pupilas de sus ojos y al sentarme se acomodó levemente para aclarar la garganta.
—¿Y? —preguntó mientras yo parecía mostrar una “v” invertida sobre mis labios, aquella muchacha se limitó a esperar mi respuesta; su silencio atento me hizo suspirar y finalmente hablarle de lo ocurrido.
—Bien, creo que se acabó… Dice que quiere tiempo para ella.
—Déjalo por la paz, te está haciendo daño… Te consume, como una sanguijuela —mi mirada sombría se posó sobre el rostro de la pelinegra que pronto levanto las manos en señal de inocencia— b-bueno, está bien, no fue el mejor ejemplo del mundo, lo siento.
—Probablemente fue mi culpa, a menudo mis relaciones no terminan nada bien.
—¿Por qué lo sería?
—Cuando tenía 11, me gustaba una chica en la escuela, le enviaba cartas, intentaba siempre hablar con ella. Le hice varios regalos… Y ella se burló de cada regalo, rompía mis cartas…
—¿Y tu seguías enamorado de alguien así? —dijo.
—Supongo que nunca fui bueno con las relaciones personales.
Meryl hizo una mueca con su boca antes de responderme.
—No eres bueno en nada.