La verdad en sus ojos

CAPÍTULO 2: Ella, Yo y su otro Yo.

¿Conocen esa sensación de júbilo e ironía que te invade cuando te esfuerzas demasiado por algo y al final, como por inercia, ocurre cuando menos lo esperas?

– “Causalidad” …

–¿Qué?...

–Eso, lo que ocurre sin que lo esperes, por inercia o sin ser esperado tras haber batallado antes para lograr… –Decía entonces esa señorita de cabellos oscuros y piel pálida a mi lado, a quien contaba confundido las acciones de la chica de ojos color avellana.

–Se lo que es la causalidad… Pero… ¿Por qué?

–No le des vueltas, sigue contando, quiero saber que pasó después.

–Esta bien…

Los recuerdos de aquella vez, volvían de nuevo a mi cabeza.

–Bésame…

Tragué hondo, no podía pensar si ella estaba frente a mi diciéndome aquello y cerrando con suavidad esos ojos que amaba tanto, su rostro parecía inquieto aun cuando ella era quien pedía aquello… Con la suficiente calma para eliminar por completo mi razón. Fue entonces donde me acerqué para poder abrazarle suavemente, tratar de hacer que no notara el temblor de mis dedos, posar mis labios sobre los de ella y darle un beso de la mejor manera que pude… El tiempo se detuvo, los nervios cedieron poco a poco, el beso se volvió mas intenso a medida que los segundos avanzaban, no quería soltarla, ni ella parecía desearlo éramos…

–Vaya! –Era interrumpido en medio de mi narración por aquella mujer de cabellos oscuros que se encontraba sonriendo de una forma maliciosa apoyando su rostro sobre ambas manos reposadas sobre la mesa de aquel escritorio donde todos recibían clase.

¿Olvidé mencionarlo? Aquella mujer que estaba frente a mi se llamaba Meryl Lennett, mi compañera de clase en la universidad y una de las pocas personas además de la chica que me volvía loco con las que hablaba. Para ese entonces, Lennett era mi amiga desde hace ya básicamente un año; oh si, había pasado más de un año desde que llegue a la universidad, más de un año en el que aquella chica de cabellos castaños me había atrapado con sus dulces encantos.

–No digo que no seas un romántico, pero dudo mucho que todo sea como lo recuerdes. –Decía Meryl mientras levantaba su cabeza de aquel reposo que mantuvo durante toda la charla.

–¿A qué te refieres?

–No me malinterpretes. Estabas nervioso, es obvio, seguramente nunca pensaste que Zoey te pidiera eso.

–¡Shhh! ¡Cállate! –dije poniendo mi mano derecha sobre su boca para luego voltear a los lados y asegurarme de que ningún compañero escuchase aquello.

Zoey Myers, la mujer que había robado toda mi atención y que ahora se encontraba por asares del destino enferma y por lo tanto no había podido presentarse a estudiar. Mi intención no era ocultar que ella me gustase, eso era bastante notorio para todos, o al menos eso decía Meryl, el problema es que nadie sabía que ella y yo nos habíamos besado y odiaría que pensara que yo esparcí esa noticia como un tonto.

–Tranquilo… Nadie te escuchará, todos usan este momento libre para distraerse y tratar de no morir en el estrés. ¿No es así Caleb? –La chica volteaba hacia uno de los compañeros que yacía en su pequeño escritorio escolar con un libro abierto como almohada mientras miraba al vacío. – ¿Lo ves? –Volvía a decir Lennett quien tras aquello se quedaba en silencio por un instante y Caleb sacudía la cabeza levantándose de su transe y nos miraba confundido soltando un pequeño “¿Uh?”– Nada, nada, tranquilo… –El chico volvía a adoptar su posición inicial para perderse nuevamente en sus pensamientos.

–¿Entonces crees que no le gustó? –Decía tras escuchar lo que la chica pelinegra decía al respecto de aquel beso.

–¡Ni siquiera has terminado de contar lo que pasó!

–Tienes razón…

Tras el beso, aquella hermosa chica simplemente sonrió en silencio acariciando mi rostro, mirando directamente a mis ojos mientras recitaba muy suavemente las palabras “Es justo como pensaba, besas muy bien, me gustas mucho”

Mi corazón podría estar en otro plano, no podía detectar lo rápido que latía.

Esa forma dulce, pero a la vez coqueta con la que me miraba y tomaba mis manos tan cerca mío solo empeoraban el estado de aquel pobre órgano que bombeaba tanta sangre como para poner roja no solo mi cara.

–Yo… Pensé que no te gustaba, ¿Por qué has…?

–Tengo que ir a casa… ¿Me acompañas a tomar el autobús?

–Si…

A veces callar no es tan mala idea, o eso quería pensar, el cambio de tema que ella realizó me dio a entender que no quería contarme sus motivos, la caminata hasta el punto donde debíamos despedirnos se sintió extrañamente bien; todo el camino, entrelazo sus delicados dedos contra los míos, por lo que no parecía importarle que alguien le viese.

Cuando finalmente subió al autobús y se despidió con un movimiento de su mano derecha y una amplia sonrisa, por fin mi corazón obtuvo su descanso, pues empezó a bajar el ritmo de sus palpitaciones.

–Los dos se gustan, ¿Lo ves? No ha sido imposible al final. –Lennett ahora contemplaba la pantalla de su móvil y respondía un par de mensajes mientras decía aquello, de alguna extraña manera hablar con ella siempre me liberaba un poco.

–No pensé que se fijaría en mí.

–Eso solo es tu inseguridad, es decir, mírate, tampoco eres horrible.

–Eso no me está ayudando.

La muchacha bloqueó de nuevo la pantalla de su móvil y sonrió de una forma un tanto felina hacia mí.

–No soy tu psicóloga, Luke.

¿Me había presentado ya? Soy Luke Royland, un excéntrico joven adulto que apenas y tiene respeto por su propia existencia y rara vez socializa con alguien, creo que al final las personas que socializan conmigo son tan excéntricas como yo, a excepción de Meryl, ella parece más normal, pero le gustan las personas raras… Creo.

–Ni deseo que lo seas. Serías una pésima psicóloga. –Dije con un tono un poco burlón y una sonrisa, ella solo soltó un pequeño golpe en mi hombro junto con un “¡Hey!” de sus labios.




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