Sus dedos acariciaban el borde del papel con una delicadeza que parecía contradictoria frente al temblor de sus manos.
Pasó la última página del diario, lo cerró con lentitud, y apretó los labios con fuerza, como si intentara contener algo que ya no cabía más.
Esa presión constante en el pecho, esa incomodidad invisible, se le había vuelto costumbre. Pero hoy pesaba distinto.
En sus ojos no solo vivía la tristeza. Había algo más.
Miedo.
Un miedo profundo, silencioso, paralizante.
El miedo de que el hombre al que amaba… también pudiera ser su verdugo.
Tomó el diario y caminó hasta un rincón del apartamento. Lo guardó en un escondite improvisado, con la única esperanza de que algún día alguien lo encontrara.
Alguien que entendiera. Alguien que supiera.
Lo observó por última vez. Tragó saliva, sintiendo cómo esa amargura le bajaba por la garganta como veneno. Y entonces, se alejó.
El silencio del apartamento era espeso, como si los muros contuvieran secretos que ya no cabían en las palabras.
La oscuridad lo envolvía todo. No por falta de luz, sino porque esa penumbra venía de otro lugar.
Pasó junto a un mueble. Allí, enmarcada, una fotografía: ella y Tomás. Sonrisas fingidas, o tal vez antiguas. Difusas.
Suspiró.
Se quitó el anillo con lentitud y lo dejó sobre la mesa que sostenía el retrato. El sonido metálico al tocar la superficie fue breve, pero definitivo. Como un punto final.
Su mirada se dirigió al balcón. La puerta de vidrio mostraba apenas el contorno de la ciudad más allá: borrosa, indiferente.
Su rostro estaba pálido, casi translúcido.
Los ojos, cansados, partidos. Ya no quedaban lágrimas.
Solo el eco de todo lo que había soportado.
Avanzó despacio, como si cada paso la alejara no del mundo, sino de sí misma.
Y mientras sus dedos rozaban la manija del balcón, un pensamiento la atravesó, agudo y cruel, como un aguijón en el alma:
"Hoy me pidió que sonriera más… como si mi cara no le gustara triste."
Abrió las puertas. El bullicio de la ciudad entró como un mar lejano. Autos, voces, vida.
Pero para ella, todo sonaba lejano. Irreal.
Dio un paso más.
El último.
Y entonces... el mundo siguió sin ella.
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Editado: 02.06.2025