La vida en el Santuario y Anexos

Prologo: Guardia para la Guardia

 

No podía ser… pero lo era.

Ahí, paradas frente al templo principal de Athena, estaban unas mujeres de entre 22 y 26 años de edad, vestidas con estilo, pero listas para la acción. Serias, responsables, temibles y tácticas. Estaban afinando los detalles de su misión con su jefa, una chica de largo cabello castaño oscuro con mechones teñidos de violeta quien les daba instrucciones dignas de cualquier agente de la CIA.

Saori acababa de contratar un cuerpo de guardaespaldas para sus Caballeros Dorados…

“Eso ya es mucho” pensaban varias Diosas, claro, como siempre, la pesada de Athena presumía el poder y la riqueza de “Papi”, ahora poniéndole guaruras a sus guaruras…

“Es too much, o sea como que ubícate Athena, ¿guarros a tus guarros? Me tapo un ojo, me tapo el otro, y nada que ver” Había dicho la Diosa Hybris. Y eso ya era mucho viniendo de ella.

Pero no, contrario a lo que las otras Diosas pensaban, Saori no lo había hecho como mero capricho, la verdad, sí había tenido fuertes razones para tomar tal decisión…

Los tiempos de hoy eran peligrosos, muy peligrosos, sus caballeros ya no podían salir a la calle sin ser asaltados… sexualmente.

¡Por su Padre Zeus! Las mujeres se habían vuelto locas con el pasar de los siglos; aunque después del trato que había recibido el género femenino a lo largo de los siglos por parte de los hombres…  Saori no podía culparlas.

Era obvio que en algún momento tendrían que sacar a la fiera que llevaban dentro para defenderse. Pero, ahora no sólo se defendían, también habían aprendido a agredir… ¡Ya no tenían limites!

Hera culpaba a los hombres por aquel comportamiento de las féminas actuales y las defendía ante  Zeus o cualquiera que quisiera reprocharlo.

La mujer de hoy, harta de acosos y opresión se mostraba liberalmente agresiva, imponía sus límites y hacía saber de forma clara lo que le gustaba y lo que no, la sumisión al demonio. La mujer de hoy sabía lo que quería de la vida  y de los hombres.

Y en cuanto a los hombres, las mujeres los querían guapos, fuertes, viriles, aunque bien cuidados.

Las películas de Hollywood con su estereotipo de galán perfecto sólo fomentaban más y más esas nuevas tendencias. Así como también los Doramas venidos de todas partes de Asia con muchachitos de rostros operados de porcelana. Plus los animes japoneses con personajes masculinos que rayaban en la perfección; algunos incluso desbancando a la belleza femenina y que además de belleza tenían cerebro, físico y personalidad, y todo esto aunado a la creciente corriente del Men-care que generaba cada vez más metrosexuales, dispuestos a lucir perfectos para salir de cacería.

Como era de esperar, esta combinación explosiva de factores, generaba que la mujer de hoy exigiera más, y no se controlara cuando se topaba con especímenes masculinos perfectos de la vida real, como lo eran los hombres del Santuario, donde había para todos los gustos y fantasías femeninas.

Y no sólo Athena había optado por esa medida drástica, el mismo Hades antes que ella había tenido que repartir entre sus 108 espectros un perro infernal para protegerlos en sus salidas al  mundo humano. En apariencia el perro era un simple chihuahua, pero cuando el espectro al que cuidaba se veía bajo ataque, el can se transformaba en una especie de enorme Cancerbero de una cabeza que se tragaba a la agresora.

El problema de Hades…

Para Hades, todo había comenzado con un trágico acontecimiento del que Radamanthys había sido víctima…

Había ocurrido cuando visitaba su natal Inglaterra. Era bochornoso y desgarrador, o eso pensaba Hades…. Tres locas británicas habían… habían…. violado al pobre juez Radamanthys…

¿Cómo?  ¡No iba a entrar en detalles por el fuego del Hades! Eso era un asunto privado de su juez… Lo único que se sabía era que al pasar por una calle una rubia de unos 23 años le había dicho “Lindos pantalones, se verían muy bien tirados en el suelo de mi habitación”. El juez había ignorado a la chica y al salir de una tienda de conveniencia había sentido un fuerte golpe en la cabeza...  Lo siguiente que supo Radamanthys fue que estaba atado a los postes de una cama rosa, en una habitación rosa, con una rubia encima y otras dos a los lados, y lo más traumático era que la que tenía encima ¡No debía tener más de 16 años! ¡Descastada escuincla precoz!

Cuando lo dejaron libre había ido corriendo al inframundo y había llorado como damisela en desgracia, mientras era Hades quien trataba de tranquilizarlo porque Radamanthys no dejaba que ninguna mujer, incluida Pandora, se le acercara.

A raíz de eso Radamanthys se había negado en redondo y por un tiempo a juzgar el alma de las mujeres, razón por la que tuvo que ser enviado a terapia psicológica tres veces por semana. Era un psicólogo bastante bueno aunque cobraba bastante caro, pero para Hades tan generoso, el dinero no era problema. Y así $3,800 Libras de terapia después, Radamanthys había recobrado su seguridad.

No importó el precio, lo importante era que su juez se sintiera bien, además para Hades el dinero era una nimiedad.

Pero no era sólo el asunto de su juez, él mismo había tenido que soportar el acoso de las mujeres de hoy.

Hades aun recordaba un día que había tenido que ir a Latinoamérica por unos asuntos… llevaba ropa de civil para pasar desapercibido, una camisa de manga larga color tinto, desfajada, y un pantalón de corte recto de mezclilla negra. Nada indecente, pues la camisa desfajada le llegaba a medio muslo cubriendo sus atributos masculinos muy bien. Había salido por un callejón de barrio bajo, que tan conectados están con el Inframundo y similares, y al salir, se había topado con varias mujeres de aspecto poco decente que le habían dicho cosas vulgares como:

“¿Necesitas afinar tu lápiz? Aquí está tu sacapuntas” o “Ey mi Rey, ¿Jugamos a la basurita? Yo me tiro y tú me re-coges” “En esa cola yo si me formo” o “Ese de rojo… (ya saben lo demás)”.




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