"Querido yo.
Hoy como todos los días te vuelvo a escribir un poco.
Hace unos días como sabrás empezó la cuarentena, la verdad es que tengo mucho miedo porque en el pasado tuve anemia y no se si eso me hace ser o no de riesgo.
De todas maneras voy a cuidarme.
Para mi suerte tengo esa aplicación para pedir comida a la casa, además que dentro de poco empiezan mis clases virtuales de la universidad.
Primer año de sociología, nunca pensé que sería de esta manera, pero algo es algo, además esto no es para siempre, ya en algún momento la pandemia va a terminar y todo volverá medianamente a la normalidad.
La humanidad ya pasó por varios momentos difíciles y aún sigue existiendo. Es como dice el dicho.
Mala hierba nunca muere"
El oji verde cerró su cuaderno y dio un gran suspiro. Estaba muy nervioso por todo lo que estaba pasando en el mundo, y estar encerrado en su casa no era algo que le gustaba mucho, prefería estar afuera disfrutando todo lo posible de un hermoso día soleado o de cualquier tipo de clima, caminando y haciendo todas sus actividades en el aire libre, o en cualquier lugar que no sea su diminuto departamento, el cual a la larga te termina deprimiendo por el estado en el que estaba o dándote claustrofobia.
Pero dónde él vivía era un departamento sin patio, y el único lugar en donde podía tomar aire era una ventana, la cual era lo suficientemente grande como para sentarse en ella y disfrutar de un cigarrillo.
Eso era lo que estaba apunto de hacer.
Tomó esa pequeña cajita llena de cigarrillos, su encendedor y fue a sentarse en la ventana de siempre.
Prendió el primero, le dio una larga calada y después de varios segundos la expulsó.
Solía hacer eso todas las noches. El solía tomarse el tiempo para fumar como algo sagrado, algo que hacía a la noche mientras se deleitaba mirando el cielo, o mejor dicho, imaginaba como sería el cielo sin todas esas molestas luces de la ciudad que le impedían ver las estrellas. A su misma vez estaba acostumbrado a escuchar mucha gente preguntándole si fumaba, lo hacían con una cara de asco y él siempre respondía lo mismo.
"A veces lo hago."
Era verdad, a veces lo hacía, aunque con el tema de la pandemia mundial, el calentamiento global, la amenaza de posible tercera guerra mundial de hace poco y el calentamiento global, todo eso hacía que se pusiera nervioso y fumara más de lo normal, pero asegurándose de que una cajetilla le durará una semana.
Mientras expulsaba el humo no pudo evitar mirar para abajo. En la calle caminaban dos amigas, ambas entraban al edificio y Valentino no pudo evitar sonreír cuando las vio.
Zapatos altos.
Distintos peinados y accesorios.
Ser finas y muestras sus sentimientos sin que nadie te moleste por eso.
Poder ser delicado sin que nadie te diga que eso te hace niña.
Y un montón de cosas eran las que admiraba de su vecinas.
Si él pudiera sin duda cambiaría su género, de hecho en más de una ocasión pensó hacerlo y la prueba viviente fue que en uno de sus cajones tenía ropa de mujer y un delineador de ojos.
Ese era el único cajón que tenía llave. Sabía que ninguno de sus amigos lo abriría sin su permiso, para empezar nunca iban a su departamento porque este era muy pequeño, pero tenerlo con llave lo hacía sentir mucho más seguro y por eso lo hacía.
Aunque…
En muchas ocasiones había pensado regalar o vender esa ropa. No pensaba usarla, no tenía el valor para salir a la calle y que todos se te queden viendo. No quería sufrir ningún tipo de maltrato, y sabía que le iba a pasar porque mucha gente solía joderlo mucho cuando era más pequeño, todo porque sus facciones eran muy finas y su actitud no ayudaba mucho.
La gente decía que actuaba como una chica, él lo hacía porque realmente quería ser una y todos esos comentarios solo lograron que se encierre en la idea de que eso estaba mal.
Que si naciste siendo hombre no podés querer ser mujer, porque es antinatural.
Pero, quién sabe.
Las personas siempre cambian.
Estar encerrados nos obliga a pensar en cosas que tal vez nunca pensamos.
Tal vez a Valentino le pase algo parecido.